jueves, noviembre 19, 2015

Una Parte de Mi Corazón se Queda Atrás

Así es como me siento, a unos cuantos días de abandonar la casa en la que he vivido desde hace más de 23 años. Este plan lo tengo desde hace un par de años, por lo menos, pero de alguna u otra manera lo había estado posponiendo, porque no estaba preparado. Pero ya lo estoy. Bueno, eso creo.
Esta ha sido una decisión muy dura, y la razón es que amo mi casa, la comodidad que siento al estar ahí, la paz, la seguridad, el santuario en el que me refugio y donde lo malo no puede llegar. Es la casa donde he crecido, desde aquel muchacho alegre de 26 años hasta este hombre maduro a pocos meses de cumplir 50.
Ese es el lugar donde he cultivado plantas y árboles, en donde mis mascotas han vivido y han pasado a mejor vida, en donde me he llenado las manos de callos y donde me he lastimado mis dedos arreglando puertas, colocando ladrillos, trabajando en el jardín, limpiando. Ese es mi hogar, en donde he pasado de la alegría a la tristeza, la desesperación y la impotencia; donde me he sentido fuerte y poderoso, inspirado, tranquilo, emocionado…
Todavía recuerdo el día en que me instalé en mi nueva casa, en octubre de 1992. La colonia todavía estaba en construcción, y en mi calle solamente había una casa habitada, por una joven pareja, Guillermina y David, quienes tenían cinco o seis hijos varones a quienes le habían puesto dos nombres, el primero de los cuales siempre era David.
En la parte trasera de la casa había una barda muy bajita, y apoyándome en ella podía ver una gran extensión de terreno hasta donde alcanzaba la vista, pues en ese entonces no había ninguna otra casa, las empezaron a construir casi veinte años después. El hecho de que la barda fuera tan bajita me hacía temer que alguien pudiera saltar hacia mi casa cuando yo no estaba o, peor aún, mientras dormía, así que las primeras noches dormía yo sobresaltado, pero con un cuchillo oculto en mi almohada. Ese diciembre, mientras mis vecinos se gastaron su aguinaldo en fiestas y regalos, yo me quedé sin un centavo, pero contraté albañiles para que elevaran la barda, instalé puertas de fierro y protectores en las ventanas. Fue la única casa que no robaron.
Por distintas razones, muy pocas personas han visitado mi casa a lo largo de estos años. Una de ellas es que quizá no soy muy buen anfitrión. Pero la principal es precisamente la razón por la cual me estoy mudando: porque está sumamente lejos de donde viven mis amigos y mis familiares. Y me parece que, debido a que prácticamente la única presencia que ha estado en esta casa es la mía, siento como que estoy dejando mi corazón dentro de esas cuatro paredes.
Voy a extrañar mucho mi anacahuita y mis árboles de limón y de naranja que tengo en el pequeñísimo patio. Eran muy pequeños cuando los puse en la tierra, pero pasaron las primaveras y los inviernos, días soleados, días de lluvia, calor y frío, y un buen día me di cuenta de que sus ramas llegaban más allá del techo de mi casa. La anacahuita da una fresca sombra que cubre casi todo el patio en el verano, lo cual disfrutan mucho mis perritos. El limonero apenas hace unas semanas empezó a dar limones, y el naranjo después de más de 10 años apenas luce su primera naranja, que se va madurando lentamente... ese naranjo lo quiero mucho porque me lo regaló el padre de mi amiga Narce, don Irineo. Ay, también voy a extrañar la planta de maracuyá que puse hace unos años, y los jazmines, las anacahuitas de la calle, mi tulipán, el rosal...
Hace un par de semanas encontré, casi sin buscar, una casa que reunía todas las ventajas que había imaginado: cerca del trabajo y de la casa de mamá, a unos pasos de las avenidas más importantes, muy cerquita del centro de la ciudad y con la posibilidad de andar en bicicleta por sus calles. Firmé el contrato y el casero me dio las llaves luego luego, para que empezara a limpiar y hacer arreglos, antes de que iniciara el periodo formal de renta.
Pero pasé algunos días sin hacer nada, dándome excusas de "estoy muy ocupado", "no sé por dónde empezar"…
Y fue en mi sesión semanal con mi analista, en ese espacio que he hecho mío, que me encontré a solas conmigo mismo y rompí a llorar al comprender las muchas razones por las cuales estaba posponiendo mi cambio de casa....
De nuevo en el auto, durante el largo camino a casa, envuelto en tráfico sin fin, lloré sin parar, recordando todas las cosas que he vivido en esa casa, todas las emociones que he experimentado, las personas que me han acompañado una parte del camino, ese Tinismo que fue transformándose durante todos estos años, a los 26, a los 30 a los 35, a los 40, 45... .soltero, casado, divorciado, solo, acompañado, feliz, triste…
Ya que comprendí los motivos que se ocultaban detrás de mi apatía, pude empezar a pensar con claridad y prepararme para el cambio. Primero a darle una buena limpiada a la casa nueva, poner focos, lavar el piso, todavía hay mucho que hacer. Luego, poner los objetos en cajas, trasladarlos en mi auto, junto con algunos muebles pequeños y ropa. Al último contrataré un camión para que mueva los muebles grandes y ya está. Ya quisiera estar viviendo en la nueva casa, pero al mismo tiempo no quiero presionarme. Se trata de mí, y me quiero tratar bien.

6 comentarios:

  1. A veces nos cuesta dejar aquellas cosas que tienen mucho valor sentimental, pero también a veces es la mejor decisión.

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    1. Totalmente de acuerdo... muchas gracias por pasar por aquí.

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  2. sin dudar una de las desiciones mas dificiles, pero si esta tomada no hay marcha areas, todo eso mismo puedes realizartlo en tu nuevo hogar...aunque comprendo las lagrimas y te mando un gran abrazo y un clinex

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    1. Hola, mi Pancho, pues no sabes como te agradecí el kleenex, precisamente ayer jueves 26 realicé la mundanza completa (ya tenía un par de semanas llevando objetos varios, cajas y ropa en mi carro), y después de un día agotador, ya por fin dormí en la nueva casa. Ahora empiezo una nueva etapa y estoy emocionado, ya te contaré. Abrazo.

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  3. Yo de adulto (saliendo de casa de mis papás) nunca he tenido casa por tantos años y me he cambiando tantas veces que no he tenido apego a ningún lugar.
    Me imagino lo duro que ha de ser cambiarse después de tantos años! Un abrazo y a comenzar a hacer de tu nueva casa un hogar!

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    1. Tu comentario me hace ver las cosas en perspectiva... sería muy diferente si hubiera pasado por este proceso una o más veces. Afortunadamente ya ha pasado el buen tiempo y los sentimientos de angustia van quedando atrás. Saludos afectuosos.

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