
Contemplando el interior de la iglesia, recordé que cuando era niño Carmen nos llevaba a mí, a mi hermana Mónica, a mi mamá y a su hija Mireya a las celebraciones eclesiásticas; poco comprendía yo del significado de la ceremonia del Lavado de Pies, de la Pasión de Cristo, del Sábado de Gloria... pero ahí estaba, recorriendo los 7 Templos aburrido, con los pies cansados y con ganas de regresar a casa.
Son recuerdos que se quedan para siempre. Y que ahora, a muchos años de distancia, me hacen pensar qué bonito sería llevar a participar a algún niño o niña en alguna tradición, no necesariamente religiosa, pero por ejemplo llevarlos a alguna librería, a un paseo ciclista, a un espectáculo divertido. Y si bien no tengo hijos, tengo muchos sobrinos, pero por alguna razón que en este momento escapa a mi comprensión, nunca se ha presentado esta oportunidad. Pero como dicen, nunca es tarde...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Share Your Thoughts