lunes, mayo 03, 2021

¿Pimiento relleno? No, gracias.

Abril siempre ha sido mi mes favorito. Desde que inicia el año, espero con emoción que se aleje el frío y que llegue el calor de la primavera, con cielos limpios y plantas que se llenan de flores, alguna lluvia ocasional, ¡mi cumpleaños!

Pero este año fue distinto. A mediados de febrero cayó una helada ligera, pero suficiente para acabar con casi todas las plantas de mi jardín. Lo que más me dolió fue que se secó completamente mi árbol de majagua, que en poco más de un año creció casi cuatro metros y ya daba una estupenda sombra, además de que alegraba la vista con sus flores.

Durante muchos, muchos días, apenas amanecía salía yo al patio para ver si había salido un minúsculo retoño, pero no encontraba uno solo. Se mantenía erguido, con todas sus hojas quemadas. "Tal vez mañana", pensaba intentando vencer la desesperanza.

Así pasaron las semanas y un día, con todo el dolor de mi corazón, tuve que tomar el serrucho y cortar todas las ramas, luego el tronco... pues comprobé que estaba completamente seco. Solo dejé un tramo de unos 20 centímetros de altura, pues justo en la raíz empezaban a salir unos brotes. Sé que volverá a crecer, pero de alguna manera se me ha acabado la paciencia y la ilusión de esperar.

Además, no sé si alcanzaré a verlo crecer nuevamente, pues cada vez me gusta menos el vecindario y he empezado a pensar en mudarme; ciertamente, elegí vivir aquí porque necesitaba estar lo más cerca posible de mi madre para atenderla rápido en caso de surgir una emergencia, pero ahora mi mamá ya no está. No me apresuraré, pero la idea de mudarme ya está instalada en mi mente. Viví más de 22 años en la casa que compré siendo un jovencito, pero desde el 2015 he cambiado de residencia tres veces. Así que mi próximo movimiento tiene que ser muy bien pensado.

Al derribo del árbol siguieron dos semanas de algo que tardé en reconocer como depresión. Desde hace años me levanto al amanecer y empiezo a trabajar para intentar acoplarme al horario de mis colegas europeos, pero durante dos semanas solo me levantaba, revisaba mi correo, confirmaba de recibido los escasos trabajos asignados (la carga de trabajo, casi siempre muy pasada, casi desapareció) y me volvía a dormir, algo completamente inusitado. Uno de esos días dormí casi hasta mediodía. Varias veces me llegaron correos que requerían respuesta inmediata, pero no los pude contestar por obvias razones. Nunca había dado tal muestra de informalidad.

¿Deprimido, yo? Sí, yo. Me costaba trabajo aceptarlo, pero se acumularon tantas cosas... el miedo constante que tengo de contraer el virus, pese a mis estrictos cuidados y a este encierro que se ha vuelto insoportable; la pérdida de mi madre, la mudanza de mi amigo Héctor (que también es una pérdida), la baja en mi carga de trabajo (otra pérdida). Los fines de semana he procurado hacer cosas diferentes, salir a comer, dar un paseo... agradecer por las cosas buenas que tengo en la vida y encontrar motivos para seguir adelante.

Por si esto no fuera suficiente, la semana pasada enfermé del estómago. Resulta que, como no tengo quien me cocine, ni paciencia para cocinar y a veces ni tiempo para hacerlo por la fuerte carga de trabajo, durante años he recurrido a las comidas preparadas que venden cerca de mi casa, cambiando constantemente porque son grasosas, hipercalóricas, excesivamente condimentadas. Comidas baratas preparadas con ingredientes baratos. Y todas ellas con el mismo limitado menú de siempre: milanesas empanizadas de pollo o vaca, chiles rellenos, cortadillo (cubitos de carne de vaca en salsa), flautas, enchiladas, chuletas de cerdo con calabaza, caldo de res...ugh.

Felizmente, hace casi dos meses encontré lo que parecía ser la solución mágica: una chef, supuestamente asesorada por una nutrióloga, ofrecía paquetes semanales de platillos más elaborados y variados, con porciones justas y una cantidad reducida de carbohidratos. Lo mejor de todo era el precio: cada platillo costaba casi igual que las comidas grasosas y aburridas que mencioné antes.

Por supuesto que contraté el servicio y empecé a pasar cada domingo a un lugar cercano a recoger mis cinco comidas para la semana, las guardaba en mi refrigerador y me despreocupaba. Cada día, llegada la hora, solo tenía que calentar y comer, ¡maravilla!

Fui feliz. El martes pasado, el platillo de entrada consistía en "pimiento relleno". Era un pequeño pimiento rojo, que en su interior llevaba jamón finamente picado revuelto con crema o yogur, algo así. El plato fuere consistía en un pedazo de carne con ensalada, nada extraordinario.

Horas después, empecé a sentir mi cuerpo caliente: las piernas, los brazos, el abdomen, la cara... ay, Dios, que no sea fiebre, por favor. Y yo que no le he puesto pila al termómetro. Esa mañana había salido a arreglar varios asuntos y el calor estuvo intenso, así que pensé que había sufrido una insolación. Luego vino el dolor de estómago... y por la noche la diarrea. Cuatro fétidas deposiciones seguidas. Mandé comprar suero y un analgésico para el dolor de cabeza. Me fui a dormir y durante la noche no tuve que ir al baño... pero al día siguiente comenzó nuevamente la diarrea. Cinco deposiciones.

Esto ya era preocupante. Fui a comprar un medicamento para diarrea (que después me enteré que no ayuda y sí agrava el problema). Tenía un poco de hambre, pero no quería comer nada porque me daba miedo empeorar, así que comí papa cocida, arroz, plátano, galletas saladas, miel, amaranto, té de zacate de limón, jengibre, muchos líquidos. Ya no hubo evacuaciones diarreicas, pero para el jueves traía el abdomen sumamente inflamado, así que fui a consultar a una doctora y ella me prescribió antibiótico, no sin antes asustarme diciendo que había que evitar una fiebre intestinal "porque eso sí está muy feo...". Ay, doctora, ¿no sabe usted que soy un hipocondriaco consumado?

El viernes tuve malestar y dolor de cabeza todo el día, pero se notaba que ya iba mejorando poco a poco. El sábado ya iba en franca mejoría y ayer domingo ya fue casi normal, mi panza ya no está tan inflamada.

Casi estoy seguro que el causante fue ese "pimiento relleno", pues estuve expulsando sus restos durante tres días... no sé cómo se quedó pegado en mis intestinos. No me he comunicado aún con la chef, pues al principio no tenía ánimos de nada y además deseaba meditar muy bien lo que le diría, sin descargar el enojo y la frustración que sentía. Supongo que ni ella ni yo contemplamos que con estos calores de Monterrey, lo más sensato sería que las comidas estuvieran congeladas.

Sé que definitivamente algo pasó, porque el miércoles no mandó el menú de la siguiente semana, y el jueves no mandó mensaje para preguntar si estaba de acuerdo con el menú. Hasta el viernes llegó una comunicación impersonal avisando que "por motivos personales" no daría servicio esta primera semana de mayo. ¿Será que hubo más intoxicados? No sé. Sé que pudo haber sido un lamentable error involuntario que le costará muy caro. Por mi parte, perdí la confianza y ya no contrataré más el servicio.

Ahora tengo que pensar muy bien cómo resolver esto. Cuidar al máximo lo que como. Vencer mi pereza y dedicar tiempo a cocinar. Lo bueno es que la Liebre de Marzo me pasó una lista de opciones sencillas para comer, basada en un sistema de alimentación muy revolucionario pero también muy sencillo que ella está siguiendo y que la ayudado a superar su fibromialgia. Y allá vamos.

Adiós a abril de 2021. Que mayo de 2021 sea muchísimo mejor.

6 comentarios:

  1. Necesitas comer mejor
    Lo basico carbos legumbres pastas y proteína
    Un saludo desde Miami

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  2. Definitivamente, me esforzaré por encontrar la mejor opción. Gracias por comentar.

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  3. Mejor que cocines en casa... recetas sencillas pero saludables. Cuídate mucho.

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    1. Totalmente de acuerdo... buscaré lo más fácil de hacer, ahora ya tengo mucho miedo de comer las "comidas caseras" que anuncian por todas partes.

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  4. Me pasó algo parecido pero con un final diferente hace un par de semanas. También compro la comida para toda la semana y un día me marcaron para decirme que no me comiera una pasta porque el queso al parecer tenía moho. Pero una hora antes ya me lo había comido. Pensé que me iba a enfermar y me estuvieron marcando para ver como estaba. Afortunadamente no paso a mayores, pero al menos se preocuparon por saber como estaba. En fin, creo que la mejor opción es cocinarse uno mismo. Saludos!

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    1. ¡Te salvaste! Y bueno, a mí me parece que un poquito de moho en el pan o en el queso no afecta demasiado para la microbiota (anteriormente "flora intestinal"). Por otra parte, es muy admirable la atención de tus proveedores de comida. Yo por lo pronto estoy cocinando cosas muy básicas, por ejemplo, un pedazo de carne frita o cocida con diferentes verduras y ya.

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