Tal y como mi mamá lo había predicho, unas cuantas semanas
después del desafortunado incendio del Ford Grand Marquis salí de la concesionaria
Nissan al volante de mi flamante Sentra 1998, ¡mi primer carro de agencia! Por fin
se me había concedido tener un auto nuevecito y aspirar su delicioso olor a
nuevo.
Yo estaba feliz. Y cómo no estarlo, si tenía un auto al que
no había nada qué arreglarle, porque todo estaba nuevo, no había más que
disfrutarlo. Sin poderlo evitar, mi trayecto hacia la oficina lo hice con el
síndrome del “carro de papel”, es decir, muy lentamente y con una precaución
exagerada, temiendo que hasta el aire le pudiera causar algún rasguño a la
carrocería.En ese entonces yo rentaba un espacio en un estacionamiento de varios pisos. Con mi Ford Grand Marquis subía y bajaba en espiral a buena velocidad y sin detenerme demasiado al dar las vueltas, pues ya tenía los espacios perfectamente calculados. Me reía de los demás conductores que, incluso manejando autos más pequeños que el mío, al llegar a la rampa para subir o bajar al siguiente piso se detenían, avanzaban un poco, observaban, retrocedían y volvían a avanzar, causando una gran desesperación a los demás conductores que venían pisándoles los talones.
Y me llegó el turno de subir por primera vez a bordo de mi
Sentra hasta mi lugar en el piso 7. Si lo hacía bien en el Grand Marquis, lo
haría mucho mejor en el Sentra, ¿no es así? Pues no. Subí el segundo piso, el tercero
y el cuarto piso sin novedad, pero al salir de la rampa hacia el quinto piso,
con una llanta golpeé el borde del carril y se escuchó un ruido tremendo.
Me bajé del auto y me llevé una gran sorpresa cuando vi que
la llanta había explotado, ¡increíble! Ni siquiera recuerdo que haya golpeado
muy fuerte, además, se supone que la llanta era nueva, ¿o no? Y ahí me tienen,
cambiando la llanta de mi flamante automóvil recién salido de la agencia. Yo,
que nunca había tenido que cambiar ninguna llanta a mis carros anteriores, pues
nunca se necesitó.
Me tardé un poco de tiempo en asimilar que el Grand Marquis
es un automóvil que tiene una muy buena altura, lo cual ofrece al conductor una
muy buena visibilidad al momento de hacer maniobras. En cambio, el Sentra es un
auto más bajito y en consecuencia la visibilidad es más limitada.
La solución sería elevar el asiento lo más que se pudiera.
Fácil. De modo que busqué la palanca apropiada, pero fue en vano. Sencillamente,
no había ninguna forma de elevar el asiento, ni eléctricamente (como estaba
acostumbrado), ni mecánicamente. Nunca, nunca me gustó manejar sintiéndome al
ras de pavimento.
Por otra parte, no había anticipado lo mucho que extrañaría
la potencia de mis autos anteriores, casi todos de ocho cilindros: me había
acostumbrado tanto a que el auto avanzara briosamente con sólo pisar suavemente
el acelerador, que muy pronto me cansé del arranque desesperantemente lento de mi
Ratón, que muy poco podía hacer con su motor de 1.6 litros y transmisión
automática.
Ciertamente, una vez que pasaba a la segunda o a la tercera
velocidad alcanzaba una buena velocidad, pero el problema era el arranque. Ya
no podría dejar atrás a los demás conductores tan pronto el semáforo cambiara a
verde, ay, y tanto que me gustaba. Mi ex esposa me hacía burla diciendo que ese
carro tenía motor de secadora de pelo.
Aún así, en ese Ratón hice varios viajes, uno de ellos desde
Monterrey, Nuevo León hasta Cape Coral, Florida; un poco más y llegaba hasta
Miami.
El mismo día que lo puse en venta, el auto estaba en tan buenas condiciones que
una mujer fue a verlo, lo revisó brevemente y me dijo: “me lo llevo”. Así fue
como dije adiós a mi Ratón.
Cari... yo quiero un cosheee pero me da miedoooo
ResponderBorrarAnímate... ciertamente el tráfico en nuestras ciudades está de locos, pero te comparto lo que he pensado: ya no depender al 100 por ciento de mi coche, sino más bien utilizarlo sólo para tramos largos y para paseos de fin de semana o para salir de viaje a algún lugar no tan lejano como Chetumal. Yo ya me cansé de los embotellamientos diarios. Saludos.
BorrarHola! Hace poco descubri tu blog y lo he estado leyendo. Me ha gustado mucho.
ResponderBorrarNunca he tenido ese sentimiento hacia los carros, solo un par de veces me he atrevido a manejar un poquito, aunque creo que no lo hice mal.
Me parece increible que te hayas aventado a manejar desde Monterrey a Miami! Son miles de kilometros, no? Que buena aventura!
Hola, Alex, me da mucho gusto que hayas leído mi blog, yo también ya me di una vuelta por Alex Rebooted. En aquella época yo tenía un miedo horrible a volar, por una experiencia traumática en un vuelo Paris-Houston, de modo que mi única opción para visitar a mis amigos en Florida era tomar varios autobuses o llevarme mi carro. Y que me voy manejando... no sabes cuánto lo disfruté, saludos.
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