miércoles, abril 01, 2009

White Chicks

Por alguna razón desconocida para mí, el lunes y el martes había estado muy desganado, al borde de la depresión y con una falta casi total de entusiasmo, y vaya que esto es raro en mí, pues tengo la fortuna de alegrarme mucho con cosas muy sencillas como un libro, un disco, una nueva frase, algún gadget o una rica comida.
Por las noches al acostarme y por las mañanas al despertar, he sentido más profundamente la soledad. Ayer, por unos segundos pensé en seguir acostado, entre dormido y despierto, jugando con la idea de quedarme todo el día en cama, pero me hice fuerte y me levanté a hacer mis ejercicios.
Al anochecer llegué a casa, cené ligeramente y estaba pensando en irme inmediatamente a dormir con la ayuda de un tranquilizante suave. No tenía el mínimo deseo de leer, como casi todas las noches, mucho menos de hablar con alguien por teléfono o ponerme a ver televisión.
Pese a ello, la televisión estaba encendida para hacerme compañía mientras cenaba, y al cambiar de canal cambió también mi estado de ánimo. Estaban repitiendo la película "White Chicks", que reconozco no tiene ningún talento y se puede considerar una comedia de las más mediocres.

En pocos minutos salió la escena donde una de las "rubias" se atraganta tanto de bocadillos que tiene que correr al baño, y por más que insiste que la dejen ir sola, sus "amigas" la siguen y son testigos incómodas de sus ruidosos y apestosos desalojos. Esta parte me produce una risa incontrolable, desde que entra barriéndose al baño y se topa con una chava que va caminando toda lenta (como mujer, pues), y éste le grita con un vozarrón de hombre algo así como "Move, bitch!". Creo que mis carcajadas se escuchaban hasta la calle y los vecinos deben haber pensado que enloquecí, pero no importa, pues me hacía tanta falta reír.
No pude dejar de ver la película, a pesar de haberla visto ya en otras dos o tres ocasiones. Más adelante me reí también cuando esa misma "rubia" (o la otra) se despacha una más que abundante cena en un restaurante, y olvidándose completamente de su papel de "mujer" exhibe varias de las conductas más groseras de las que somos capaces los hombres al comer, o mejor dicho, tragar, rematando con unos sonoros y olorosos pedos.
Bien dicen que la risa es la mejor medicina, gracias a esta película tan naca pero tan divertida me fui a dormir con mejor ánimo y con una sonrisa en la boca.

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