Me pidió que lo acompañara a recoger una computadora, viaje rápido de ida y vuelta a Laredo, Texas. Hacía tiempo que los dos amigos, por una variedad de razones, principalmente demasiado trabajo, habíamos dejado de frecuentarnos como antes. Ya solo coincidíamos de cuando en cuando.. en algún puesto de tacos, charlas breves, apresuradas.
Pero ahora fue distinto. Mucho tiempo para hablar y para escuchar, kilómetros y kilómetros de carretera para ponernos al corriente, para reflexionar, para hablar sin prisas, de muchos temas y de muchas historias.
Una de ellas la puedo titular como "círculos de miseria". Empiezo a contarle la tristeza que me dio enterarme que Fénix ha vuelto a caer en las garras de las drogas, y para mantener ese vicio, ha vuelto a robar. Lo persiguen. Lo tienen amenazado de muerte. Ha robado hasta a quienes le han dado de comer. Tantos años en la cárcel, tantas ganas de volver a ser libre, tanta tristeza y lágrimas de su familia...
Muchos lo critican. Vicioso. Débil. Ratero. Flojo. No quiere salir adelante. No alcanzan a darse cuenta de los esfuerzos que ha hecho para ganarle la batalla al vicio, para mantenerse alejado, para mantenerse "limpio"... pero sin apoyo profesional y terapéutico, sin dinero, con una gran carencia afectiva, con resentimientos sin resolver, envuelto en la ignorancia, con la droga tan al alcance...
Me da tristeza su vida. Perseguido, atormentado por el vicio, huyendo, escondiéndose. Dominado por un vicio que lo arrastra a conductas que lo hacen mal hijo, mal padre, mal esposo. Repudiado. Ignorado. Queriendo salir del pozo, para volver a caer justo cuando se ve cerca la salida.
¿Cuáles son las causas? ¿Qué lo llevó a vivir así? ¿Por qué cayó en las drogas? ¿Por qué vivir esa existencia tan difícil? ¿Por qué no buscar la felicidad? Son muchas preguntas, pero las respuestas no las conozco. Cada cabeza es un mundo.
Un círculo de miseria, una cadena de errores que se perpetúa, pasa de generación en generación. Hasta que alguien quiera romper el círculo, salir a la luz, dejar atrás la miseria.
No pude dejar de pensar en los posibles orígenes. El adolescente Juan Camaney, que perdió a su padre en la flor de su juventud.No quiso estudiar, ¿para qué? Mejor la moto, la mota, la batería, las chicas fáciles que le daban las nalgas sin que se las pidiera. Ante los ojos curiosos de un niño, una tarde canicular Maruca se metió hasta la regadera, ansiosa de que Juan se la metiera.
Embarazó a Viridiana, una chica de apenas 14 años, que dejó de ir a la escuela cuando la panza ya era demasiado evidente. El papá se la fue a entregar. Ni siquiera le pidió que se casara, tan solo fue a botarla para que se encargara de ella y de la criatura en camino. Una boca menos que mantener, un problema menos que resolver.
Juan nunca la quiso, nunca la respetó. La golpeó, la humilló, la maltrató. La ignoró. Siguió su vida de casanova de barrio, una piojosa tras otra. Tuvo otra familia, cínicamente, descaradamente; le importaba un comino si Viridiana se enteraba o no. Con tantos golpes, ella mejor guardaba silencio. Y se llenó de hijos, que no tuvieron un padre cariñoso, un padre amable, un padre que expresara sus sentimientos. Fue un padre hosco, regañón, ausente, distante. Y quien más lo resintió fue Fénix, el hijo sándwich.
Él también embarazó a una muchacha joven, Amelia. Y cuando nació su niña, él ya andaba en las drogas, robando cosas para empeñarlas y conseguir dinero, para el pan, para las drogas... y lo metieron al bote. Encerrado se le fue la dorada juventud, lamentando no haber visto crecer a su niña. La mujer lo esperó un tiempo, pero después dejó de ir a visitarlo a la cárcel. Se consiguió otro hombre y tuvo un hijo de él. Los años pasaron.
Fénix salió. Su hija ya era una adolescente, que no lo veía con ojos cariñosos como cuando era una pequeña, él ya no era su padre, era un desconocido. Ella ya tenía novio, a los pocos meses se fue a vivir con él y... sí, quedó embarazada.
Fénix empezó a cortejar a Amelia (el otro hombre sólo le hizo un hijo y la abandonó poco después). Donde hubo fuego, cenizas quedan, dicen. Y ella se dejó conquistar de nuevo. Y al poco tiempo quedó embarazada.
Ronaldo, un primo de Fénix, le dio trabajo en su taller. Gracias a eso pudo mantener a su mujer. Trabajó con mucho ahínco, aprendió el oficio, se portaba bien. Fue honrado, y se ganó la confianza de su primo. Pero Fénix volvió a probar las drogas. Y volvió a robar. Primero, por allá lejos. Luego, robó herramienta del taller. Las cámaras de seguridad lo delataron. Estuvo a punto de robar un auto de un cliente, pero la falta de gasolina lo impidió. Huyó. Con una hija recién nacida, a punto de ser abuelo, traicionando la confianza de quienes le dieron de comer. Repudiado. Perseguido.
Círculos de miseria.
Mostrando las entradas con la etiqueta Reflexiones. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Reflexiones. Mostrar todas las entradas
sábado, mayo 27, 2017
viernes, febrero 24, 2017
Sólo Llorar Me Falta
Película: El Rebozo de Soledad (1952)
Con: Stella Inda, Arturo de Córdova, Pedro Armendáriz, Carlos López Moctezuma, Domingo Soler, Jaime Fernández, Rosaura Revueltas, entre otros.
Director: Roberto Gavaldón (por siempre Gavaldón).
A partir del minuto 56:50, antes y después del contundente e imperdible discurso con el que se defiende Soledad (Stella Inda) de los avances del abusivo Roque Suazo (Pedro Arméndariz), tan coherente y tan perfectamente articulado que lo deja sin defensa posible más allá de "hablas bonito, guacha, das en qué pensar", escuché una hermosa canción que por alguna razón que desconozco hizo eco en lo más profundo de mis emociones:
"Solo llorar
me falta para sufrir más
...
Si yo pudiera
hacerme mil pedazos
para que vean
como está mi corazón.
...
...
En el campo están
las aves cantan tristes
de verme llorar
triste y sin consuelo.
Alzo los ojos
los dirijo al cielo,
por Dios que mi vida
tan penosa paso yo".
Qué hermosura de canción mexicana, quedé subyugado por los acordes de violín, por el dueto de voces, que se distinguen y se complementan, por las palabras que transmite una gran desesperanza...
Cómo me pasa muy frecuentemente, me embarqué en una búsqueda de esas casi imposibles, tratando de encontrar más información sobre esta canción, así como una grabación completa y más clara. Hasta ahora la búsqueda ha sido infructuosa. Solo encontré como referencia el libro "Cancionero Michoacano: 1830-1940 Canciones, cantos, coplas y corridos", de Álvaro Ochoa Serano y Herón Pérez Martínez y editado por El Colegio de Michoacán, el cual la incluye en la página 182.
Tal vez se una canción de dominio público, de esas cuyo autor se desconoce... ay, pero cómo me gustaría poder escucharla completa; mientras pienso me transporto a algún bello rincón de nuestro campo mexicano, mirando hacia el cielo que se pinta con los últimos colores de un atardecer mientras mis oídos se deleitan escuchando las notas y las voces de esta sentida canción...
Con: Stella Inda, Arturo de Córdova, Pedro Armendáriz, Carlos López Moctezuma, Domingo Soler, Jaime Fernández, Rosaura Revueltas, entre otros.
Director: Roberto Gavaldón (por siempre Gavaldón).
A partir del minuto 56:50, antes y después del contundente e imperdible discurso con el que se defiende Soledad (Stella Inda) de los avances del abusivo Roque Suazo (Pedro Arméndariz), tan coherente y tan perfectamente articulado que lo deja sin defensa posible más allá de "hablas bonito, guacha, das en qué pensar", escuché una hermosa canción que por alguna razón que desconozco hizo eco en lo más profundo de mis emociones:
"Solo llorar
me falta para sufrir más
...
Si yo pudiera
hacerme mil pedazos
para que vean
como está mi corazón.
...
...
En el campo están
las aves cantan tristes
de verme llorar
triste y sin consuelo.
Alzo los ojos
los dirijo al cielo,
por Dios que mi vida
tan penosa paso yo".
Qué hermosura de canción mexicana, quedé subyugado por los acordes de violín, por el dueto de voces, que se distinguen y se complementan, por las palabras que transmite una gran desesperanza...
Cómo me pasa muy frecuentemente, me embarqué en una búsqueda de esas casi imposibles, tratando de encontrar más información sobre esta canción, así como una grabación completa y más clara. Hasta ahora la búsqueda ha sido infructuosa. Solo encontré como referencia el libro "Cancionero Michoacano: 1830-1940 Canciones, cantos, coplas y corridos", de Álvaro Ochoa Serano y Herón Pérez Martínez y editado por El Colegio de Michoacán, el cual la incluye en la página 182.
Tal vez se una canción de dominio público, de esas cuyo autor se desconoce... ay, pero cómo me gustaría poder escucharla completa; mientras pienso me transporto a algún bello rincón de nuestro campo mexicano, mirando hacia el cielo que se pinta con los últimos colores de un atardecer mientras mis oídos se deleitan escuchando las notas y las voces de esta sentida canción...
martes, junio 16, 2015
Amo los Domingos
Me puse a revisar mis entradas anteriores y, sorprendentemente, no había escrito sobre este tema: amo los domingos, son mi día favorito y lo espero toda la semana para realizar, idealmente, solamente actividades que me produzcan placer y me hagan sentir vivo y feliz. Desafortunadamente, a veces no planeo bien las cosas y me encuentro desperdiciando mi precioso domingo inmerso en actividades que bien podría hacer otro día, o nunca, como hacer el aseo, acudir a reuniones aburridas, etc.
¿Tendrá algo que ver que nací en un domingo? Y no cualquier domingo, sino precisamente en un Domingo de Ramos. No lo sé, pero desde que tengo memoria, el domingo es casi el único día que despierto invariablemente con una sonrisa...
Antes de levantarme de la cama pienso en todas las cosas que desearía hacer este domingo: ir al parque a caminar con mis perros un poco antes de que salga el sol, tomar un desayuno delicioso, bañarme, ponerme la ropa que me gusta más, ir temprano a la iglesia, salir a algún paseo, ir al centro de la ciudad, comer con mi familia, visitar una librería, pasear en bicicleta, visitar a mi mamá, ir a algún gran parque y echarme sobre la hierba debajo de un frondoso árbol, bañarme en un río o cuando menos en alguna alberca, ir al cine a ver una buena película, platicar con mis amigos... ¡ay!...
Amo los domingos desde que era niño... eran los días en que mis hermanas casadas iban a visitar a mi mamá, la casa se llenaba de gente, de pláticas y de risas, jugaba con mis sobrinos, y en muchas ocasiones nos llevaban de paseo.
Recuerdo que era todo un deleite... hasta que se ponía el sol, se hacía de noche, y precisamente a esas horas recordaba que no había hecho la tarea. En esos años infantiles, qué angustia sentía al saber que no podría llevar la tarea al día siguiente, pues las papelerías estaban cerradas y no podría ir a comprar las estampas o lo que hubieran pedido los maestros. Eran otros tiempos.
Y esa angustia del fin del domingo se me quedó muy grabada, tanto, que marcó mis domingos durante muchos, muchos años... incluso en la actualidad, apenas distingo las primeras sombras de la noche y empiezo a sentir esa inquietud, el domingo se esfuma, se desvanece como polvo entre los dedos.
Por cierto, los domingos detesto encerrarme en un lugar como el cine cuando el sol resplandece en el cielo, y salir cuando ya es de noche. No me gusta nada, siento que desperdicié una gran parte del domingo, aunque hayan sido menos de dos horas... pero de cualquier manera, cuando ya es de noche, ya no es domingo, pero tampoco lunes, de modo que los domingos prefiero disfrutar hasta el último rayo de sol.
Los domingos me gusta manejar, especialmente temprano por la mañana, porque no hay mucho tráfico, las calles están casi vacías. Por la noche no, porque ya los conductores manejan de regreso a sus casas, apurados, malhumorados, apresurados, algunos borrachos... a ellos también se les acabó el domingo.
El día de mi boda, fue un domingo a las 12 del día, pues yo no quería que fuera como todas las demás bodas en esta ciudad: un sábado a las 6 o 7 de la tarde. Quería que fuera una boda diferente y especial, y vaya que lo fue, un día muy, pero muy feliz para todos.
Tengo un poco más de un año de asistir a una iglesia en la cual el servicio es a las 6 de la tarde, y aunque me gusta congregarme, saludar a mis amigos y algunas veces ir a cenar o al cine después, muchas veces voy a fuerzas, estoy y no estoy porque quisiera estar en otro lado: es que el grupo ciclista urbano al que deseo integrarme desde hace mucho organiza pedaleadas todos los domingos, precisamente a las 6 de la tarde.
Y como la iglesia no tiene planes de abrir un servicio el domingo por la mañana, ni el grupo ciclista desea organizar las reuniones los sábados o por la mañana del domingo... pues me sentía muy desesperado, porque no quiero dejar de acudir a ninguna de las dos reuniones. Y aunque la solución era muy simple, apenas lo acabo de decidir hace dos domingos: asistiré un domingo a la iglesia y otro domingo a la pedaleada. Yo, feliz.
¿Tendrá algo que ver que nací en un domingo? Y no cualquier domingo, sino precisamente en un Domingo de Ramos. No lo sé, pero desde que tengo memoria, el domingo es casi el único día que despierto invariablemente con una sonrisa...
Antes de levantarme de la cama pienso en todas las cosas que desearía hacer este domingo: ir al parque a caminar con mis perros un poco antes de que salga el sol, tomar un desayuno delicioso, bañarme, ponerme la ropa que me gusta más, ir temprano a la iglesia, salir a algún paseo, ir al centro de la ciudad, comer con mi familia, visitar una librería, pasear en bicicleta, visitar a mi mamá, ir a algún gran parque y echarme sobre la hierba debajo de un frondoso árbol, bañarme en un río o cuando menos en alguna alberca, ir al cine a ver una buena película, platicar con mis amigos... ¡ay!...
Amo los domingos desde que era niño... eran los días en que mis hermanas casadas iban a visitar a mi mamá, la casa se llenaba de gente, de pláticas y de risas, jugaba con mis sobrinos, y en muchas ocasiones nos llevaban de paseo.
Recuerdo que era todo un deleite... hasta que se ponía el sol, se hacía de noche, y precisamente a esas horas recordaba que no había hecho la tarea. En esos años infantiles, qué angustia sentía al saber que no podría llevar la tarea al día siguiente, pues las papelerías estaban cerradas y no podría ir a comprar las estampas o lo que hubieran pedido los maestros. Eran otros tiempos.
Y esa angustia del fin del domingo se me quedó muy grabada, tanto, que marcó mis domingos durante muchos, muchos años... incluso en la actualidad, apenas distingo las primeras sombras de la noche y empiezo a sentir esa inquietud, el domingo se esfuma, se desvanece como polvo entre los dedos.
Por cierto, los domingos detesto encerrarme en un lugar como el cine cuando el sol resplandece en el cielo, y salir cuando ya es de noche. No me gusta nada, siento que desperdicié una gran parte del domingo, aunque hayan sido menos de dos horas... pero de cualquier manera, cuando ya es de noche, ya no es domingo, pero tampoco lunes, de modo que los domingos prefiero disfrutar hasta el último rayo de sol.
Los domingos me gusta manejar, especialmente temprano por la mañana, porque no hay mucho tráfico, las calles están casi vacías. Por la noche no, porque ya los conductores manejan de regreso a sus casas, apurados, malhumorados, apresurados, algunos borrachos... a ellos también se les acabó el domingo.
El día de mi boda, fue un domingo a las 12 del día, pues yo no quería que fuera como todas las demás bodas en esta ciudad: un sábado a las 6 o 7 de la tarde. Quería que fuera una boda diferente y especial, y vaya que lo fue, un día muy, pero muy feliz para todos.

Y como la iglesia no tiene planes de abrir un servicio el domingo por la mañana, ni el grupo ciclista desea organizar las reuniones los sábados o por la mañana del domingo... pues me sentía muy desesperado, porque no quiero dejar de acudir a ninguna de las dos reuniones. Y aunque la solución era muy simple, apenas lo acabo de decidir hace dos domingos: asistiré un domingo a la iglesia y otro domingo a la pedaleada. Yo, feliz.
viernes, mayo 08, 2015
Mi Vida Está de Cabeza
Cómo batallé para decidirme por un título para esta entrada. "Hecho Trizas", me pareció exagerado. "Mi Vida al Revés", quizá no es muy comprensible. "Todo Cambió", demasiado gastada la frase. No encontré unas tres o cuatro palabras que describieran lo que le sucede a la superficie de un estanque cuando alguien arroja una piedra... así que me decidí por "Mi Vida Está de Cabeza".
Y así es precisamente como me siento, desde hace varios meses. Ha sido tan abrumador que ni siquiera me atrevía a hablar de ello aquí. Mi vida está así como la superficie del estanque después de que arrojaron la piedra: lo que era transparente se enturbió, la tranquilidad se volvió caos, las ondas que recorren la superficie siguen reflejando la conmoción de las profundidades. En algún momento se detendrán y todo volverá a la tranquilidad, pero, ¿cuándo?
Quién sabe cuál será el origen de todo esto, estoy tan confundido que casi casi ya no sé quién soy, qué quiero, hacia dónde deseo ir. Los cambios han sido muchos. Y la cercanía de mi cumpleaños número 50 en 2016 no ayuda nada...
Creo que todo se empezó a desmoronar después de la Navidad pasada, cuando mi mamá enfermó de neumonía y hubo que hospitalizarla. Tardó en recuperarse pero su fortaleza la hizo ganar la batalla y en los primeros días de enero regresó a casa. No había pasado una semana cuando falleció súbitamente mi hermana mayor, Carmen, mi segunda madre; era ella quien se había quedado al cuidado de mamá.
Creemos que se asustó mucho porque esa madrugada mi mamá se había caído de la cama; la verdad es que su salud estaba muy deteriorada, aunque no lo aparentara y jamás lo mencionara; también hay que decir que hacía 23 años había sufrido otro infarto. Lo cierto es que su muerte me dejó destrozado; me sentí agredido, despojado, robado. Fui corriendo al hospital, abandoné el auto en una calle cualquiera y proseguí a pie, ahogándome... pero ya no la pude alcanzar y eso me es tan difícil de superar.
Logré llegar al cuarto dónde la tenían, y al correr la cortina vi su cuerpo sin vida... pero ya no me acerqué, no quise profanar su desnudez, no quise ver sus ojos sin ese brillo que siempre tuvieron, su rostro sin esa sonrisa alegre y cariñosa que siempre nos regaló...
Recuperarse de una pérdida tan grande no es nada fácil. No estaba preparado, como tampoco lo estaba Mireya, su hija, ni mis hermanos, ni mis hermanas. Todos hemos estado sufriendo por su partida, cada quien a su manera, pero desafortunadamente esta piedra en el estanque hizo que afloraron resentimientos y reclamos, viejas ofensas resucitaron, y ha habido enfrentamientos que han estado a punto de dividir a la familia. Yo espero que vuelva la calma. Que reinen el perdón y la paz.
A finales de marzo dejé el empleo que había tenido por cinco años, pues acepté sin mucho pensarlo un nuevo proyecto que me ofrecieron. Era la oportunidad que esperaba, ya estaba cansado de pasar la mayor parte de mi vida en un sótano maloliente, sofocado con el aire irrespirable y podrido del baño que estaba a unos cuantos pasos de la puerta, de la humedad de las paredes desconchadas y de la madera haciéndose polvo a causa de las polillas. Literalmente, quería ver la luz y respirar aire fresco, así que me fui.
Después de todo, para progresar hay que salir de la zona de confort, ¿o no? Pero no sabía que iba a resultar tan difícil adaptarme a este cambio. Mi ambiente de trabajo es más bonito, hay un bello jardín, tengo mi propia oficina y disfruto de un horario totalmente flexible. Estoy iniciando un proyecto totalmente nuevo, que no se parece a nada que haya hecho antes. Es algo completamente distinto, y de pronto me asusta la idea de que no voy a lograr el éxito, de que no tengo lo que se necesita para sacarlo adelante.
Y me dan unas ganas de correr, de tomar el primer avión o el primer autobús a un lugar lejano... lejos de este proyecto que me da miedo, de mi madre a quien amo con todo mi corazón, pero cuya fragilidad de anciana, cuya memoria extraviada no resisto ver... lejos de las peleas familiares, de la rutina, de no saber qué hacer, de mi enfermedad, de mis miedos. He estado muy desorientado y ya casi no me reconozco. Seguir aquí, continuar caminando hacia adelante me ha costado un gran esfuerzo, y es por eso que estoy tan agotado.
Sé que sería bueno hacer ejercicio, pero no me puedo concentrar; como nunca, a todas horas del día me siento agotado y con sueño.
Lo peor es que por buscar un falso escape a este remolino de confusión, ansiedad y desesperación cometí un grave error y lastimé profundamente a mi pareja. Ésto me ha hecho enfrentarme a temas que por cobardía y por falta de asertividad había estado posponiendo. ¿Qué es lo busco en una relación? ¿Qué necesito? ¿Por qué sigo cometiendo los mismos errores? ¿Por qué no puedo profundizar? ¿Será que de plano soy incapaz de sentir amor? En fin... No sé lo que vaya a pasar, hay que empezar a hablar de tantas cosas que se dejaron de hablar. Lo único que deseo es tratar de enmendar el error y compensar los daños, de alguna manera. A pesar de las diferencias, subsiste un enorme cariño y mi deseo de que sea feliz y que prospere.
Y así es precisamente como me siento, desde hace varios meses. Ha sido tan abrumador que ni siquiera me atrevía a hablar de ello aquí. Mi vida está así como la superficie del estanque después de que arrojaron la piedra: lo que era transparente se enturbió, la tranquilidad se volvió caos, las ondas que recorren la superficie siguen reflejando la conmoción de las profundidades. En algún momento se detendrán y todo volverá a la tranquilidad, pero, ¿cuándo?
Quién sabe cuál será el origen de todo esto, estoy tan confundido que casi casi ya no sé quién soy, qué quiero, hacia dónde deseo ir. Los cambios han sido muchos. Y la cercanía de mi cumpleaños número 50 en 2016 no ayuda nada...
Creo que todo se empezó a desmoronar después de la Navidad pasada, cuando mi mamá enfermó de neumonía y hubo que hospitalizarla. Tardó en recuperarse pero su fortaleza la hizo ganar la batalla y en los primeros días de enero regresó a casa. No había pasado una semana cuando falleció súbitamente mi hermana mayor, Carmen, mi segunda madre; era ella quien se había quedado al cuidado de mamá.
Creemos que se asustó mucho porque esa madrugada mi mamá se había caído de la cama; la verdad es que su salud estaba muy deteriorada, aunque no lo aparentara y jamás lo mencionara; también hay que decir que hacía 23 años había sufrido otro infarto. Lo cierto es que su muerte me dejó destrozado; me sentí agredido, despojado, robado. Fui corriendo al hospital, abandoné el auto en una calle cualquiera y proseguí a pie, ahogándome... pero ya no la pude alcanzar y eso me es tan difícil de superar.
Logré llegar al cuarto dónde la tenían, y al correr la cortina vi su cuerpo sin vida... pero ya no me acerqué, no quise profanar su desnudez, no quise ver sus ojos sin ese brillo que siempre tuvieron, su rostro sin esa sonrisa alegre y cariñosa que siempre nos regaló...
Recuperarse de una pérdida tan grande no es nada fácil. No estaba preparado, como tampoco lo estaba Mireya, su hija, ni mis hermanos, ni mis hermanas. Todos hemos estado sufriendo por su partida, cada quien a su manera, pero desafortunadamente esta piedra en el estanque hizo que afloraron resentimientos y reclamos, viejas ofensas resucitaron, y ha habido enfrentamientos que han estado a punto de dividir a la familia. Yo espero que vuelva la calma. Que reinen el perdón y la paz.
A finales de marzo dejé el empleo que había tenido por cinco años, pues acepté sin mucho pensarlo un nuevo proyecto que me ofrecieron. Era la oportunidad que esperaba, ya estaba cansado de pasar la mayor parte de mi vida en un sótano maloliente, sofocado con el aire irrespirable y podrido del baño que estaba a unos cuantos pasos de la puerta, de la humedad de las paredes desconchadas y de la madera haciéndose polvo a causa de las polillas. Literalmente, quería ver la luz y respirar aire fresco, así que me fui.
Después de todo, para progresar hay que salir de la zona de confort, ¿o no? Pero no sabía que iba a resultar tan difícil adaptarme a este cambio. Mi ambiente de trabajo es más bonito, hay un bello jardín, tengo mi propia oficina y disfruto de un horario totalmente flexible. Estoy iniciando un proyecto totalmente nuevo, que no se parece a nada que haya hecho antes. Es algo completamente distinto, y de pronto me asusta la idea de que no voy a lograr el éxito, de que no tengo lo que se necesita para sacarlo adelante.
Y me dan unas ganas de correr, de tomar el primer avión o el primer autobús a un lugar lejano... lejos de este proyecto que me da miedo, de mi madre a quien amo con todo mi corazón, pero cuya fragilidad de anciana, cuya memoria extraviada no resisto ver... lejos de las peleas familiares, de la rutina, de no saber qué hacer, de mi enfermedad, de mis miedos. He estado muy desorientado y ya casi no me reconozco. Seguir aquí, continuar caminando hacia adelante me ha costado un gran esfuerzo, y es por eso que estoy tan agotado.
Sé que sería bueno hacer ejercicio, pero no me puedo concentrar; como nunca, a todas horas del día me siento agotado y con sueño.
Lo peor es que por buscar un falso escape a este remolino de confusión, ansiedad y desesperación cometí un grave error y lastimé profundamente a mi pareja. Ésto me ha hecho enfrentarme a temas que por cobardía y por falta de asertividad había estado posponiendo. ¿Qué es lo busco en una relación? ¿Qué necesito? ¿Por qué sigo cometiendo los mismos errores? ¿Por qué no puedo profundizar? ¿Será que de plano soy incapaz de sentir amor? En fin... No sé lo que vaya a pasar, hay que empezar a hablar de tantas cosas que se dejaron de hablar. Lo único que deseo es tratar de enmendar el error y compensar los daños, de alguna manera. A pesar de las diferencias, subsiste un enorme cariño y mi deseo de que sea feliz y que prospere.
sábado, marzo 28, 2015
Terminó el Largo Invierno
Y sí, ya es primavera por fin. Todavía las mañanas son frías, pero este sol esplendoroso ya va dejando atrás los estragos que causó este invierno, que me parece que ha sido el más crudo de mi vida. Y no porque haya habido grandes tormentas de nieve, no, pues en estas latitudes no suele caer nieve. Pero sí hubo mucho frío, y lluvia, tristezas, grandes pérdidas, desolación. No se quería ir este invierno, pero ya se fue por fin.
La claridad de los nuevos días refleja una realidad distinta. Los árboles se van llenando de hojas otra vez. Durante la oscuridad del invierno sucedieron muchas cosas, el tiempo siguió transcurriendo, aunque a mí me pareciera que se había estancado.
Hace más de un mes dejé de trabajar en la compañía con la que estuve durante más de cinco años. Fue difícil decidirme a salir de la zona de confort, pero afortunadamente se me presentó una oportunidad de crecimiento y no dudé en aceptarla. Aunque tenía un miedo natural a lo desconocido, me decidí a decir adiós, a cerrar un capítulo importante de mi vida laboral.
Mi mayor felicidad fue darme cuenta de que nunca más volvería a esa oficina en aquél sótano húmedo y asfixiante, donde poco a poco me fui haciendo gris, invisible, ajeno a lo que estuviera sucediendo en los demás departamentos. Cómo me hacía falta la luz del sol, el aire fresco. Realmente no sé cómo pude aguantar tanto tiempo en aquel ambiente irrespirable.
Ahora es distinto: puedo trabajar en una bonita oficina, o en un jardín o en mi casa... nunca más un estúpido reloj checador ni horarios esclavizantes. Trabajar para vivir, y no vivir para trabajar.
No dejo de extrañar a mi hermana Carmen, pues no me he repuesto del todo de su partida tan repentina, que me dejó devastado, con tantas cosas por decir, con tantos abrazos, tantos besos. Lamento no haber platicado más con ella, conocer sus sueños, sus ilusiones, sus lamentaciones. Lamento no haberla invitado a beber unas cervezas, cantar canciones que le gustaran, acudir juntos a un buen espectáculo. Cómo me gustaría haberla llevado a ver un show travesti... pienso que se hubiera divertido mucho.
Pero ya no está. Me dio mucho amor, y yo también le dí amor y un gran respeto, mi apoyo incondicional y constante. Pienso que no le gustaría verme triste, así es que me pongo una sonrisa en el rostro y salgo a abrazar a la vida, a trabajar, a apreciar todas las cosas buenas que Dios nos regala. Ahora me preocupo más por hacer lo que es verdaderamente importante. Pasar el tiempo haciendo lo que yo quiero y conviviendo con las personas que yo quiero. Todavía no lo hago muy bien, pero ahora trato de decir "te quiero" con más frecuencia.
La dura realidad me ha hecho comprender que cada día puede ser el último. Es un tema que escuchamos con mucha frecuencia, pero al poco rato lo olvidamos y seguimos inmersos en las cosas que no son importantes, en las envidias y rencores que consumen la vida, en los excesos, en la soberbia, absortos en el trabajo, en las preocupaciones, con la razón nublada por la televisión.
La semana pasada encontré en el baño de un restaurante un cartel con una larga e interesante reflexión, que en resumen dice que no hay que dejar las cosas para mañana, porque mañana puede ser tarde, muy tarde. Así que procuro recordar que mi momento es este momento, no el de ayer ni el de mañana, la vida esta aquí. Y ya dejaré de escribir porque allá afuera el sol está hermoso, el aire es tibio y huele a azahares y a primavera.
La claridad de los nuevos días refleja una realidad distinta. Los árboles se van llenando de hojas otra vez. Durante la oscuridad del invierno sucedieron muchas cosas, el tiempo siguió transcurriendo, aunque a mí me pareciera que se había estancado.
Hace más de un mes dejé de trabajar en la compañía con la que estuve durante más de cinco años. Fue difícil decidirme a salir de la zona de confort, pero afortunadamente se me presentó una oportunidad de crecimiento y no dudé en aceptarla. Aunque tenía un miedo natural a lo desconocido, me decidí a decir adiós, a cerrar un capítulo importante de mi vida laboral.
Mi mayor felicidad fue darme cuenta de que nunca más volvería a esa oficina en aquél sótano húmedo y asfixiante, donde poco a poco me fui haciendo gris, invisible, ajeno a lo que estuviera sucediendo en los demás departamentos. Cómo me hacía falta la luz del sol, el aire fresco. Realmente no sé cómo pude aguantar tanto tiempo en aquel ambiente irrespirable.
Ahora es distinto: puedo trabajar en una bonita oficina, o en un jardín o en mi casa... nunca más un estúpido reloj checador ni horarios esclavizantes. Trabajar para vivir, y no vivir para trabajar.
No dejo de extrañar a mi hermana Carmen, pues no me he repuesto del todo de su partida tan repentina, que me dejó devastado, con tantas cosas por decir, con tantos abrazos, tantos besos. Lamento no haber platicado más con ella, conocer sus sueños, sus ilusiones, sus lamentaciones. Lamento no haberla invitado a beber unas cervezas, cantar canciones que le gustaran, acudir juntos a un buen espectáculo. Cómo me gustaría haberla llevado a ver un show travesti... pienso que se hubiera divertido mucho.
Pero ya no está. Me dio mucho amor, y yo también le dí amor y un gran respeto, mi apoyo incondicional y constante. Pienso que no le gustaría verme triste, así es que me pongo una sonrisa en el rostro y salgo a abrazar a la vida, a trabajar, a apreciar todas las cosas buenas que Dios nos regala. Ahora me preocupo más por hacer lo que es verdaderamente importante. Pasar el tiempo haciendo lo que yo quiero y conviviendo con las personas que yo quiero. Todavía no lo hago muy bien, pero ahora trato de decir "te quiero" con más frecuencia.
La dura realidad me ha hecho comprender que cada día puede ser el último. Es un tema que escuchamos con mucha frecuencia, pero al poco rato lo olvidamos y seguimos inmersos en las cosas que no son importantes, en las envidias y rencores que consumen la vida, en los excesos, en la soberbia, absortos en el trabajo, en las preocupaciones, con la razón nublada por la televisión.
La semana pasada encontré en el baño de un restaurante un cartel con una larga e interesante reflexión, que en resumen dice que no hay que dejar las cosas para mañana, porque mañana puede ser tarde, muy tarde. Así que procuro recordar que mi momento es este momento, no el de ayer ni el de mañana, la vida esta aquí. Y ya dejaré de escribir porque allá afuera el sol está hermoso, el aire es tibio y huele a azahares y a primavera.
lunes, abril 07, 2014
48 Abriles
Ya pasó mi cumpleaños: el día 3 llegué a los 48 abriles. Un
día antes estuve un poco pensativo, a ratos deprimido, a ratos inquieto. Muchos
me dicen “estás muy joven”, pero de sobra sé que la primavera ya pasó, y el
verano, o ya terminó o está llegando a su fin. Ahora es el momento de prepararse
para el otoño.
Tal vez porque en nuestra sociedad se rinde culto a la juventud
y se menosprecia lo viejo, lo antiguo, desde hace algún tiempo veo a los
hombres y mujeres de veintitantos años y anhelo volver a vivir esa dorada juventud,
tener ese cuerpo esbelto, firme, tantos planes por delante: el primer auto, la
primera casa, el primer gran trabajo, el primer amor de verdad.
“Juventud, divino tesoro…”, dice el poema de Rubén Darío.
Evoco esos años cuando mi libro tenía tantas hojas en blanco, carreteras por
recorrer, tantas alegrías por experimentar y alguna que otra tristeza también. Los
años pasaron y con ellos llegaron innumerables experiencias a mi vida.
A veces, al recorrer las calles, las tiendas, restaurantes y
paseos de la ciudad en la que he vivido toda mi vida, me pongo a pensar que ya
he estado ahí tantas y tantas veces, de niño, de joven, de adulto, en tantos y
tantos momentos de mi vida, solo y con diferentes personas, con lluvia, con
sol, con frío; noto que el paisaje ha sufrido cambios superficiales, pero en el
fondo sigue siendo el mismo, y de pronto la sensación de ahogo es tan fuerte
que quisiera alejarme, alejarme y hacer la segunda parte de mi vida en un lugar
completamente diferente donde no haya tantos recuerdos. Sé que esto último ya
lo he dicho en otras ocasiones, pero de alguna manera todavía no ha llegado el
momento adecuado. Sé que llegará.
Estoy melancólico, pero creo que es natural cuando uno llega
a cierta etapa de su vida; no, no me voy a suicidar tirándome de un puente, ni
tampoco voy a vivir amargándome el resto de mi existencia. Simplemente quise
expresar en palabras lo que está pasando por mi mente. Mañana será otro día, y
me olvidaré de todo esto.
Lo bueno es que también he aprendido a ver el lado bonito de
las cosas, de modo que si me pusiera a contar todas las bendiciones que he
recibido a lo largo de mi vida, necesitaría mucho espacio en este blog… hay
tanto que agradecer. Primeramente, haber podido llegar a este momento de mi
vida, pues hay otros de mi generación que ya no están aquí. En más de un
sentido, tomando en cuenta ciertos sucesos que han puesto en peligro mi
existencia, soy todo un sobreviviente.
Doy gracias porque todavía tengo a mi mamá, a quien quiere
mucho; además, porque formo parte de una gran familia en la que por encima de
todo prevalece el cariño y el respeto entre sus miembros. He tenido la
oportunidad de viajar a lugares muy hermosos en mi país y en el extranjero, he
tenido empleos que me han hecho crecer mucho, he conocido a muchísimas personas
buenas que han aportado experiencias muy bellas a mi vida, algunos se han
quedado para siempre conmigo y son mis amigos más entrañables.
En una etapa temprana de mi vida aprendí a hablar inglés, y
esto me ha abierto muchas puertas y me ha permitido tener más amigos, pero
sobre todo me ha dado la fortuna de dedicarme a un empleo que me apasiona: la
traducción. Tengo un talento y una facilidad para aprender lenguas extranjeras,
y esto me ha dado grandes satisfacciones. Aún recuerdo cómo la expresión
severa, inclusive beligerante de los parisinos, hartos de las hordas de turistas
que preguntaban las cosas en inglés, daba paso a una sonrisa feliz al
escucharme hablar en un titubeante francés.
Soy afortunado por tener un espíritu de lucha, de ir siempre
hacia adelante, de levantarme de las caídas una y otra vez, de poseer una
insaciable curiosidad de saber más, de aprender a ser mejor, de mejorar cada
día. Y eso es lo que haré, con los años que me quedan.
jueves, enero 02, 2014
2014 is Here. Now What?
It's funny how short-lived a big celebration like Christmas can be. In an instant, all the rush of the previous weeks, the frantic searches for the perfect present, the carols, the get-togethers, the wishes are gone. And what's left of all that?
New Year's Eve celebration also came and went. Today is January 2nd, 2014. Yes, 2014. And I'm feeling like I have a huge blank page in front of me, but I don't have the slightest idea what I'm going to write. And right now this is overwhelming. I hope it gets better as time goes by.
I feel a little confused, as it usually happens after a holiday -- I lose track of the days. Is it Thursday or Monday? Things are slow because most people are still on vacation, and this adds to my feeling bored.
Bored. I usually get irritated at people who announce "I'm bored" on their Facebook walls -- there are just so many thing to do in this world. But now, surprisingly, it is me who feels bored. Am I really bored? Perhaps I'm afraid, tired, thirsty, hungry, and in need of some more sleep.
But I won't let myself be trapped by this... melancholy. 2014 is a brand new year, and I'm determined to make it a great one. 2013 was a tough year, but it was also full of lessons that I've learned well. And these are great tools to enjoy 2014.
Life's too short to spend it in sad thoughts, so let's move on and start living and enjoying a happy 2014!
New Year's Eve celebration also came and went. Today is January 2nd, 2014. Yes, 2014. And I'm feeling like I have a huge blank page in front of me, but I don't have the slightest idea what I'm going to write. And right now this is overwhelming. I hope it gets better as time goes by.
I feel a little confused, as it usually happens after a holiday -- I lose track of the days. Is it Thursday or Monday? Things are slow because most people are still on vacation, and this adds to my feeling bored.
Bored. I usually get irritated at people who announce "I'm bored" on their Facebook walls -- there are just so many thing to do in this world. But now, surprisingly, it is me who feels bored. Am I really bored? Perhaps I'm afraid, tired, thirsty, hungry, and in need of some more sleep.
But I won't let myself be trapped by this... melancholy. 2014 is a brand new year, and I'm determined to make it a great one. 2013 was a tough year, but it was also full of lessons that I've learned well. And these are great tools to enjoy 2014.
Life's too short to spend it in sad thoughts, so let's move on and start living and enjoying a happy 2014!
lunes, noviembre 25, 2013
A Frozen Heart
“Just
remember, in the Winter
Far beneath
the bitter snow
Lies the
seed, that with the sun’s love
In the Spring, becomes the rose.”
"The Rose", Amanda McBroom
Though it’s still Autumn in Mexico, the
weather has been very cold for the past three days (in the North), with cloudy
skies, drizzle, and an unmistakable wintertime feeling in the air. Time to take
out the raincoats, sweaters, scarves… I
find myself drinking more and more coffee, and an urge to eat cookies and/or
bread with is ruining all the progress I had made at losing weight . To make
things worse, I had finally taken up to jogging in the park every other day,
but the weather’s been so harsh that I’d rather stay home.
But I guess the early Winter not
only is in the air – it’s come to my heart too. I’ve realized that my heart has
frozen. I can’t hardly hear the beating now, but I know for sure that it
continues to beat. And I can’t think of a single reason, but I feel very tired.
I don’t sing. I’m irritable. I find it very hard to tolerate people as they
are.
I dream of being very far from here,
living in a place where I can hear and smell the ocean every day. Start my own
business. Get out of my comfort zone. But I continue to be here. Sometimes I
feel like I’ve been living far too long in the same place, walking and driving
by the same streets over and over again, seeing the same people, going to the
same places. I think it’s time to move ahead but at the same time I’m frozen
with fear of the unknown.
And I’m also tired of hearing that “happiness
is within yourself”.
Perhaps this year has been a year of
realizations and transformations, some of them for the better, but most of them
for the worse. After more than three decades, I decided to speak out the
resentment I had kept all those years towards my brother, because he never paid
a significant sum of money that he talked me into borrowing him when we were
very young. This happened during a family reunion, and most of my brothers and
sisters insisted that I should forget about that, because it was “past”.
Much to my surprise, my debtor
brother seemed bewildered and only responded that he didn’t remember that, how
could that be?, and tried to make it look like I had invented it all. But it
happened. Now he won’t talk to me.
Neither will my other sister. Out of
nothing, she said she would disagree if my other brothers and sisters proposed me
as the heir of my mother’s property upon her death, because, in turn, I would
surely give away that property to the dogs or who knows who (meaning a man).
She went on to say she would rather
propose one of my nieces, who has a retarded son and “suffers a lot”. I got
very upset and told her that in the first place I wasn’t asking for my mother’s
property, because I already have my own. And, in second place, her example of that
niece as someone who deserved the property better than me was plain stupid and
unfair, because that niece has a much higher income, a husband who also has a
good job, and she even drives a big brand
new car, whereas I hardly afforded a 2009 model. “So you give me a better
example!,” I said with an angry tone. We haven’t spoken to each other ever
since.
At this point, I wonder if it wouldn’t have
been better to keep that resentment in silence for the rest of my life. Anyway,
it’s done and there is no getting back in time. Perhaps they will never talk to
me again, and that’s very sad, but I won’t beg their forgiveness me because I
only defended myself.
This year, with great sadness and a terrible
feeling of impotence, I’ve witnessed the decline of my mother. She’s been my
world, she’s been the strongest and most independent woman I have ever known,
but time has changed all this and now she’s a fragile woman who forgets things
and who needs more and more attention from the others.
Time went on passing by,
day by day, so slowly that I didn’t realize that she who used to protect me, now
needs my protection. In general, she has a very good health. Only the doctors
have detected that she has had AF (abnormal heart rhythm) for several years now and that makes her a
candidate for a major heart attack (she’s had one or two minor attacks, that
have caused the loss of memory). Anticoagulants are often prescribed for this, but doctors have to take care with this because there's also a history of ulcers.
In the beginning I was very anxious and emotional, but somehow I've learned to take it easy and understand that this is the law of life. My analyst says the reason I resent the decline of my mother
more than my brothers and sisters is because they already have a "substitute" for when she leaves: a spouse, daughter, son, etc.. but I do not have a substitute and realizing this at a subconscious level is what makes me more vulnerable.
Another thing that has been keeping me a little
depressed is the realization that I’ve chosen my past romantic relationships
based exclusively on my desperate need of company – and that’s the perfect
recipe for failure. Soon enough, I feel miserable and I make the other person
miserable too.
I feel very ashamed of myself, but that’s the
way things are. Fortunately, this realization, however late, makes me feel sure
that it won’t happen again. I won’t make myself miserable again, and I won’t
make anyone miserable either. I’ll be stronger and wiser this time.
Having a chronic disease, the uncertainty of my
future without a family of my own, without a spouse who can be supportive in
time of need, makes me feel afraid. Mostly, this is what prevents me from being
the rebel I once was, quit my job and move to a place like Merida to live my
golden years.
Yes, it’s certainly Winter in my heart. But deep
inside, I know that soon it will be Spring again.
viernes, noviembre 01, 2013
México: Entre la Ingobernabilidad, la Violencia y los Impuestos
Hace un par
de semanas leí en un diario que observadores internacionales están sorprendidos
de que no se haya producido un estallido social en México, con tantos problemas
que hemos tenido que soportar los mexicanos: una crisis de inseguridad que
parece no tener fin, delitos de alto y bajo impacto que quedan impunes,
aumentos mensuales al precio de la gasolina, conflictos de los maestros sin
resolver, entre otros, además de las pesadas cargas fiscales que supone la
reforma hacendaria planteada por el presidente y ya aprobada el último día de
octubre.
Sobre esto
último no sé mucho, pero todos los días aparecen en el periódico noticias de
empresarios que opinan que tendrán que cerrar sus negocios, especialmente
maquiladoras, y consecuentemente dejar sin empleo a muchas personas, porque al
aprobarse dicha reforma los altos impuestos que tendrían que pagar harían
totalmente incosteable e imposible la operación de su negocio.
Y todo
esto, la gran mayoría de los mexicanos lo soportamos sin protestar. ¿Somos
estoicos o somos estúpidos?
José Ángel
Méndez, profesor investigador de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Colima, advierte que ante la situación de violencia, existe el riesgo de un
estallido social, además de paramilitarismo, y, en un caso muy extremo, una
guerra civil. Quienes viajan a lo largo y ancho del País, como el escritor,
orador y columnista editorial Armando Fuentes Aguirre, “Catón”, atestiguan que
los mexicanos están “exasperados” con el alza a los impuestos que afectan a
ricos y pobres por igual.
En Torreón
se han unido los restaurantes para cerrar sus puertas ante la falta de
seguridad. No es noticia que empresarios laguneros han tenido que abandonar su
terruño desde hace años, para salvaguardar su vida. Mucha gente de Monterrey ha
dejado de viajar a Laredo o McAllen, Texas por carretera, por temor a ser
asaltados o secuestrados a su paso por Nuevo Laredo, Matamoros y otras ciudades
de Tamaulipas.
Y apenas la
semana pasada, Michoacán se convirtió en una zona de desastre, pero no por los
embates de algún huracán o terremoto, sino por la ola de ataques por parte de
hombres armados que incendiaron gasolineras y más de una decena de
subestaciones de la Comisión Federal de Electricidad, además de otros actos de
sabotaje.
El Gobierno
Federal envió tropas del Ejército para resguardar la zona, pero el clima de
violencia no para. La población se siente amenazada e insegura, y esto ha
afectado la asistencia a las escuelas. Se habla de una guerra entre cárteles,
pero hasta ahora nadie se atribuye la autoría de los hechos anteriormente
mencionados. Lindo Michoacán, estado tan hermoso, ojala vuelva pronto a ti la
paz.
Iba a poner una linda imagen de la bandera de México, pero hoy solamente está la pura asta, en lo alto del Cerro del Obispado. Apenas antier ondeaba en todo su esplendor...
Iba a poner una linda imagen de la bandera de México, pero hoy solamente está la pura asta, en lo alto del Cerro del Obispado. Apenas antier ondeaba en todo su esplendor...
domingo, octubre 27, 2013
Unos Matan y Otros se Suicidan... Por un Teléfono Celular
"Se suicida por un celular", rezaba el encabezado del artículo firmado por el Dr. Jesús Amaya Guerra en el periódico El Horizonte, y que llamó poderosamente mi atención. Al darle lectura me enteré que una jovencita de Monclova decidió suicidarse al no encontrar su teléfono celular dentro de su mochila. Aparentemente sus compañeros de clase se lo habían escondido para jugarle una broma, pero ella simplemente ya no vivió para comprobarlo.
Pienso que es muy probable que la muchacha hubiera venido arrastrando otros problemas que la agobiaban, pero es impresionante que ante un incidente como éste, la pérdida de un celular, se haya sentido tan completamente incapaz de hacerle frente que no pudiera pensar en otra solución más que el suicidio.Es extraña esa dependencia del celular, de la que todos somos víctima, en mayor o menor grado. Yo no disfruto mucho hablar por teléfono, y menos mientras manejo; tampoco soy bueno para escribir mensajes en un teclado minúsculo, lo detesto. Pero todos los días observo, en todas partes, a personas de todas las edades hablando y mandando mensajes como enajenados; no los detiene nada, ni el hecho de ir manejando, cruzando una transitada avenida a pie, corriendo en el parque, comiendo en un restaurant, pagando la cuenta en el súper, "atendiendo" una conferencia... parece una maldición diabólica.
De camino al trabajo, al darnos cuenta de que lo hemos dejado en casa sentimos desesperación y ansiedad; parece que nos hubiera ocurrido una catástrofe y que no podremos funcionar bien, queremos regresar pero no podemos, ¿o sí? No es el fin del mundo, es perfectamente posible pasar el día sin el celular.
Hablando del suicidio de la joven, en opinión del Dr. Amaya, "esto es sintomático de un vacío existencial y una gran fragilidad para soportar pequeñas desilusiones de la vida". Estoy completamente de acuerdo. Entiendo que no es nada fácil para los padres modernos criar a sus hijos, pues como generalmente ambos trabajan, a veces es poco el tiempo que pueden dedicarles para convivir, ya no digamos para inculcarles valores y reforzar la educación que reciben en la escuela.
Lo malo es que es hay padres que frecuentemente quieren compensar esa falta de tiempo con una computadora, un teléfono celular, un reproductor de música o algún otro producto que la publicidad a la que están expuestos todos los días les hace creer que son absolutamente indispensables para vivir. Pero el placer que les produce poseer uno de estos objetos, casi siempre muy costosos, es efímero, pues en poco tiempo se vuelven obsoletos y anticuados.
Al compensar la falta de tiempo con regalos, los padres pierden la capacidad de enseñar a sus hijos a postergar la gratificación, a realizar trabajos y ahorrar para poder obtener los objetos de deseo después de un tiempo. ¿Y qué puede pasar cuando los padres no tienen dinero para cambiarle el celular por uno más nuevo y más caro que acaba de salir a la venta? ¿Hasta dónde pueden llegar para obtenerlo?
¿Será esta la razón por la que unos jóvenes delincuentes se hayan atrevido a asesinar a otro muchacho de 15 años, en el Distrito Federal, para robarle su celular y sus tenis?
La violencia que vivimos en nuestras ciudades tiene muchas, muchas causas. La difícil situación económica de muchas familias es una. Pero sigo pensando que la forma en que los padres educan (o dejan de educar) a los niños y jóvenes de hoy tiene mucho, mucho que ver.
Pienso que es muy probable que la muchacha hubiera venido arrastrando otros problemas que la agobiaban, pero es impresionante que ante un incidente como éste, la pérdida de un celular, se haya sentido tan completamente incapaz de hacerle frente que no pudiera pensar en otra solución más que el suicidio.Es extraña esa dependencia del celular, de la que todos somos víctima, en mayor o menor grado. Yo no disfruto mucho hablar por teléfono, y menos mientras manejo; tampoco soy bueno para escribir mensajes en un teclado minúsculo, lo detesto. Pero todos los días observo, en todas partes, a personas de todas las edades hablando y mandando mensajes como enajenados; no los detiene nada, ni el hecho de ir manejando, cruzando una transitada avenida a pie, corriendo en el parque, comiendo en un restaurant, pagando la cuenta en el súper, "atendiendo" una conferencia... parece una maldición diabólica.
De camino al trabajo, al darnos cuenta de que lo hemos dejado en casa sentimos desesperación y ansiedad; parece que nos hubiera ocurrido una catástrofe y que no podremos funcionar bien, queremos regresar pero no podemos, ¿o sí? No es el fin del mundo, es perfectamente posible pasar el día sin el celular.
Hablando del suicidio de la joven, en opinión del Dr. Amaya, "esto es sintomático de un vacío existencial y una gran fragilidad para soportar pequeñas desilusiones de la vida". Estoy completamente de acuerdo. Entiendo que no es nada fácil para los padres modernos criar a sus hijos, pues como generalmente ambos trabajan, a veces es poco el tiempo que pueden dedicarles para convivir, ya no digamos para inculcarles valores y reforzar la educación que reciben en la escuela.
Lo malo es que es hay padres que frecuentemente quieren compensar esa falta de tiempo con una computadora, un teléfono celular, un reproductor de música o algún otro producto que la publicidad a la que están expuestos todos los días les hace creer que son absolutamente indispensables para vivir. Pero el placer que les produce poseer uno de estos objetos, casi siempre muy costosos, es efímero, pues en poco tiempo se vuelven obsoletos y anticuados.
Al compensar la falta de tiempo con regalos, los padres pierden la capacidad de enseñar a sus hijos a postergar la gratificación, a realizar trabajos y ahorrar para poder obtener los objetos de deseo después de un tiempo. ¿Y qué puede pasar cuando los padres no tienen dinero para cambiarle el celular por uno más nuevo y más caro que acaba de salir a la venta? ¿Hasta dónde pueden llegar para obtenerlo?
¿Será esta la razón por la que unos jóvenes delincuentes se hayan atrevido a asesinar a otro muchacho de 15 años, en el Distrito Federal, para robarle su celular y sus tenis?
La violencia que vivimos en nuestras ciudades tiene muchas, muchas causas. La difícil situación económica de muchas familias es una. Pero sigo pensando que la forma en que los padres educan (o dejan de educar) a los niños y jóvenes de hoy tiene mucho, mucho que ver.
martes, octubre 22, 2013
Zihuatanejo de mis Recuerdos Felices
Con mucha
incredulidad leí este fin de semana acerca de la formación en el Pacífico de la
tormenta tropical Raymond, que amenazaba convertirse en huracán y descargar sus
precipitaciones en el estado de Guerrero (entre otros), que aún no se repone completamente
de los terribles embates de los fenómenos Manuel e Ingrid. No pude evitar
pensar: “Dios mío, ya dales tregua, dirige tus aguas a otras latitudes”.
Con tantas
noticias en prensa, radio y televisión, me he conmovido profundamente ante la
desgracia de tantos guerrerenses, quienes han perdido no sólo sus propiedades
sino también a sus seres queridos. Me inquietaba saber cómo estarían pasándola
unas personas muy queridas que viven en Zihuatanejo, con quienes hace tiempo
perdí el contacto, desafortunadamente, así que decidí averiguar a través de un
viejo amigo y hoy sé que afortunadamente todos ellos están bien.
En su
mensaje me puso al corriente sobre su familia, y mientras lo leía por mi mente
desfilaban hermosas imágenes de la bahía de Zihuatanejo; me transporté a esa
Navidad de hace ya casi 10 años, cuando visité por primera vez este paraíso.
Los recuerdos me pusieron tan nostálgico que tuve que salir de la oficina,
respirar un poco de aire fresco.
Después de
un largo viaje en autobús, llegué al atardecer del 24 de diciembre, mientras el
sol empezaba, renuente, a ocultarse. En el camino hacia la casa de la familia,
ubicada en lo alto del cerro de Los Romanceros (hoy Las Mesas), me fui
despojando de la chamarra, el suéter, la camisa… llegué sudando a mares y
agradeciendo la cerveza helada que me dieron. No lo podía creer, y la absoluta
incredulidad me hacía morir de la risa, pues para mí la Navidad era sinónimo de
frío porque en mi tierra siempre hace mucho frío en dicha época.
Han pasado
tantos años, pero no olvido cómo mis ojos se llenaron de tanto verde, de tantos
árboles, del azul inmenso del agua, y cómo casi me asfixiaba el calor y el
aroma a sal que provenía de la espectacular bahía que veía a mis pies. Estaba
feliz. Cómo disfruté el calor de la familia, que me acogió con tanto amor y con
tantas sonrisas como a uno más del clan: Doña Reyna, Valdo, Tita, Chayo, Wendy,
Kim… y los niños… Sael y Pelón ya son unos hombres hechos y derechos, el
primero ya es papá, no lo puedo creer. Enrique debe ser un jovencito.
La abuela
Luz ya se nos adelantó en el camino, pero deja una huella imborrable en sus
hijos y sus nietos; yo recordaré siempre su risa fuerte, musical que me daba
una gran paz y me hacía sentir que todo estaba bien, con la verdad en su cara
que reflejaba todas las alegrías y todos los dolores de una larga vida. Su casa
en lo alto del camino, con un árbol enorme, enorme a la entrada.
Volví
varias veces más, pero creo que no fue suficiente, sigo teniendo ganas de
admirar ese azul inmenso de la bahía, correr por sus playas, sumergirme en sus
aguas, sentir la caricia del sol, escuchar el habla de Zihuatanejo, con las “j”
muy suaves, con las “s” finales apenas pronunciadas. Deseo caminar por sus
calles del centro, pero también volver a visitar esa casa enclavada en el
cerro, dueña de una espectacular vista de la bahía.
Qué bueno
sería volver a levantarme temprano, antes de la salida del sol, e ir corriendo
a la playa para comprar pescado recién capturado en las redes de los
pescadores, llevarlo a las mujeres para que con sus manos sabias y mucho amor
lo conviertan en un manjar delicioso.
Cierro los ojos e ingenuamente quisiera volverlos
a mirar a todos ellos, así como los conocí, pero esto ya no es posible… han
pasado muchos años, han cambiado tantas cosas, todos somos personas diferentes
ahora. Pero en nuestros corazones somos los mismos; creo que cambia el exterior
pero no el interior, así que ojalá se me conceda pronto volver, a saludarlos a
todos, a recordar viejos tiempos, a disfrutar el paraíso indescriptible de
Zihuatanejo. No me acordaba lo mucho que significa para mí. Gracias a ti,
porque gracias a ti esto fue posible.
viernes, octubre 18, 2013
Los Maridos que se Rebelan... y se Revelan
No, no creo que sea un asunto nuevo, pero
definitivamente es algo que, por lo que he visto y escuchado, se está volviendo
cada vez más común: maridos que “salen del clóset” y anuncian a su esposa y a
su familia que en realidad lo que a ellos les gusta son los hombres.
Quizá antes no se veían estos casos porque el
rechazo social hacia la homosexualidad era demasiado fuerte, y quien se
declarara homosexual enfrentaba agresiones, discriminación y burlas; en algunos
casos, expulsión del entorno familiar. En algunos centros de trabajo se les
negaba el empleo o bien las oportunidades de obtener un ascenso y con ello un
aumento de sueldo.
Ante el rechazo y discriminación que
encontraban por todas partes, es comprensible que muchos hombres decidieran casarse,
ocultar a toda costa sus preferencias sexuales y reprimir sus deseos
homosexuales, lo cual supongo los hacía muy infelices y frustrados.
Por supuesto, no les habrá faltado alguna
escapada a algún sitio de encuentros clandestinos, al amparo de las sombras de
la noche, una noche de placer durante algún viaje de trabajo, o algún encuentro
no tan inesperado con el amigo o compadre, previa borrachera a la cual echarle
la culpa. Y después de la escapada, un gran sentimiento de culpa que obligaba a
ejercer mayor represión, hasta que nuevamente fuera imposible contener el
estallido de la olla de presión.
Pero las cosas fueron cambiando. Poco a poco,
primero aquí y luego allá, fueron cayendo los muros de rechazo y discriminación
hacia los homosexuales, quienes fueron recuperando más y más espacios en la
familia, los lugares de trabajo y la comunidad. En diversos lugares de nuestro
país y de otros países son legales las uniones entre personas del mismo sexo.
Las marchas por el orgullo gay cada año son más multitudinarias.
Ahora es cada vez más común escuchar a alguien
platicar sobre “el novio de mi amigo”, “la esposa de mi compañera de trabajo”,
“el exnovio de mi hijo”… sin que nadie se escandalice.
La homosexualidad ya no es un tema tabú, y su
discriminación es muy mal vista, inclusive contraviene el Artículo Primero de
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que luego de la
reforma del 10 de junio de 2011, señala en uno de sus párrafos: “QUEDA PROHIBIDA TODA DISCRIMINACION MOTIVADA POR ORIGEN ETNICO O
NACIONAL, EL GENERO, LA EDAD, LAS DISCAPACIDADES, LA CONDICION SOCIAL, LAS
CONDICIONES DE SALUD, LA RELIGION, LAS OPINIONES, LAS PREFERENCIAS SEXUALES, EL
ESTADO CIVIL O CUALQUIER OTRA QUE ATENTE CONTRA LA DIGNIDAD HUMANA Y TENGA POR
OBJETO ANULAR O MENOSCABAR LOS DERECHOS Y LIBERTADES DE LAS PERSONAS.”
Ante este estado de cosas, no es de
sorprenderse que esos hombres que han vivido una existencia reprimida, en un
matrimonio forzado por las circunstancias, decidan finalmente ser congruentes
consigo mismos y atreverse a salir del clóset, aunque tengan que enfrentar
inicialmente el enojo, desaprobación o rechazo de su familia.
Un hombre que conozco tenía años viviendo
presa de la angustia y desesperación, por no atreverse a declarar a su esposa
que era homosexual y que quería divorciarse para poder entregarse libremente a
su amante, hombre como él.
En público, ambos cónyuges se empeñaban en dar
una imagen de matrimonio perfecto, publicando fotos y frases en Facebook en las
que se declaraban amor eterno.
Pero había algo en esas fotos que no cuadraba
con la imagen del feliz matrimonio: él nunca la abrazaba. Inclusive una mujer
comentó en una de ellas: “abrácela, compadre”. En las reuniones de matrimonios,
los compadres le hacían comentarios “medio en broma, medio en serio” acerca de
otro compadre que era “el bueno”, y le preguntaban si en sus clases de yoga se
ponía “tutú”.
Hace meses, este hombre por fin se decidió a
dar el paso. Al principio su mujer lo aceptó tranquilamente, pero por alguna
razón, a los pocos días cambió su actitud y ahora no lo deja que vea a sus
hijos, le hace objeto de su furia y le dice que no quiere volver a verlo ni que
se acerque a su familia jamás. Ya no hay comunicación posible entre ellos y
ahora tendrán que resolver su problema con la ayuda de abogados. Ella se dice
engañada por él, pero yo me pregunto: ¿más de 15 años de matrimonio y no darse
cuenta de que lo que se ve no se pregunta?
Por otra parte, un amigo de muchos años me acaba de
comentar ayer que un familiar de él, hombre de más de 60 años, muy recio y
viril, casado y con varios hijos, ahora se ha dedicado a cortejar muchachos en
lugares de encuentros homosexuales. A mi amigo le preocupa lo que vaya a pasar
si esto se llega a saber. Yo no me sorprendo de casi nada. Pero de que las cosas
son muy diferentes a como eran antes, claro que lo son.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)