jueves, septiembre 08, 2016

Mi Bobi

Me levanté, no tan temprano como hubiera querido, para lavar el carro y trabajar un rato como conductor Uber. En el patio le di de comer a Bobi, y pensando que ese día no tendría tiempo de llevarlos al parque como hacemos todas las mañanas, lo dejé salir... es un perro muy listo y las veces que se ha escapado aprovechando una puerta mal cerrada, regresa al poco tiempo muy campante, si bien normalmente me gusta llevarlo a pasear con su correa.
Lo vi salir disparado y cruzar a la acera de enfrente. Chucho quería ir tras de él, pero no se lo permití, y como es muy obediente se quedó a mi lado, resignado, mientras yo me ponía a lavar el carro. Pensé que tal vez sí debería tomarme unos minutos más tarde para llevarlos a pasear, pues ya los tengo acostumbrados al paseo diario y es el momento del día que más esperan y disfrutan.

Ese Bobi. Hará unos ocho años vi un anuncio en el periódico en el que vendían chihuahueños miniatura, y aunque la dirección estaba al otro lado de la ciudad, hasta allá me trasladé. Estaba a punto de elegir a una perrita, pero a última hora cambié de opinión y me quedé con Bobi. Muy poco tiempo después quedó claro que eso de "miniatura" había sido un engaño: Bobi creció muy fuerte y muy sano, y también muy grande para llamarse "chihuahueño". Pero se quedó conmigo.
En un tiempo recogí un perro de la calle al que puse Chucky; éste era todo un callejero y hacía las cosas más increíbles (como trepar un reja metálica) para saltar desde una buena altura y desde ahí correr a la calle. Otras veces aprovechaba un pequeño descuido, una puerta mal cerrada, para salir a toda carrera.
Una vez estaba en el trabajo y me llamó un hombre, para reportar que Chucky y Bobi andaban sueltos, en una colonia muy, pero muy lejos de mi casa. Yo no me podía salir de la oficina, y este hombre no podía quedarse a esperarme, así que rogué al cielo que cuando pudiera ir por ellos aún se encontraran ahí. Pero cuando llegué a casa ellos ya me estaban esperando, como si tal cosa. Chucho, afortunadamente, prefirió quedarse dentro de la propiedad a pesar de que la puerta estaba completamente abierta.
El año pasado, cuando nos cambiamos a esta casa, poco tiempo le bastó a Bobi para familiarizarse con los nuevos rumbos, sobre todo gracias a nuestros paseos diarios al parque, a dos o tres veces que se me escapó en mis narices y a dos o tres veces que decidí dejarlo salir, cuando sabía que no había mucho tránsito en las calles.

Seguí lavando el carro y a los pocos minutos pasó una vecina, me saludó, conversamos brevemente y luego siguió su camino, dio la vuelta a la esquina y desde allá me preguntó algo, señalando hacia la siguiente calle, pero yo sólo alcancé a escuchar "tu perro". Supuse que había visto a Bobi, acercándose a la casa después de su paseo, y le dije sí, que se había salido pero que ya vendría en camino.
Entonces me acerqué un poco y esta vez sí escuché con claridad: "Hay un perro atropellado, ¿no es el tuyo? Y alcancé a ver un perro tirado en la calle, pero, apenas echando un vistazo,
inmediatamente le dije que no era el mío, pues mi perro sí sabía andar por las calles... además, ese perro tenía el pelaje de un color mucho más claro que Bobi. Se me quedó viendo con incredulidad y prosiguió su camino.
Yo continué lavando el carro, dejé pasar unos minutos a que se fuera la vecina chismosa y decidí acercarme a ver.... no, no podía ser Bobi. Bobi es un perro muy listo, cruza las calles con cuidado, cuando no hay carros pasando. Sin embargo, la expresión de la mujer y el hecho de que Bobi no hubiera regresado pronto me había inquietado.
Y lo vi. Mi Bobi, sí era mi Bobi. No había nada que hacer, estaba sin vida, sólo un poco de sangre en su hocico. Sentí que la cabeza se ponía pesada, pesada. Seguían pasando carros, sacando la vuelta a mi perrito, por esa calle que normalmente es poco transitada. No supe que hacer, más que devolverme hacia mi casa, pues había dejado a Chucho en la banqueta.
Fue una situación de esas que me dejan totalmente incapaz de reaccionar, quería hacer algo, pero no podía pensar. Por momentos deseaba simplemente irme de ahí, desaparecer del lugar, no saber nada. Más tarde salió Juanito, el dueño de la casa que habito, y le pedí una de esas bolsas grandes negras para basura, sin dar explicaciones. Cuando me la dio, aun pasó un rato en el que simplemente no podía reaccionar.
Y cuando finalmente me armé de valor y caminé hacia la calle donde lo habían atropellado, él ya no estaba ahí. Un vecino justamente estaba entrando a su casa, cargando una escoba y un recogedor. Ni rastro de Bobi. En el contenedor de basura de la casa de enfrente había una sospechosa bolsa negra. La toqué y me pareció sentir que era mi Bobi adentro de ella. No tuve el valor de abrirla y me fui a mi casa.
Estuve mucho, mucho tiempo como un zombi. Normalmente lloro a la menor provocación, pero esta vez no podía hacerlo. Al dolor de la pérdida se suma un sentimiento, real o no real, de culpabilidad. Pero si varias veces lo había dejado salir... ay, Bobi, ¿por qué hice caso a tus protestas, a tus ladridos exigiendo salir?

Recientemente leí un largo mensaje acerca de la mala costumbre que tenemos los seres humanos de apreciar algo solamente en su ausencia... y heme aquí, triste y apesadumbrado porque mi Bobi ya no está más aquí. Yo nunca, nunca hubiera deseado que sucediera esto, tantos años (por lo menos 8), momentos compartidos, mi travieso Bobi. Tantas veces te escapaste, desde cuando vivíamos en la otra casa, hasta que no regresaste más. Adiós, Bobi, sé que un día te volveré a ver. 

4 comentarios:

  1. Tino, I am so sorry. When I started to read your post, and you said that you let Bobi out on his own, I was so afraid that the story would end as it did.
    I know how a pet can become like a member of the family, so I can sympathize with what you are feeling right now.
    Abrazos,
    Bill

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  2. Oh no! Pobrecillo!
    Es horrible cuando mueren nuestras mascotas. Un abrazo fuerte, fuerte.

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