jueves, octubre 28, 2004

Tamuin

Mi hermano Felipe me invito a que lo acompañara a Tamuin, así que nos fuimos muy temprano el martes. Por la tarde de ese día, despues de visitar a un prospecto de cliente en la cementera de allá, me preguntó que si deseaba seguirle a Tampico, quedarnos en Tamuín o regresar a Ciudad Valles a visitar a Rosy mi sobrina. Le dije que me interesaba visitar un sitio arqueológico cercano, el cual había visto en un plano que está en la gasolinera de la entrada. Para mi sorpresa le agradó mucha la idea y allá vamos, a unos 6 kilómetros está el Centro Ceremonial El Consuelo... qué maravilloso lugar, cómo me alegré de haberlo visitado. El guía nos platicó muchas cosas sobre este lugar sagrado de los huastecos, y entre otras cosas nos informó que allí también era posible cargarse de energía, como el famoso cerro de Tepozteco...
A lo largo del viaje descubrí que Felipe y yo somos muy parecidos en muchas cosas, y entre ellas está esa curiosidad por conocer lugares, investigar, observar, no quedarnos con la duda.
Después de esta visita nos regresamos a Ciudad Valles, visitamos a Rosy y por la noche nos fuimos a beber y platicar. Bueno, fue él quien más platicó, se nota que le hace mucha falta platicar y tener a alquien que lo escuche, tanto que se olvida que no hay que platicar las mismas cosas y hay que darle oportunidad al interlocutor de que hable también. En fin, sé que yo soy muy buen escuchador y le puse mucha atención tratando de pasar por alto sus fallas, pues lo quiero mucho.
Dormimos en Ciudad Valles, al otro día invitamos a almorzar a Rosy con nosotros y de ahi fuimos a visitar a un cliente. Resulta que Felipe ahora quiere vender otra línea de productos, y me dijo que le gustaría que yo me encargara de la misma. Después de visitar al cliente pasamos a dejar a Rosy a su casa y luego de regreso.
Pero en la carretera vimos una cueva en lo alto de un cerro, se lo hice notar a Felipe y que se para, preguntando si quería subir. ¡Claro que sí! Subimos como 258 mil escalones de concreto, y al final llegamos a la entrada de la cueva.... otra vez qué sorpresa la iniciativa de Felipe de conocer el lugar, y qué belleza de estar dentro de esta cueva natural. Estando allá arriba, completamente solos y habiendo dejado el carro muy visible a un lado de la carretera, afloraron mis miedos irracionales, mi ansiedad por regresar, olvidar el paseo... pero logré controlar lo que se podía convertir en un acceso de pánico. Decidí platicarle a Felipe lo que yo sentía y conocer su opinión. Me escuchó con mucha atención y luego me dijo cómo le hace él para enfrentar el miedo. Me dijo que estando arriba él también había pensado por un momento que alguien podría subir a tratar de hacernos daño, robarnos, etc, y él se sintió mal por no haber tomado precauciones dado que me tenía a su cargo. Esto último me conmovió mucho, pues ya en dos años seré un cuarentón y él todavía me trata como a su hermanito pequeño.
Ya llegamos a Monterrey empezando la noche.... disfruté mucho mi viaje tanto por lo que conocí como por ese reencuentro con mi hermano.

1 comentario:

  1. Que bonito post, yo adoro a un hermano y no se como decirle que lo quiero.
    Yo no soporto la altura ni lo encerrado, moriría si entro a una cueva !

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