Coleccionista de Caballos

Siempre he admirado a las personas que coleccionan algún tipo de objeto decorativo: Quijotes, figuras de animales, cochecitos, cucharitas, monedas y billetes, máscaras, ángeles... siempre había deseado convertirme yo también en coleccionista, pero no se me ocurría de qué.
Mas ahora que estoy tan emocionado con el próximo inicio del Año del Caballo según el zodiaco chino, pues la respuesta llego por fín: ¡caballos!
La colección la inicié con dos pequeñas figuras que adquirí en una tienda de artesanías chinas, y ayer que visitaba un almacén, me llamó poderosamente la atención un pequeño caballo con acabado de mosaicos multicolores, fue amor a primera vista.
Pasé mis manos por su lomo, admirando su exquisita textura, apreciando sus bellos colores y su sereno porte, y luego lo coloqué de nuevo en su lugar. Empezaba a escuchar esas conocidas voces en mi mente. Una, muy tenue, me decía: "Regálatelo, te lo mereces, date el gusto". Y la otra voz, agresiva y malhumorada, me ordenaba: "Déjalo ahí y vámonos, es demasiado costoso y no lo necesitas absolutamente para nada, es un objeto inútil".
Cuántas veces he obedecido esta voz, pero ya no lo haré; sé que poco a poco se irá haciendo más inaudible, hasta que se extinga por completo. Así que, como lo he venido haciendo recientemente, como cuando aproveché el Buen Fin para comprarme un hermoso pantalón color vino, y la semana pasada ese chal tan calientito, de pura lana, tejido artesanalmente por manos oaxaqueñas, tomé a MI caballo cariñosamente en mis manos y me encaminé a la caja.
Hoy por la mañana le tomé una foto, y más tarde la publiqué en Facebook. Hasta ahora le ha gustado a varios de mis amigos, así que creo que tengo muy buen gusto. Ya vendrán más regalos. Ya vendrán más caballos. Pero sobre todo, más y más y más amor. Ahora lo sé.