sábado, agosto 19, 2017

Hasta Pronto, Hermoso Xhavizende, Lulaa (Juchitán, Oaxaca)

En mis años de primaria escuché por primera vez la palabra "istmo", que según la RAE es "lengua de tierra que une dos continentes, o una península con un continente". No me gusta mucho la definición, pues en el caso del Istmo de Tehuantepec, no me queda muy claro cuáles son los dos continentes que une, o a cuál península une con cuál continente, pero dejémoslo así.
Vagamente recuerdo que el libro hablaba de las regiones que conforman la región del Istmo de Tehuantepec: Tehuantepec, Juchitán, Ixtepec y Salina Cruz, en Oaxaca, y Coatzacoalcos, Minatitlán y Acayucan, en el estado de Veracruz. Se me quedaron muy grabadas las fotografías del mar en Salina Cruz, de las vestimentas de las mujeres de Juchitán, del pintoresco pueblo de Tehuantepec.
Muchos años después conocí sobre las "muxes", que habitan en la región zapoteca del istmo de Tehuantepec; un tema fascinante que atrae el interés de personas de todo el mundo, y me dije que algún día iría a conocer Juchitán.
Ese plan que antes yo veía como algo tan lejano, se acercaba cada vez más conforme iba amaneciendo y el autobús de ADO se acercaba a la región Costa de Oaxaca, por fin conocería Juchitán.
Por su parte, Rodofo tenía muchas ganas de ver a las mujeres juchitecas ataviadas con sus hermosos y coloridos vestuarios, los paisajes y los rostros del Istmo, con la intención de plasmarlos más adelante en sus cuadros.
Afuera de la estación de autobuses abordamos un mototaxi y le pedí al conductor que me llevara al mercado 5 de Septiembre; cabe aclarar que, no conociendo absolutamente nada de Juchitán, me puse a leer reseñas y guías de viaje y casi todas recomendaban no perderse este lugar.
Durante el corto trayecto quedé impresionado por la gran cantidad de mototaxis: abundan por todas partes y forman verdaderos congestionamientos. También observé muchas motocicletas particulares, conducidas principalmente por hombres y mujeres jóvenes, pero también por una que otra dama de mayor edad, como una abuela que casi me atropella con su flamante y veloz Italika. Este tipo de cosas son insólitas para este hombre norteño que soy yo.
En pocos minutos llegamos al Parque Municipal, sólo había que cruzarlo para llegar al mercado. Debo decir que mi primera impresión fue muy fuerte y desagradable: la calle 16 de Septiembre, justo donde está el Palacio Municipal, lucía muy sucia; se empezaban a instalar los puestos de vendedores de frutas, flores, aguas frescas, camarones, tortillas de horno, huevos de tortuga (sí, huevos de tortuga) y demás entre charcos de aguas pestilentes; sorteando todo ello caminábamos las marchantas y marchantes locales, un atónito turista (yo) y una gran cantidad de perros callejeros.
Sinceramente, me daban ganas de regresar a la terminal de autobuses y tomar un camión hacia cualquier otro lugar. Pero decidí esperar. Por suerte, un amigo de Rodolfo le había dado los datos de Paola, una muxe juchiteca con quien tiene gran amistad, para que la contactáramos y le pidiéramos que nos orientara en nuestras andanzas por Juchitán.
Así que Rodolfo le llamó por teléfono para avisarle que ya habíamos llegado, y mientras se ponían de acuerdo yo pedí que nos recomendara un lugar para desayunar pues, como siempre, ya me andaba de hambre,  y ella nos sugirió que entráramos al mercado y probáramos unas garnachas mientras ella terminaba de arreglarse y tomaba un taxi hacia el centro.
Por mi parte, yo no quise hacer el menor intento de entrar al mercado; en lugar de ello sugerí que nos fuéramos caminando por la calle hasta que encontramos un pequeño restaurante y sencillo en una esquina, donde servían desayunos muy convencionales. Rodolfo le mandó nuestra ubicación por mensaje y allá fue a recibirnos, extrañada, pero con una amplia y hermosa sonrisa que iluminaba todo.
Paola es una persona tan cálida y con tanto carisma y sencillez que en pocos minutos parecía que la conocíamos de toda la vida. Nos acompañó a instalarnos en el Hotel Central y posteriormente a dar un recorrido por las calles cercanas; cada pocos pasos la saludaban hombres y mujeres desde las aceras, automovilistas, conductores de mototaxis, dependientes y propietarios de comercios: "Adiós, Paola"; "Adiós, manito, adiós, manita", contestaba ella.
Paola es muy famosa en su tierra, pero también nacional e internacionalmente, pues aparece en varios videos y documentales sobre Juchitán y la cultura de los muxes que circulan en Internet. Nos llevó a un salón de belleza para conocer a otras muxes que se preparaban para un evento, pero era el pleno día de la sesión fotográfica y estaban ellas o muy nerviosas o muy poco accesibles para platicar y dejarse tomar fotos de aficionado, de modo que continuamos el paseo.

2017 08 08 JUCHITAN PAOLA TINO MARTHA Con mi anfitriona de cinco estrellas, Paola, y la reconocida cantante Marta Toledo (derecha).

A unas cuantas cuadras llegamos al Restaurante Bar Jardín, que a esa hora de la mañana aún no abría sus puertas, pero nos recibió la propietaria, Marta Toledo, una mujer hermosa y extraordinariamente amable; Paola nos la presentó diciéndome que era cantante, pero, por su gran sencillez, nunca imaginé que fuera una famosísima artista que se ha presentado en el Auditorio Nacional, así como en escenarios de Estados Unidos y países europeos como Austria, entre otros. Impresionante.
Por recomendación de Paola, abordamos un mototaxi y ella le pidió que nos llevara a la cercana Playa San Vicente, en la costa de la Laguna Superior. Es una playa muy pequeña y sencilla, pero mis ojos agradecieron por fin ver el agua.
 

2017 08 08 SAN VICENTE 2
La Playa de San Vicente. Tras las montañas del fondo se encuentra San Dionisio del Mar, un pueblo que no pude visitar. Otro motivo para regresar al Istmo.



El calor iba en ascenso y me daban ganas de darme un chapuzón, pero había alerta de "mar de fondo" esos días. Me conformé con sentarme a la orilla y cerrar los ojos para oír mejor el rumor del oleaje.
Degustamos un pescado recién preparado, un coctel de pulpo y camarón, acompañados de las típicas y deliciosas tortillas de horno y unas buenas cervezas heladas, que tan apreciadas son en esta tierra. Regresamos al hotel, y mientras yo descansaba ella se retiró a atender asuntos de su negocio, pues se dedica a la venta de comida que ella misma prepara con ayuda de su mamá.
Una de las cosas que me gustó mucho de Juchitán es que por todas partes se escucha hablar en diidxazá, el idioma zapoteco del istmo (diferente del zapoteco que se habla en Oaxaca y en Teotitlán del Valle, son mutuamente ininteligibles). Suena muy bonito y, a diferencia del náhuatl, sus palabras me parecen fáciles de pronunciar: benda (pescado), dxuladi (chocolate), guetabiingui (tamal de camarón), nisa (agua), guelaguiidi (huaraches).
Ya más descansados, ahora sí pasamos un rato pasé al mercado, ¡tenía que conocerlo! En la primera planta hay toda clase de comida; y se veía tan deliciosa que de verdad que me arrepentí de no haber aceptado la sugerencia de Paola esa mañana. En la segunda planta hay muchos puestos de ropa típica; venden elegantes atuendos completos de mujer que cuestan hasta 15 mil pesos. También hay muchos zapatos y huaraches. Yo me traje dos pares, unos de ellos totalmente de cuero (incluida la suela), para usar solamente dentro de casa.
Más tarde pasó Paola en un taxi y nos invitó a que la acompañáramos a una fiesta... yo no estaba muy seguro de qué tipo de fiesta era, pero decidí aceptar. Total, si no me sentía a gusto podría simplemente optar por regresar al hotel a descansar. Y qué bueno que acepté: se trataba de un convivio familiar por el cumpleaños de una amiga de Paola.
Como no llevábamos regalo, a la entrada de la fiesta compramos cada quien un cartón de cerveza de los muchos que ahí había, como es la costumbre; tomé el mío y se lo entregué en las manos al esposo de la anfitriona, quien me agradeció y me dio la bienvenida.
El tiempo que estuve en el convivio lo pasé de maravilla, pues no cualquiera tiene la gran fortuna de estar presente en una reunión prácticamente familiar, admirando las bonitas costumbres típicas y la extraordinaria hospitalidad de los anfitriones y los demás invitados, me incluyeron en la conversación inmediatamente y me hicieron sentir muy bienvenido.
La cumpleañera en persona pasaba muy frecuentemente a las mesas para servir más bocadillos: ombligos de pescado, huevos de tortuga, almendras en salsa de chamoy, pequeños pescados fritos, cacahuates, bollitos de masa rellenos de carne... puras delicias. Dudé ante los huevos de tortuga; sé que es un alimento prohibido por estar la tortuga en peligro de extinción; imaginé la cara que pondría la Liebre de Marzo si me estuviera viendo, pero bueno, tampoco quise atreverme a despreciar lo que me ofrecían mis anfitriones, y además, al país que fueres...

2017 08 08 JUCHITAN CONVIVIO 8 HUEVOS
Los anfitriones ofrecieron ricas viandas a los invitados, como los huevos de tortuga.





Por otra parte, un hombre contratado exprofeso se pasó la noche sirviendo a los invitados una cerveza tras otra: apenas había bebido un poco más de la mitad de mi botella cuando ya me ponía la siguiente.

Aprendí que, si acaso se tardan en servir más cerveza, simplemente hay que gritar "se está quemando el monte" para que venga presuroso el hombre con una nueva ronda. Por ser un lugar muy caluroso, en Juchitán se toma mucha cerveza, y según me dice Paola es probable que las mujeres beban más que los hombres.
En un momento de la fiesta las mujeres (Paola incluida) se levantaron de sus asientos y se reunieron en el centro del patio, y con la música de vals de fondo tomaron turnos para bailar con la festejada. Nuevamente me sentí muy afortunado de estar en medio de una reunión tan íntima, todo gracias a la cortesía de nuestra excelente anfitriona, Paola.
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Las mujeres bailando con la anfitriona.

Tiempo después abandonamos la reunión y, junto con uno de los invitados, Paola nos llevó al Restaurante Bar Jardín, que ahora sí lucía muy animado, con todas sus mesas que daban hacia el patio central ocupadas por parroquianos que disfrutaban una buena cena y bebidas frías en un ambiente muy relajado, enmarcado por música que no llegaba a ser estridente. Pedimos unas cervezas, pero no estuvimos mucho tiempo porque Paola, con dos desveladas consecutivas, casi se duerme en la mesa.
Salimos del lugar y poco después Rodolfo y yo descendimos del taxi frente al hotel, nos despedimos de mi nuevo amigo y de Paola, muy agradecidos por todas sus cálidas atenciones; yo le aseguré que pronto regresaré a Juchitán, hermoso lugar. Me fui a la cama inmediatamente, pues temprano por la mañana emprenderíamos el camino hacia el último punto del itinerario, antes de regresar a la capital, Oaxaca de Juárez, y abordar el avión de regreso a Monterrey.

2 comentarios:

  1. Se ve que te lo pasaste muy bien. Qué buen viaje a Juchitán.
    Yo nunca he ido, aunque he leído algo sobre los muxes.

    Lo único que no me gustó fue lo de los huevos de tortuga :(

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    Respuestas
    1. Fue maravilloso estar en Juchitán, no veo la hora de regresar. Y acerca de los huevos de tortuga, es un tema difícil, como lo comenté en mi post, de entrada no me agradó nada pero, no conociendo los usos y costumbres locales, no quise arriesgarme a causar una ofensa a mis anfitriones al rechazarlos. Los zapotecas del istmo consumen estos huevos desde hace siglos, por ello la estrategia de poner multas no funciona, creo yo; habría que hacer esfuerzos permanentes por fomentar la conciencia ecológica para que poco a poco se logre eliminar su consumo. Hasta pronto, Álex.

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