sábado, abril 18, 2009

Liebre de Marzo


No sabes cuánto lamento que con el pasar del tiempo te hayas ido alejando, silenciando tu voz y dejándome en la niebla de las dudas y las preguntas. Añoro esas salidas a pasear, compartir anécdotas que sólo tú y yo entendemos, risas y un lazo indestructible de cariño. Por la parte que me corresponde de responsabilidad, no dejo de reprocharme pero aún así nada consigo.
Eres una parte fundamental de mi vida, que llegó para quedarse, y tienes todo mi cariño eterno. Todos los días pienso en ti al menos una vez, preguntándome dónde estás y si estás bien. Pero no te puedo alcanzar. Aunque no lo entienda, debo respetar tu silencio. Como tú dijiste, habrá una oportunidad para hablar.
Mientras tanto, no saber de ti me desconcierta durante el día, y me atormenta por las noches en mis sueños. Me veo acercándome a donde estás, y sé que tú también me ves, pero me das la espalda. Veo que te duele hacer esto, y para hacerlo menos doloroso mejor me alejo. Otras veces te veo enojada, discutiendo con alguien que no sé quién es.
Cada vez que el día va llegando a su fin, cuando callan las voces, cesan los ruidos y reina la oscuridad, la soledad se materializa y ya no es posible ignorarla. Cierro mis ojos y duermo, pretendiendo que no está ahí, queriendo no soñar.
Cuánto desearía que las cosas hubieran sido diferentes, y sé que tú también, pero no es posible volver atrás por más que lo deseemos. Mirando en retrospectiva, me doy cuenta de que aquella primera etapa que vivimos fue justamente la mejor de mi vida. Quizás es por ello que en mis sueños aparezcas casi cada noche, como te veías y como me veía en esos años felices.

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