viernes, junio 13, 2008

Adiós al Cigarro


Este próximo domingo voy a cumplir ¡7 meses! de haber abandonado el hábito de fumar, el cual inicié cuando tenía aproximadamente 16 años. Pasé un cuarto de siglo echando humo, y con cada año que pasaba me volvía más dependiente de los cigarros. A últimas fechas fumaba lo mismo si estaba enojado que feliz, preocupado o relajado, nervioso o sereno.

Por las mañanas, para cuando llegaba a mi actual trabajo ya me había despachado dos o tres cigarros, pues sabía que en la oficina no podría fumar. Pero luego, a media mañana sentía nuevamente la urgencia de fumar y me escondía dentro del auto, en el estacionamiento, con el riesgo de ser visto y amonestado por ausentarme de mi oficina.

A mediodía, después de comer, otro par de cigarros, y al salir, inmediatamente a prender uno más. Otro al llegar a casa, y luego varios más hasta llegar la hora de dormir.

Recuerdo que empecé a fumar luego de ver que lo hacía mi hermana Pera. Una vez me pidió que comprara toda una cajetilla de cigarros Kent, la cual escondimos en el patio de la casa, y cuando no había nadie alrededor ella me pedía que le encendiera uno, y yo la veía fumar con admiración. No sé cómo, poco después ya fumaba junto con ella.

Yo era un jovencito y necesitaba sentirme mayor, y para eso estaba el cigarro. En ese entonces era posible fumar en los autobuses foráneos, de modo que en todos mis viajes a México, D.F. iba acompañado por mis inseparables tabacos. Raleigh, recuerdo. Luego probé unos que se llamaban Commander, que fumaba Elvia, la esposa de mi primo Miguel.

Pasaba mis vacaciones en la casa de mi hermana Lola y mi cuñado Enrique, también fumadores igual que mi querido tío Félix. Creo que Lola y Enrique fumaban Baronet en ese tiempo, mientras que mi tío prefería los clásicos Faros.

Durante la preparatoria, por imitar a unas compañeras empecé a fumar Raleigh Súper Largos, pero luego cambié a Viceroy Lights, luego a Marlboro Lights y luego a Marlboro rojos. Probé otras marcas, pero estas que menciono las consumí por largos periodos de tiempo. A veces compraba en el centro unos cigarros cubanos , creo que de marca Romeo y Julieta, muy fuertes y de muy buen sabor.

Había prometido abandonar el hábito al cumplir 35 años, así que hice varios intentos infructuosos hasta que finalmente el 15 de noviembre de 2007 fumé mi último cigarro. Dejar a un compañero que ha estado conmigo 25 años no fue fácil. Me di cuenta que toda mi vida estaba marcada por pausas para fumar; cerraba los ojos y me visualizaba a mí mismo... fumando. ¿Cómo podía sustituir al cigarro? Fueron días de mucha ansiedad, pero afortunadamente ahora existe el medicamento Champix y gracias a él pude librarme de esta fuerte adicción.

Hoy soy un ex-fumador. Me felicito por mi fuerza de voluntad (que pensé que no tenía), por haberme librado de ese aliento espantoso y por haber recuperado mi resistencia física, pues ahora puedo realizar ejercicio moderado o fuerte sin terminar jadeando como ferrocarril.

Debo admitir que todavía de vez en cuando me entran unas ganas tremendas de fumar, sobre todo en medio de una sabrosa plática, en un momento de preocupación, o bien de repente sin razón alguna. Ayer estuve en un puesto de comida que está junto a mi trabajo, y alguien pidió un cigarro suelto. Seguí con la mirada a la Güera, quien con manos hábiles sacó un Marlboro rojo de su caja y se lo entregó al cliente... por poco le pedía uno para mí también. Pero decidí que no. Esta guerra contra el cigarro es de muchas batallas... espero ganarlas todas.

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