martes, noviembre 15, 2016

Un Accidente desde la Ventana

Esta tarde me encontraba sentado en una mesa del restaurante, frente a una amplia ventana que me permitía observar el paso de los coches y las personas, los constantes cambios de clima que son tan comunes en Monterrey: despejado, nublado, llovizna, soleado, ráfagas de viento...
Se hacía tarde y yo tenía que continuar con mis labores, así que pedí la cuenta, y mientras llegaba seguí observando, observando.
En eso llegó un automóvil que identifiqué como un modelo Chyrsler de la serie K, que lucía desvencijado y lleno de letreros de varios colores. Uno de ellos decía "Ya llegó Jelipe", así que deduje que su conductor era Felipe R. Moreno, un hombre que ha sido porrista de Sultanes, el equipo local de béisbol, desde hace más de 50 años.
Su acompañante, una mujer mayor, descendió del auto y con pasos vacilantes lo rodeó para llegar a la banqueta; estaba justamente frente a mí, de modo que vi cómo intentaba sujetarse de una palmera con una mano, mientras apoyaba uno de sus pies sobre el bordillo de la banqueta. Todo sucedió en segundos: con una gran impotencia vi que su mano resbaló al no poder sujetarse de la palmera, y la mujer empezó a caer de espaldas y terminó golpeándose la cabeza sobre la banqueta.
Salí como rayo a intentar auxiliarla, lamentando no haber podido evitar su caída... Jelipe se encontraba a unos metros de distancia, y al darse cuenta del accidente se acercó a ver a su esposa. Nervioso, le decía que no hubiera esto, no hubiera lo otro.. yo lo interrumpí y le pregunté a la señora cómo se sentía, qué le dolía, mientras la sostenía tomándola por la espalda.
Acaricié sus cabellos, para confortarla y también para averiguar si sangraba; no había rastros de sangre, pero ante mis ojos asombrados se le empezó a formar un chichón que alcanzó un tamaño impresionante. Me alarmé un poco. Los empleados del restaurante llamaron a una ambulancia, y mientras llegaba yo ingresé nuevamente para pagar mi cuenta. Al salir, me detuve un momento para ver cómo seguía la señora, para ese momento ya la habían ayudado unos hombres a incorporarse y la habían sentado en una silla.
Me quedé unos momentos junto a ella, pero tuve que partir, sintiéndome muy acongojado. Jelipe me dijo que viven a tres cuadras del restaurante, así que mañana planeo pasar a visitarlos para saber cómo está la señora.
Ser testigo de este accidente me dejó muy apesadumbrado el resto de la tarde, no sé bien por qué, sería la impotencia de haber presenciado el accidente y no haber podido evitarlo; sería que pensé en mi mamá... Otros comensales también presenciaron la misma escena, pero nadie más salió a brindar auxilio, ni siquiera mi amigo Jesús, con quien me había reunido para comer. No pretendo sentirme un héroe ni virtuoso, pero, de verdad, qué diferentes formas de reaccionar tenemos los seres humanos.

2 comentarios:

  1. La mayoría de nosotros tratamos de no involucrarnos en asuntos así. Cada vez que no auxilio a alguien, luego tengo la voz de la consiencia preguntándome si alguien ayudará a mis padres si algo les pasa...

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    1. Es cierto, lamentablemente. Una amiga me comentó que su padre siempre les enseñó que no intervinieran en casos así, pues de presentarse una complicación (por ejemplo muerte), ellos tendrían que acudir a prestar declaración y cosas así. La verdad es que yo ni lo pensé, de alguna manera me imaginé que pudiera haber sido mi mamá y simplemente corrí.

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