El conductor fue recogiendo en diferentes lugares a quienes serían nuestros compañeros de tour, y ya que estuvimos completos tomó la carretera e inició el largo y pesado viaje, pues habríamos de recorrer cientos de kilómetros con tantísimas curvas que parecía que viajábamos en espiral.
Literalmente apenas terminaba una curva cuando ya comenzaba la siguiente, así que enseguida varias personas se sintieron mareadas y tuvieron que echar mano de bolsas de plástico porque tanto zangoloteo les provocó vómito.
El conductor manejaba tan rápido que empecé a sentirme nervioso, especialmente cuando los bancos de niebla eran tan pesados que muy apenas se veía lo que había enfrente, por si fuera poco al rato comenzó a llover y ni así redujo la velocidad. No obstante, debo decir que el hombre tomaba las curvas con gran pericia y seguridad, como quien conoce la carretera como la palma de su mano.
Por fin llegamos a Ocosingo, donde haríamos una breve parada para desayunar en un restaurante de la carretera; unos dijeron que la comida era delicioso y otros que estaba fatal, yo ni la probé pues no quise recargar mi estómago.
Continuamos la marcha y pronto salimos de la carretera para entrar a un camino que nos llevó a la entrada de las Cascadas de Agua Azul. Nunca olvidaré el comentario que se le escapó a una chica cuando dirigió la vista hacia el agua: "Uh, tanto viaje para estas pinches cascadillas". El conductor nos dijo que nos apuráramos, que nos recomendaba caminar hasta el cañón, desde donde nacen las aguas, y que nos esperaba al 20 para las 12 para continuar el tour.
Cascadas de Agua Azul. |
Y empezamos a caminar, apreciando las cascadas, tomando fotos... había algunos sitios donde se podía nadar, pero lastimosamente no me preparé con traje de baño. Seguimos caminando, sin ninguna prisa, inclusive nos tomamos fotos con unos pequeños que viven ahí mismo a la orilla del camino: Pascuala, Antonio y Pancho, quienes apenas empezaban a hablar pero pedían "(re) gala peso, (re) gala peso".
Pascuala, Pancho y Antonio, hermosos niños de Agua Azul. |
Yo, desconfiado y cansado, rechacé su oferta y allá vamos de regreso. Sospechosamente, ya no se veía gente caminando por los senderos. ¿A qué hora había dicho el chofer que nos esperaba? ¿11:40 o 12:40? Empecé a ponerme nervioso... y poco después comprobé lo que me temía: el camioncito se había ido sin nosotros, por estar en la pendeja admirando las cascadas sin poner atención al reloj. Me odié.
Ahí comenzó la verdadera aventura. ¿Qué hacer? ¿En quién confiar?
Venciendo la desconfianza y el temor, nos acercamos a un taxista, quien nos ofreció llevarnos al crucero en la carretera, desde donde podríamos tomar un transporte colectivo hacia Palenque, el tercer y último punto del tour, pues pensé que sería muy arriesgado intentar reincorporarnos con nuestros compañeros en el punto intermedio, Misol-Ha. Además, de cascadas y agua ya tenía suficiente.
Ya a bordo del desvencijado colectivo, empezó el camino de más de una hora hacia Palenque. De pronto empecé a pensar qué hacía yo allá, en una carretera de los altos de Chiapas, dentro de un camioncito lleno de desconocidos que hablaban lenguas ininteligibles para mí: ch'ol, tzeltal, tzotzil. No pude evitar acordarme de la angustia del conductor de la combi en la inquietante película Llovizna.
Pero no había nada que temer. A su debido tiempo llegamos a Palenque, donde una señorita sumamente amable nos dijo que cruzáramos la carretera para abordar otro camioncito que nos llevaría directamente al sitio arqueológico de Palenque, distante unos escasos 10 minutos. Así lo hicimos y pronto estábamos a la entrada, esperando a que llegara Miguel, el conductor del tour, para incorporarnos al grupo.
Mientras esperábamos me puse a admirar los enormes árboles que se encontraban a un lado del camino, y quedé extasiado cuando mis ojos captaron el veloz vuelo de un hermoso tucán: apenas pude distinguir su forma entre el caleidoscopio de sus colores.
Tal como lo esperaba, un rato después llegó el camioncito de Miguel; nuestros compañeros se sorprendieron de vernos ahí y preguntaron cómo es que habíamos llegado. Me sentí muy orgulloso de haber pensado rápido y de haber solucionado lo que parecía una catástrofe: haber perdido el tour. Una chica nos ofreció bloqueador solar, y vaya que lo necesitamos, el sol quemaba en forma inclemente. Finalmente entramos al sitio arqueológico.
La visión del Templo de la Calavera me produjo una intensa emoción. |
Fue muy buena idea contratar entre todos al guía Julio Cruz Cruz, oriundo de la ciudad de Palenque, ya que nos dio toda clase de detalles acerca de este magnífico sitio arqueológico. Me gustó saber que la ciudad ya había sido abandonada cuando ocurrió la conquista de México, pues de no haber sido así pienso que hubieran profanado los edificios construyendo iglesias encima.
Hermoso, impresionante Palenque. Nuestro recorrido fue muy breve pero de todas formas nunca olvidaré la visión del Templo del Sol, Templo de las Inscripciones, el Palacio, el Acueducto, el Observatorio. Sin duda, una de las mejores cosas que me sucedieron en Chiapas.
Empezaba a oscurecer, así que emprendimos el pesado regreso a San Cristóbal, por esta carretera que dicen que tiene 1,000 curvas y 450 topes. No lo sé, yo perdí la cuenta.
Me da mucho gusto que publiques tus aventuras compa bibis un abrazo...
ResponderBorrarComo dicen, recordar es volver a vivir... y de alguna manera comparto con mi gente la emoción de esa viaje. Un abrazo.
BorrarUfff, qué envidia! Yo siempre he querido conocer Chiapas y en especial Palenque. Sin embargo, nunca he podido por falta de medio$ :(
ResponderBorrarBuenísimas las fotos del sitio arqueológico.
Hola, Alex,ojalá que pronto puedas conocer estas maravillas, si te pones el objetivo y ahorras lo lograrás. En mi caso yo estuve pagando los boletos de avión desde varios meses atrás, y procuré gastar inteligentemente en hospedaje y comida, además, elegí temporada baja y obviamente todos los precios bajan. ¡Anímate!
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