¿Tino? Soy Jesús, ¿cómo estás? Me quedé unos segundos sin responder. Era ni más ni menos mi querido amigo Jesús, a quien no veía desde hacía unos… 17 años. ¡Cuántos recuerdos felices vinieron a mi mente, desde ese momento no he dejado de recordar tantas situaciones y aventuras divertidas que nos tocó vivir.
Nos conocimos cuando éramos unos
jovencitos; él era un poco más despierto y yo algo ingenuo, pero en su compañía
pronto me espabilé. Nos convertimos en amigos inseparables, y durante unos
cinco años, si mal no recuerdo, andábamos a todas partes juntos. Luego él se
tuvo que regresar a un municipio cercano, de donde es originario; creo que
había fallecido su papá.
Nos volvimos a ver muchos años después,
cuando yo estaba a unos meses de casarme, y aunque quedamos en que
continuaríamos la amistad, no nos volvimos a ver sino hasta apenas la semana
pasada, a la hora de la comida.
Cuántas risas, cuántas anécdotas, el tiempo
se pasó volando mientras nos poníamos al tanto de nuestras vidas. Me gustó
mucho comprobar que conserva ese magnífico, envidiable sentido del humor,
riéndose de sí mismo y de la situación, no dejó de bromear ni siquiera cuando
habló de una etapa en la que estuvo muy mal de salud.
En aquellos años juveniles nos íbamos de
antro cada fin de semana, yo no los conocía pero él se encargó de
presentármelos; al principio iba con miedo, por ser menor de edad, pero muy
pronto me sedujo la música y la pista de baile. Recuerdo que salíamos de
madrugada y caminábamos kilómetros y kilómetros de regreso a nuestras casas. En
esos años era muy seguro.
Otra vivencia memorable es cuando se nos
ocurrió vender zapatos para dama, e hicimos un viaje en autobús a León,
Guanajuato. Llegamos temprano por la mañana y nos fuimos directamente a las
fábricas de zapatos, apenas hicimos las compras abordamos un autobús de
regreso, de modo que no conocimos absolutamente nada de León. ¿O quizá paseamos
por algunas calles? De lo que estoy seguro es que llegué a Monterrey con un dolor
de cuerpo insoportable, muerto de sueño y con el cuello torcido.
He sabido que León es una ciudad muy
bonita, cómo me gustaría regresar pero ahora sí con tiempo suficiente para
recorrerla.
También por esos años hicimos un viaje al
Distrito Federal: nuestro amigo Javier tenía un viaje de trabajo para allá y no
quería ir solo, así que nos ofreció acompañarlo y nosotros no dudamos ni
tantito. Esa primera noche nos fuimos a un antro muy divertido. Ahí conocí (o
me reencontré) con Rafael, un noviecito que era de Toluca, de modo que saliendo
del antro nos fuimos para allá.
Rafael nos presentó a varios de sus amigos,
entre ellos David, un “anciano” de más de 35 años, quien quedó prendado de
Jesús y nos ofreció quedarnos en su bonito departamento el tiempo que quisiéramos.
David tenía un café muy bonito, que se llamaba Búho’s, un lugarcito acogedor,
con buena música y muy buen café, ideal
para la plática.
Me gustó mucho Toluca y mucho más el café
Búho’s, en donde decidí ser útil recogiendo las mesas, acomodando los refrescos
en sus cajas y ayudar en lo que pudiera. Esto le agradó a David, quien además
me enseñó a preparar americanos, espressos y capuchinos. Sin haberlo planeado
me puse a trabajar en el café y me gané mi dinerito.
Qué agradecido estoy con David, fue muy
gentil conmigo y me enseñó muchas cosas.
Gracias a él pude regresar a Monterrey, junto con Jesús, ¡en avión! Qué
maravilla, no se me olvida el aeropuerto de Toluca, recién inaugurado por ese
entonces. Sé que ahora viajar en avión es cosa de todos los días y para todo el
mundo, pero en aquellos años sólo la gente adinerada se podía dar ese lujo.
Al recordar estas vivencias con Jesús, yo
le comento que me gané mi boleto de avión con mi trabajo en el café Búhos, a lo
que me responde pícaramente que a él no le costó tanto… bien dicen que genio y figura, hasta la
sepultura.
Estoy muy contento de haberme rencontrado con
Jesús, en estos días que me he puesto a recordar aquellos tiempos de nuestra
amistad juvenil siento la inspiración de esforzarme por volver a ser como aquel
jovencito que fui: aventurero, decidido, sin preocupaciones y sin miedos, con
la risa fácil y unas ganas enormes de disfrutar de la vida.
¡Que guapetones los amigos!
ResponderBorrar