lunes, diciembre 29, 2008

Bom yeoreum gaeul gyeoul geurigo bom


Este título en coreano significa "Primavera, verano, otoño, invierno y primavera", y es el nombre original de la maravillosa, soberbia película que presencié ayer en canal 22, presentada como "Las Estaciones de la Vida".
Con muy escasos diálogos y enmarcada por hermosísimos paisajes, la cinta muestra a través de las estaciones del año el círculo completo de la existencia humana: nuestro aprendizaje que empieza en la niñez, la impulsividad y energía de nuestros años juveniles, la sabiduría de los últimos años y finalmente la muerte, hasta que llega otro renacer.
Aunque desafortunadamente no la vi desde el inicio, la película comienza con escenas de un monje budista anciano (Yeong-su Ho) y un pequeño niño (Jong-ho Kim), quienes habitan en un pequeño templo de madera que flota sobre un apacible lago. Es primavera. Inocente, el niño se divierte molestando a un pececito, una rana y una víbora, pero a base de las rígidas enseñanzas del monje aprende que debe respetar la vida de todos los seres sin excepción.
Cuando éste es un adolescente (Jae-kieong Seo), una madre desesperada llega al templo con su joven hija (Yeo-jin Ha), a fin de que el monje anciano la cure de una enfermedad. Para ello, es necesario que pase el verano en el templo. La hermosa joven despierta las ansias eróticas del mancebo, y aunque al principio ella rechaza sus avances amorosos, los dos terminan entregándose a su pasión.
Llega el otoño y el monje decide que la joven ha de irse; el joven, enamorado, trata de oponerse y lucha desesperado por retenerla, pero la decisión es inapelable. Pasa los días llorando de rabia y de tristeza, hasta que decide escapar tras ella.
Mucho después regresa (Young-min Kim), derrotado y sin su amada. Algo muy malo debió haber hecho, pues es seguido hasta ahí por un par de detectives, quienes lo aprehenden y se lo llevan de regreso.
Ya es invierno. La nieve cae, el lago se congela, y los paisajes adquieren otro tipo de belleza. El anciano monje, tal vez decepcionado, prepara su propia muerte y el templo queda abandonado y solitario.
Mucho tiempo pasa, y precisamente en otro invierno regresa al templo ese que había sido el niño, el joven, el adulto... ahora el anciano monje es él. El personaje lo interpreta Ki-duk Kim, el mismísimo director de la película. Pasa los días dedicado a meditar y a practicar yoga, cuando un buen día llega una joven madre con el rostro cubierto y un bebé en brazos, llorando a todo pulmón, posiblemente de frío. El monje los recibe y enciende unos leños para que se calienten.
Por la noche, la mujer escapa a hurtadillas dejando al niño al cuidado del monje, pero en la oscuridad no se da cuenta de que hay un hoyo en la superficie congelada del lago, en el cual cae y muere por hipotermia. Viene aquí una escena que me pareció muy desgarradora: a la mañana siguiente el niño amanece llorando desesperadamente, y empieza a gatear en busca de su madre, sale del templo y va justo a donde está el hoyo... en el último momento llega el monje y lo rescata antes de que caiga en él.
Nuevamente es primavera, y todo vuelve como al principio: un anciano monje y un niño alegre, que inocente se divierte molestando a una tortuga.
Es una hermosa película, llena de simbolismos, con hermosos paisajes. Tiene un ritmo muy lento, pero jamás aburrido. Me hizo ver la vida como un río, que transcurre sin detenerse, aumenta y disminuye su caudal, sigue un largo recorrido, termina pero luego vuelve a iniciar, siempre igual, siempre diferente.

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