martes, marzo 10, 2009

Gurudeva


El fin de semana alterné dos lecturas, muy distintas entre sí. Una de ellas es el libro Travesuras de Una Niña Mala, de Mario Vargas Llosa. Es de esas novelas que no puedes dejar de leer, de tan entretenidas, y afortunadamente pude dedicarle más tiempo ya que como mi carro está nuevamente en el taller, me traslado en camiones y aprovecho para leer.
Más que traviesa, la Niña Mala era una zorra sin sentimientos, falsa y calculadora, con profundos traumas iniciados en su niñez y unos fantásticos delirios de grandeza. Padecí el sufrimiento de Ricardo, quien la amó toda la vida a pesar de que ella sólo le daba migajas de su amor. El domingo di la vuelta a la última página, con un suspiro y una sensación gratificante, señal de que he disfrutado cada palabra leída.
El otro libro que inicié a leer es Autobiografía de un Yogui, de Paramhansa Yogananda, quien fue un gran maestro y gurú espiritual, propagador del yoga y la meditación en Occidente. Hace tiempo me recomendaron este libro, pero por alguna razón no me llamó la atención. Ahora que lo estoy leyendo lo estoy disfrutando mucho, y no puedo menos que comprobar que "cada cosa tiene su momento".
Estoy disfrutando mucho este relato, pues está escrito de una manera muy amena y divertida; no es para nada una lectura pesada o muy sesuda. Me quedé maravillado cuando relata que cuando era niñó conoció al maestro Swami Pranabananda, y en una ocasión en que fue a visitarlo comprobó que éste podía estar en dos lugares al mismo tiempo: mientras estaba meditando sentado junto al pequeño Mukunda (nombre de pila de Yogananda), otra versión suya caminaba cerca del río Ganges para advertirle a un hombre que viniera a ver a Mukunda.
Esta y otras historias igual o más impresionantes, como la de Swami Sohong, quien peleaba a cuerpo limpio con tigres de bengala, me tienen muy entretenido y aprendiendo mucho.
Leyendo este libro me transporto a la India, imaginando la intensa actividad de Kolkata y la belleza del Taj-Mahal en Agra, caminar esas mismas calles en las que han puesto sus pies santos y sabios maestros, el Budha mismo. Nunca lo había pensado, pero por un momento se me ocurrió, ¿qué tal sería abandonar absolutamente todo y largarme la India, trabajar en lo que sea y tener la oportunidad de trascender espiritualmente junto a sabios maestros? De imaginarlo hasta me da vértigo.
Lo que más me atraería sería encontrar a mi maestro espiritual, mi gurú, el destinado a develar todos los misterios, y llamarlo Gurudeva o Guruji mientras aprendo y crezco.

Felicidad Verdadera

En mi clase de meditación del sábado, Sangden dijo una frase que no puedo olvidar, pues me llegó como un baño de agua fría, un fuerte jalón de orejas, una pedrada. Decía que le asombra ver cómo algunas personas pueden dedicar tanto esfuerzo, empeño y sacrificio para prepararse para llegar a ser contorsionistas o fisiculturistas, actividades que no le traerán felicidad verdadera, y sin embargo cómo nosotros que estamos en el camino, escatimamos el tiempo que dedicamos a nuestro aprendizaje espiritual.
En mi caso, me sacó inmediatamente de la profunda somnolencia que me produce escuchar su español mal pronunciado y el calor que se siente en la librería donde se lleva a cabo la clase.
Me recordé que no es congruente tener tantos deseos de aprender a meditar verdaderamente y pasar no unos minutos sino horas absorto en esta actividad y disfrutar sus beneficios, y por otra parte posponer una y otra vez el momento de hacerlo con pretextos sin fin: estoy cansado, tengo sueño, no me puedo concentrar, estoy muy a gusto viendo la tele, mejor en la mañana lo hago, mejor en la noche lo hago, etc.
Analicé bien las cosas y decidí que, si no ponía una hora específica para meditar, no lo iba a lograr. Así lo hice y espero que me dé tan buen resultado como haber fijado una hora para mis ejercicios de yoga, que ya reinicié ayer porque ya casi desapareció mi dolor de espalda. Ahora los haré con más calma, sin esforzarme de más creyéndome el Súper Yogui.

Una Hora Más

Tengo un poco de sueño. Como mi trabajo diario es estar en contacto con clientes gringos y allá el Horario de Verano empezó el domingo pasado, pues decidí ponerme a la par y también adelanté mis relojes una hora.
Ayer lunes me levanté como de rayo al sonar la alarma y corrí a la sala a hacer mis ejercicios. Tzu-Chi normalmente está muy inquieto y se enreda entre mis piernas creyendo que estoy jugando, pero esta vez el pobre estaba tan adormilado que se fue detrás de mí pero sólo para seguir durmiendo cerca de mi tapete.
Aquí en México todavía faltan 3 ó 4 semanas para que empiece, así que mis compañeros de trabajo y la gente que está a mi alrededor se quedan extrañados, pero bueno, ya están acostumbrados a mis extravagancias. Como me dijo alguien, "antes muerto que sencillo".

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