viernes, junio 18, 2021

Mi odisea con la vacuna anticovid: primera dosis

 Terminó la espera, la angustia y el sufrimiento: ya recibí este lunes 14 de junio la segunda dosis de la vacuna anticovid.

A través de Twitter principalmente, pero también de los periódicos y los noticieros, desde hace meses he seguido muy de cerca toda la información sobre la pandemia, las investigaciones de los científicos y sus esfuerzos por desarrollar un tratamiento y una vacuna.

Cuando empezaron los ensayos de las primeras vacunas, estuve muy al tanto de las noticias para conocer los resultados; fue así que me enteré cuando empezaron a aplicarlas en Estados Unidos, en Israel y en los principales países europeos; incluso en Chile y Argentina, pero en México, para mi desesperación, las cosas iban muy lentas, hasta que por fin empezaron a aplicar al personal médico en la segunda quincena de diciembre de 2020. Luego seguirían los adultos mayores.

Las noticias eran confusas. Que si la Pfizer era la mejor. Que si la Astra Zeneca causaba trombos. Que si las vacunas chinas Sinovac y Cansino tenían muy baja efectividad. Para colmo, empezó a circular un video en el que se veía cómo una enfermera fingía aplicar la vacuna a una ancianita con una jeringa vacía... qué poca madre, ¿cuántos casos más habrán ocurrido, sin que haya habido evidencia videográfica?

También salió a relucir que los encargados de aplicar las vacunas sacaban siete dosis de cada vial, cuando Pfizer especificaba que la cantidad máxima de dosis por vial era de seis, por lo cual, a esas siete personas les dieron una dosis diluida, o bien a una de esas siete personas le aplicaron solo agua destilada.

Me causó indignación ese criminal manejo de las vacunas en mi país. Qué terrible es no poder confiar en las autoridades y tener que depender de ellas, pues en esta fase los laboratorios únicamente venden las vacunas a los gobiernos, pero no a las empresas privadas (farmacias, instituciones médicas, etc.).

Luego me enteré que, al menos en mi ciudad, cuando me tocara la aplicación de la vacuna, según mi rango de edad, lo más probable es que fuera de la marca Astra Zeneca. De modo que, al igual que muchos de mis concuidadanos, empecé a planear un viaje a Estados Unidos para recibir la vacuna con la confianza de que no me aplicaran solo aire o agua destilada. Además, allá podría seleccionar Pfizer, o inclusive Moderna o Janssen de una sola dosis (estas dos aún no están disponibles en México).

Al principio solo aplicaban las vacunas a ciudadanos estadounidenses, pero, en vista de que muchas personas las desdeñaron, las autoridades decidieron olvidarse de las restricciones y empezaron a aplicar las vacunas a quienes las solicitaran, fueran nacionales o extranjeros.

El viaje fue muy costoso, por varias razones. Para empezar, la frontera está cerrada para los viajes por carretera, de modo que no pude viajar en auto ni en autobús, sino en avión, lo cual incrementó el costo. Además, como no había un vuelo de regreso el mismo día, sino hasta el día siguiente, fue necesario rentar una habitación en un hotel.

Decidí tomarlo con la mejor actitud. Después de todo, me encanta viajar, y este sería mi primer viaje en casi dos años. El martes 25 de mayo abordé el avión con mucha emoción, y después de un corto viaje sin turbulencias aterricé en la ciudad de McAllen. Había elegido una farmacia Walgreens y una tienda Sam's como posibles sitios de aplicación de la vacuna (Pfizer y Moderna, respectivamente); pues no sabía con seguridad si me rechazarían por ser extranjero: el sitio web de Walgreens indicaba que al momento de aplicar la vacuna solicitarían una identificación estatal.

Días antes había visto en el mapa que Sam's estaba relativamente cerca del aeropuerto y Walgreens estaba decididamente lejos de este, pero por pereza e impaciencia no tomé nota exactamente de la distancia por recorrer y una vez allá, confundido, me dirigí como primera opción a Walgreens pensando erróneamente que era la más cercana.

Empecé a caminar bajo el sol, cada vez más intenso, y cuando decidí ubicar la dirección en el mapa me di cuenta que estaba lejísimos; en poco tiempo tenía la camisa empapada de sudor y, para colmo, había olvidado ponerme la gorra. Como ya sabía, en esta ciudad los taxis son escasos y no se ven circulando por doquier en las calles, como en México. Intenté marcar a una compañía de taxis, pero por alguna razón no salían llamadas de mi teléfono. Ni hablar, seguí caminando, ya sentía ampollas en los pies y rozaduras en la entrepierna. Por si fuera poco, empecé a sentir ansiedad: ¿y si me daba una insolación? ¿Quién me ayudaría, si iba solo? ¿Y si me desmayaba en plena calle? Terrible.

A falta de árboles en aquel desierto, buscaba afanosamente la sombra, así que trataba de caminar pegado a las fachadas de las tiendas, atravesando los estacionamientos y volviéndolos a atravesar para regresar a la calle... pasé por la oficina de cierta iglesia y me detuve un momento; salió una mujer y me preguntó que si necesitaba ayuda. Le contesté que solo necesitaba descansar un poco, pues me sentía muy acalorado, y la muy zorra me dijo que solo parara cinco minutos y siguiera caminando. Imbécil.

Poco más adelante estaba una tienda La Michoacana... sin pensarlo entré y me dirigí a los refrigeradores a comprar una botella de suero... el interior, climatizado, fue una refrescante delicia para mi acalorada humanidad. Casi por llegar a la caja también tomé una lata de agua de coco, que estaba exquisita. Con ambas bebidas me refresqué y conjuré el peligro de una deshidratación.

Seguí andando y se me ocurrió entrar a un HEB; la mujer de "servicio al cliente" se rehusó a hacer una llamada por mí, pero una amable mujer que atendía un módulo de venta de seguros se apiadó de mí y se ofreció a llamar a un taxi. Después de unos 45 minutos llegó Elia, una sonriente mujer, originaria de Reynosa pero nacionalizada estadounidense y propietaria de AAA Taxi, y me trasladó a Walgreens.

En Walgreens el proceso fue rapidísimo, y a pesar de que llegué más de 2 horas después de mi cita, me aplicaron la dosis de la vacuna Pfizer sin solicitar identificación estatal, solo mi pasaporte. Esperé unos minutos siguiendo la recomendación del clinician y posteriormente emprendí el camino de regreso, haciendo parada en Luby's para recetarme una muy merecida comida, y al terminar volví a llamar a Elia para que me llevara a mi hotel.

Para las 5:30 de la tarde ya estaba instalado, sin ninguna molestia y sin nada más que hacer que descansar y aburrirme de lo lindo. Sin auto, es simplemente imposible salir de paseo o de compras en esta ciudad. Por cierto, durante todo mi deambular vi una pequeña SUV que me encantó: la Hyundai Venue, que aún no está a la venta en México, pero que creo que sería un éxito de ventas.

Al día siguiente me levanté temprano, me volví a bañar y me fui a desayunar a mi restaurante preferido: el Denny's, ubicado a unos pasos del hotel. Después, hice una parada obligada en Ross, también a unos pasos, donde compré unos jeans y varias camisas. Regresé al hotel por mis cosas y emprendí la marcha al aeropuerto. Pude haber llamado al taxi, pero me sentía de maravilla y decidí caminar de nuevo; por supuesto, la distancia era mucho, mucho menor.

Cerca de ahí se encuentra Quinta Mazatlán, un santuario de aves del que jamás había oído hablar, pero que espero visitar en una próxima visita a este rancho. Llegué al aeropuerto con muy buen tiempo de anticipación, esperé cómodamente y a la hora prevista abordé el avión.

Después del despegue y justo antes de alcanzar la altitud necesaria, empezó una turbulencia ligera, pero que me tuvo durante largos minutos en un estado de ansiedad casi insoportable. La pequeña aeronave se sacudía, y sin poder ver más que nubes a mi alrededor, yo me desesperaba. Qué alivió sentí cuando se estabilizó; al prepararnos para aterrizar el piloto nos advirtió que habría turbulencia, pero esta fue mucho más ligera. Después de tantas aventuras en un solo día, un rato después me encontraba ya en mi ciudad. La segunda dosis me tocaría en 21 días... preferí no pensar en ello por el momento.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hola, Alexander, todo bien afortunadamente... pasamos por la tercera ola y hubo días de mucha inquietud, el virus acechando a mis más cercanos... pero todo está bien. Saludos, deseo que tú también te encuentres bien.

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