viernes, febrero 05, 2021

Mi madre, mi luz, mi universo

Desde hace algún tiempo sabía que ese día llegaría... traté de acostumbrarme a la idea, pero me fue imposible.
Y finalmente, el domingo 31 de enero se apagó la luz que me iluminó desde que nací; mi madre amada, mi compañera de aventuras, mi maestra, expiró su último aliento y trascendió de este plano terrenal.
Ahora estará en algún lugar mejor, en el Cielo, en compañía de mi padre, de mi hermana Carmen y de tantas personas queridas para ella que fue perdiendo en el camino de la vida.
Toda su vida fue una mujer muy fuerte y lúcida, hablantina y andariega, con gran inteligencia a pesar de no saber leer ni escribir y carecer del oído. Desde sus primeros años fue apartada de su madre, así que vivió una dura infancia en la casa de una y otra tía. 
Quedó viuda a su 42 años, con 10 hijos, los mayores apenas saliendo de la adolescencia, pero esta mujer de acero no se dejó vencer. Con una admirable sabiduría, utilizó parte del dinero de la pensión para comprar una casa, su casa propia, al fin; ella me enseñó que "casa de renta, dinero tirado a la basura".
De modo que nunca nos faltó un techo; comida siempre hubo también, gracias a que mis hermanos mayores empezaron a trabajar y aportaban dinero para la subsistencia de toda la familia, nunca dejaré de agradecerles su sacrificio.
Mi madre se dedicó enteramente a sus hijos. Sin palabras, pero con acciones, nos dio ejemplo y nos formó como personas disciplinadas, responsables, trabajadoras, progresistas y de buen corazón, pero sobre todo, agradecidas: todos, de alguna manera u otra, vivimos siempre para recompensar a nuestra madre todos los sacrificios y penalidades que pasó para criarnos.
Desde hace aproximadamente una década, una niebla fue formándose poco a poco en su memoria, hasta volverse espesa e impenetrable. Lo fui notando en sus silencios inusuales, increíbles, inconcebibles. Todo el tiempo, tan pronto entraba yo en la casa, ella empezaba a hablar sin parar... con un gran entusiasmo me ponía al corriente de todo... después solo eran largos silencios y miradas al vacío que yo no comprendía.
Ello no concordaba con su aspecto fuerte y sano, pues llegó a sus últimos años sin diabetes, sin hipertensión... solo su corazón fue debilitándose poco a poco.
En el frío invierno del 2014 hubo que hospitalizarla a causa de una neumonía. Recuerdo aún las palabras de la doctora, advirtiéndome que me preparara y alistara los documentos, pues mi madre estaba en peligro de muerte. Pero se equivocó: ella no sabía que mi mamá era sumamente fuerte y que su momento aún no llegaba.
Pasó el tiempo. En estos últimos 3 o 4 años, su cuerpo siempre fuerte y recio empezó a debilitarse, poco a poco, se hizo más pequeña, la niebla en su memoria se hizo total, aunque con algunos destellos ocasionales de claridad.
Los últimos meses de su vida se convirtió en una madre extremadamente cariñosa; yo creo que este era su carácter natural, pero pocas veces lo demostró en vida, quizá por la infancia que vivió, tan desprovista de cariño, por haber crecido sin padres.
¡Ay! Cómo se alegraba mi corazón cuando llegaba a verla y veía cómo se le iluminaban los ojos, me hacía ademanes para que me acercara y poder abrazarme y besarme, me apretaba las manos, me decía "te quiero mucho" y "qué chulo m'hijo".

En uno de tantos desayunos, agosto de 2015.


En una o dos ocasiones tomó mi manó para besarla, como se hacía antes con las personas de respeto. Yo me sentí muy desconcertado e instintivamente pensé en retirar la mano, pero después me dije: ¿quién soy yo para impedírselo? No sabía si me estaba reconociendo o si me confundía con alguien más, pero la dejé hacer.
Sus cariños también los regalaba a mis hermanos y hermanas, a mi sobrina Mireya y a su hija Nicole, sus cuidadoras hasta el último día, a mis demás sobrinos, a sus nietos y bisnietos adorados.
Este último invierno no fue bueno con ella, pues volvió aquella enfermedad de aquel 2014, pero ahora mi madre había vuelto a ser una niña y su cuerpo menudito ya no pudo resistirla. Me tocó estar junto a ella, hacer todo lo posible por sacarla adelante con la ayuda de todos mis hermanos, administrarle medicamentos, atestiguando su cansancio con gran impotencia... pero a sus 93 años y medio había llegado el momento de despedirse de todos nosotros. Y descansó.
En el minuto final, mi hermana Lola, con gran devoción y cariño, ungió su cabeza con aceite y pronunció hermosas oraciones rogando a los ángeles que acudieran a su encuentro.

Aunque estoy en el otoño de mi vida, mi corazón de niño sufrió un gran dolor al quedarme sin la luz de mi vida. Me dicen que no llore, pero cómo no hacerlo, si ella para mí fue siempre mi universo. Como soy un hombre sin cónyuge ni hijos, pude dedicarle gran parte de mi tiempo: la llevé a varios viajes, incontables paseos aquí en la ciudad, la tuve de visita en las diferentes casas en que he vivido, disfrutamos muchos almuerzos, comidas y meriendas en restaurantes de toda la ciudad. En los últimos tiempos ya no fue posible salir a pasear, así que solo la acompañaba en su casa.
Digo que la acompañaba, pero digo mal: ella me acompañaba a mí. Ahora sé que era yo quien necesitaba su compañía, y por eso la procuraba tanto. En ocasiones el trabajo y otras ocupaciones me impedían ir a visitarla, podían pasar algunos días sin que fuera a verla, pero al poco tiempo sentía una imperiosa necesidad de verla y corría a su encuentro. ¿Por qué no habías venido? Esta era su pregunta... me la repitió muchas, muchas veces... no hace mucho fue la última vez, en uno de sus días de claridad mental.


Último cumpleaños,
31 de julio de 2020
.
Han sido días de lágrimas y tristeza, y sé que lloro por mí, porque me he quedado sin ella. También ha habido momentos de alegría, al saberla en un lugar mejor, donde algún día nos volveremos a encontrar. Ya fui a visitar su tumba; le agradecí todo lo que me dio y recordé todos los momentos que vivimos juntos. También le aseguré que voy a estar bien, que seré fuerte como ella me enseñó y le dije muy quedito que no me llame a su lado muy pronto, pues hay algunas cosas que quiero hacer.
Siempre la admiré. Pienso que si hubiera aprendido a leer y escribir sería una gran científica, una mujer de letras, una eminencia. Tengo tantas anécdotas, tantas vivencias hermosas a su lado que podría escribir un libro, esos recuerdos hermosos son los que me ayudan a ir encontrando consuelo poco a poco.
Hasta siempre, mi adorada mamacita, mi Nachita, mi universo, mi luz, mi todo.




7 comentarios:

  1. ¡Qué hermoso homenaje a una mujer extraordinaria! Que descanse en paz. Y para ti mi más sentido pésame.

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    1. Muchísimas gracias, de verdad... me reconfortan mucho tus palabras.

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  2. Me encantó Tino. No hay mejores palabras para Nachita.
    Te mando un abrazo grande.

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  3. Te dejo un abrazo tan fuerte de corazón a corazón para reconfortar un poco tu alma.

    Un abrazo Tino

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    1. Mi bien querida MaLquErida: recibo tu abrazo, cierro mis ojos y me siento muy reconfortado. Me da un gusto enorme leerte y tenerte por aquí de visita, hasta pronto.

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  4. Te mando un abrazo y espero que te sientas mejor.
    Que descanse en paz tu mamá!

    Con lo díficil que es esto, pues claro que puedes llorar, que salga el sentimiento. ¿Cómo no es triste ver irse a alguien a quien se ama?

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  5. Muchas gracias por tus palabras. La vida sigue, la tristeza sigue ahí, en un rinconcito.

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