miércoles, septiembre 10, 2008

Así Me lo Contó... Mónica

"¿Sabes? Yo siempre he admirado la capacidad de mi madre y siento que tácitamente es ella quien ha forjado mi carácter tan fuerte; a ella le debo mi testarudez, pues siempre que alguna dificultad se me presenta pienso: bueno, ¿y cómo lo resolverías? Si tu madre, sin educación y viuda, con 10 hijos, lo resolvió... También le debo mi tolerancia, pues desde niña veía como en ocasiones las personas abusaban de su discapacidad auditiva y se burlaban de ella o le pedían favores, y ella siempre les sonreía y los atendía cuando la necesitaban (mira que yo por defenderla hasta llegué a cachetear a una vecinita).
A ella debo mi alzar la voz ante las injusticias, pues desde joven la defendí; mi amor hacia los que tiene alguna discapacidad o desventaja, pues la vi luchar con todo; el amor a la familia, pues la vi darnos a todos por nuestro lado; mi autoestima, pues siempre fui para ella la más inteligente y bonita del planeta; el salir adelante y fijarme metas altas, pues siempre me decía a mí misma: si mi madre con todas sus carencias logró darnos una vida digna, qué puedo lograr yo con mis capacidades y ventajas. Pero ¿sabes?, lo que más me marcó y lo aplico en mi vida diaria es su capacidad de escuchar y cambiar para agradar a la otra persona y crecer en este aprendizaje diario.
Cuando yo estaba en tercer semestre de mi carrera en FIME llegué un día a clases y escuché mucho alboroto. Al preguntarle a una compañera qué ocurría me comentó que el día anterior unos maleantes habían levantado a otra compañera que era de Tamaulipas y se quedaba con una tía en la colonia Independencia. Ella esperaba el ruta 18 a las 6:00 a.m. igual que yo, sólo que unas calles antes. La violaron y la abandonaron por ahí, en pocas palabras le arruinaron su vida, pues después del susto regresó a su ciudad. Gracias a Dios no la mataron.
Ese día estuve muy impresionada, llegué a la casa y me solté llorando con mamá, le dije que pude haber sido yo, le reclamé que ella jamás me despedía con un beso, que cuando mis hermanos llegaban no los saludaba con un beso, que no los abrazaba y que quizá ya no nos volveríamos a ver, que a pesar de que yo me iba a la escuela muy temprano ella no me acompañaba a la parada. Ella se quedó muy seria, también lloró pero no me dijo nada.
A la mañana siguiente y desde ese día se levantaba, desayunaba conmigo, me daba un beso y me acompañaba a la parada; nunca nos dijimos nada, simplemente lo hicimos, y también empezamos a saludar de beso a toda la familia y a darnos más abrazos.
Quizá desearía que me abrazará más o platicara más, pero con sólo ver el brillo en sus ojos cuando habla de alguno de nosotros, sé que está orgullosa de lo que hemos logrado y del amor que le profesamos.
¡Hasta la vista!"

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