Por diversos motivos que no he terminado de
explorar en su totalidad, en mis interacciones sociales a mí se me da más
escribir que hablar. Eso es un hecho y para muestra basta este blog.
Casi siempre se me ha dificultado tener una
confrontación verbal, especialmente cuando supongo que lo que tengo que decir
va a lastimar de algún modo a los demás, cuando creo que se van a enojar
conmigo. Antes que nada, hay que clarificar que confrontación es simplemente un
diálogo en el que dos partes presentan sus puntos de vista, que son totalmente
opuestos, sobre un tema en particular.
En estos casos, no encuentro las palabras
correctas, el tono correcto, la ocasión correcta… así que con más frecuencia de
la que me gustaría, evado la confrontación y la retraso lo más que puedo. Evito
decir lo que me molesta, criticar alguna acción que me perjudica directamente,
informar que ya no quiero hacer algo que antes hacía.
Sin embargo, llega un momento en que no se
puede aplazar y, en lugar de llevar a cabo un intercambio verbal asertivo,
consciente, considerado y educado, se presenta una violenta discusión que, al
servir como escape de enojos y ansiedades acumuladas, provoca un gran malestar
y sentimientos lastimados en ambas partes.
He lamentado mucho esta incapacidad mía, sobre
todo últimamente que se han presentado situaciones difíciles con mi familia, un
amigo y un compañero de trabajo. Como soy (o me considero) incapaz de
solucionarlos de una manera asertiva, sencillamente he evitado toda
comunicación con las personas involucradas.
No está nada bien, lo sé, pero me agobiaron
tanto las cuestiones que, por salud mental, fue el recurso más sano que pude
encontrar.
Hace días acudí a una librería a curiosear un
poco, y de entre todos los libros hubo uno que llamó instantánea y
poderosamente mi atención: “Conversaciones Difíciles”, de Anne Dickson. Lo
tomé, lo hojeé, me gustó, lo volví a dejar en su lugar, pensando en su precio,
un poco caro. Di otra vuelta por los anaqueles, y regresé a este libro, fue
algo más fuerte que mi voluntad. Me atrajo como imán.
No lo compré en esa ocasión. El fin de semana
pasado fui a la Feria del Libro, esperando encontrarlo a un precio más
reducido, pero no fue así, ni siquiera lo tenían. De modo que ayer regresé a la
librería y cedí a la atracción irresistible que sentí desde que lo vi: ese
libro era para mí.
Apenas lo voy empezando a leer, en mis pocos ratos
libres, pero espero que me ilumine bien el camino para empezar a poner los
puntos sobre las íes, en estos asuntos que tengo pendientes y otros que se
presenten. Se ve muy bueno, espero tener la mente lista para captar el mensaje
y aprovechar los conocimientos que transmite esta experimentada sicóloga con
gran experiencia en habilidades de comunicación y gestión emocional.
Hay Tino que te digo, yo tampoco soy bueno en ello, soy muy mal pelionero.
ResponderBorrarSoy bien imprudente, mi bocota,siempre me bocota...y luego el arrepentimiento...
ResponderBorrartiene que haber un punto medio!!
besito
Que raro a mi me pareces muy acertivo, no creo que tu forma de actuar sea diferente de tu forma de escribir, pues tienen la misma fuente, quiza la contraparte es la problematica. Bueno quiza se el modo de aproximacion. Cuando a mi me tratan de enredar en rollos, me calmo y de manera calmada solo les pregunto de una manera muy firme, bueno, y que quieres? y solo les contesto si puedo o no puedo y se acabo. La mayoria de las veces no saben que quieren.
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