jueves, noviembre 20, 2008

Cierzo

Amaneceres fríos. Con muchas ganas de quedarme en la tibieza de la cama, y a pesar de ello levantarme a iniciar un nuevo día. Un día más. O un día menos. Abro la puerta y recibo de frente el viento helado. Tzu-Chi me observa, dubitativo, sus ojos perdidos en esas dos manchas negras, apenas está aprendiendo la rutina de salir cada mañana a hacer pipí.
Desde la puerta le doy la orden. Ya no me atrevo a salir así nomás, como siempre lo he hecho, sólo para ganarme un buen resfriado. Ahora ya tengo cordura, y me devuelvo a echarme encima una chamarra, una toalla, lo que sea.
En la regadera, el agua no está tan caliente. El calentador está en "piloto" para ahorrar gas, pero parece que ya no es suficiente, y ahora hay que salir a encenderlo un ratito.
Sale el sol, y empieza a calentar aunque sea un poquito. Pero al marcharse y aparecer las sombras, regresa ese frío. Llego a la casa y debería ponerme a trabajar en mi más reciente proyecto de traducción, pero lo que más deseo es cenar, echarme en el sofá a ver televisión y cubrirme con una buena cobija. No me gusta esta época del año, a decir verdad, no me gusta que haya tan poco sol.
En el verano disfruto levantarme antes del amanecer, salir a caminar, respirar el aire fresco. Siento culpa y me reprocho, debería salir a caminar, aunque haga frío, aunque esté oscuro. Pero tal vez no. Tal vez así es como deben ser las cosas. Para todo hay un tiempo, y olvidarnos de esto tal vez sea necedad.

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