martes, enero 22, 2013
"Se Va a Hacer Meridano"
Así me dijo una dulce ancianita, vecina de mi amiga Narce, cuando le dije que Mérida es una ciudad tan bella que me ha seducido, y estoy jugando con la idea de irme a vivir para allá. Me felicito por haberme regalado ese viaje relámpago, pues además de respirar nuevos aires y recorrer hermosos rincones de la Ciudad Blanca, tuve la oportunidad de convivir con Narce y Rosalba, a quienes quiero con todo mi corazón.
Hace muchos años que no coincidíamos los tres, así que disfrutamos comentando viejas anécdotas, riendo, comiendo, paseando, platicando hasta por los codos... celebrando una hermosa amistad que ha pasado la prueba de los años y sigue tan fresca como en los primeros días.
Si bien mi visita duró menos de 24 horas, aprovechamos el tiempo al máximo; Narce ya tenía preparado el itinerario perfecto. Después de un desayuno en casa, nos fuimos al centro y abordamos un camión que nos llevó a Dzibilchaltun... jamás había oído hablar de este sitio arqueológico, pero es un lugar hermoso. Me encantó particularmente el cenote, a la orilla del cual descubrí mis pies y los introduje al agua, para que instantáneamente llegaran los pececillos a hacerme la pedicura más deliciosa del mundo.
Poco después abordamos otro camión que nos llevó a Puerto Progreso... vaya, de éste sí había oído hablar pero no pensé que estuviera tan cerca...qué maravilla, si bien no iba preparado para meterme al mar, pude apreciar su belleza. Di gracias a Dios en silencio por ese regalo... quién me hubiera dicho apenas unos días antes que estaría en este bello lugar, viendo el mar, que tanta falta me hace.
Con las primeras sombras del atardecer llegamos al centro de Mérida, conocí su impresionantemente hermosa Catedral, recorrí los puestos del mercado, maravillado como niño ante tantas delicias desconocidas para mí, que hubiera querido traerme a Monterrey.
Más tarde, una buena cena que iniciamos con sendas sopas de lima... mmmmh. Luego, ellas compartieron cochinita pibil, y yo un pavo con relleno negro. Delicioso plato, pero pesadísimo para mi pobre estómago. La venganza de Moctezuma no tuvo compasión de mí.
Emprendimos el regreso a Casa Vieja, caminando, sin dejar de platicar un solo momento, llegamos, nos sentamos a la mesa y seguimos conversando, repasando viejas anécdotas, poniéndonos al tanto de nuestras vidas... qué bonito reconocernos, observar cómo hemos cambiado físicamente, pero también que seguimos siendo los mismos, que nos queremos, que nos une una amistad eterna. Creo que hubiéramos deseado pasar la noche platicando, pero había que descansar pues al día siguiente Rosalba y yo regresaríamos a Monterrey.
Mérida me gustó, definitivamente. Observo que muchos, pero muchos gringos y canadienses han decidido volverse meridanos... por algo será. Ahora que estoy planeando trabajar por mi cuenta, desarrollarme como traductor... quizá Mérida sería el lugar ideal para iniciar la aventura.
Amanecí en Mérida hermosa, recorrí sus calles soñolientas en mi camino al aeropuerto, luego subí al avión y me fui alejando velozmente. Pero sé que regresaré.
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