lunes, junio 15, 2009

Bronco

El televisor que tiene en su cuarto simplemente dejó de funcionar. En su lugar pusieron otro, más grande y moderno, pero que finalmente no sirve para nada: no se ve nada porque no tiene antena aérea.
Afortunadamente había otro televisor más pequeño y se lo instalé en la sala, éste sí se veía perfectamente incluso sin antena. No le gustó mucho dónde quedó, pues teme que al estar en el paso, alguien lo pueda derribar con todo y mesa. La dejé viendo un programa y salí un momento.
Al regresar me pidió que retirara el televisor de la sala, que no lo quería ahí, y que además no le entiende al control remoto. Me quedé estupefacto. Traté de convencerla de dejarlo ahí, para que viera las novelas que son casi su única distracción. "No vas a aguantar sin televisión", le dije.
Obstinada como es, me replicó "Sí me aguanto, no quiero tele, no la necesito". No pude evitar ofuscarme, sentí el veneno del enojo llenándome la cabeza y murmuré: "Como tú digas. Vamos a ver cuánto aguantas sin tele"; seguramente no oyó lo que le decía pero no se le escapó mi expresión facial. Contuve el enojo, pero fui brusco al llevarme el televisor a donde estaba. Luego le avisé que ya me iba, y me preguntó si ya no iba a ir.
No entendí la pregunta, me costaba trabajo pensar claramente. Le pedí que repitiera y me dijo: "Pues es que como estás tan bronco a lo mejor ya no vas a querer venir". Y con esa pregunta me desarmó.
Yo me expreso mejor escribiendo que hablando, así que no pude decirle como hubiera querido que por más que me enoje, nunca voy a alejarme de su lado, que pase lo que pase, mientras Dios me preste vida estaré cerca de ella. Sólo le dije que no se preocupara, que a más tardar al tercer día iría a verla de nuevo.
Fue cuando me dijo que lo que quiere es estar en su casa. Me senté a sus pies y ya más sereno le expliqué con cuidado todas las razones por las que no es conveniente que vuelva a estar sola, sin alguien que le preste ayuda en caso de que suceda un accidente, a merced de pandilleros y rateros en una casa que no ofrece mucha resistencia a su incursión, en un barrio peligroso y con cada vez más casas deshabitadas. Que haría falta mucho dinero, que no tenemos, para acondicionar la casa.
Su mirada bastó para hacerme saber que dijera lo que dijera, ella como Gabino Barrera: no entendería razones. Yo comprendo perfectamente cómo se siente al estar alejada de su casa, y comprendo que con la edad nos volvemos intransigentes, pero no olvido cómo nos preocupamos hace unos meses, cuando se cayó y estuvo inconsciente por algún tiempo, sola. Esto va a ser un estira y afloja más difícil de lo que pensé, y conviene armarse de paciencia y tratarla con toda la delicadeza posible y no ofuscarnos. AAAAAAAUUUUUUUMMMMMMM.
En el largo camino a casa seguí pensando, pensando. Cuántas cosas quisiera poder cambiar, para verla más contenta. Cómo me gustaría tener muchísimo dinero y así poder hacer lo que sea necesario para que esté feliz y para que nosotros estemos más tranquilos.

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