lunes, octubre 07, 2013

Enojado con la Vida II: Hasta en las Mejores Familias



Yo tengo una familia muy grande, y la quiero mucho. Una de las cosas que más me gustan en que, a diferencia de otras familias, en ésta todos nos respetamos y en términos generales no nos metemos en la vida de los demás, ni intentamos cambiar sus acciones o su forma de pensar. Si no aprobamos, guardamos silencio. Si no nos piden ayuda, no intervenimos. Aparentemente esa es la regla tácita.
Me ha tocado ver cómo en otras familias se pelean, se agreden, se dejan de hablar por semanas, meses o años. Se odian. Tengo una amiga que decidió involucrarse con un hombre casado y tener un hijo de él, y a causa de esto sus hermanas y su mamá le han hecho la vida imposible, criticándola sin cesar. En mi familia todo esto es impensable.
Sin embargo, algo ha empezado a cambiar en mi familia querida. No de ahora, sino desde hace algunos años, poco a poco. Nos hemos ido separando. Y es que inexorablemente los hijos de mis hermanos han crecido, se han casado, han tenido hijos, de modo que muy lejos quedaron aquellos años en los que todos ellos nos reuníamos en la casa de mi mamá, “la casa de la abuela”.
Algunos de mis hermanos tienen hijos en edad escolar, y dedican casi todo su tiempo libre a la crianza de éstos. Algunos otros de mis hermanos ya son abuelos, de modo que les toca recibir las visitas de sus hijos y sus familias, quedarse en casa cuidando a sus nietos, celebrar cumpleaños… ya no les queda mucho para ir de visita a “la casa de la abuela”. Ciertamente mi mamá lo ha resentido, pero he comprendido que “así es la vida”.
Además del distanciamiento paulatino, resulta que hace poco hubo una reunión en la que saqué a relucir un préstamo por una cantidad significativa de dinero que le hice a uno de mis hermanos, obligado por su insistencia, cuando yo tenía unos 11 años, y que él jamás cubrió. Esto es lo que yo recuerdo y lo digo con toda honestidad. Muchos años de mi vida lamenté haber prestado y no haber podido recuperar ese dinero que provenía de una herencia. Yo se lo cobré varias veces, en su momento, pero sólo obtenía sus negativas y hasta su burla. Y después ya nunca me atreví a cobrárselo…
Yo saqué este tema desde principios de año, meramente como un ejercicio de liberación, que me sugirió en ese entonces una instructora que ofrece cursos de coaching sobre el dinero. En su análisis detectó mi dificultad para cobrar por mis trabajos en el plano profesional. Ciertamente yo ya no esperaba el pago de mi hermano; solamente deseaba darle salida a ese asunto y no albergarlo más en mi corazón, pero recordándole al deudor que había una deuda sin pagar.
Pero uno nunca sabe cómo van a resultar las cosas. El día que tratamos este tema casi se armó una revolución. Para mi gran sorpresa y consternación, mi hermano dijo que no se acuerda de tal cosa, e inclusive niega que haya sucedido. Desafortunadamente no hay grabaciones ni escritos que me permitan demostrarlo, sólo hay recuerdos (o falta de recuerdos), y ni modo, no hay nada más qué hacer. Pero ahora mi hermano está muy enojado conmigo y su esposa también.
Otro de mis hermanos se molestó mucho, porque según dijo, él también le había prestado una fuerte cantidad de dinero y nunca había recibido el pago. Se alteró tanto que abandonó la mesa y se marchó. Otros de mis hermanos me decían que me olvidara del asunto y ya no hablara de él. Pero, ¿Por qué callarme? ¿Cómo puedo olvidarlo? ¿Qué gano con seguir fingiendo que no ha pasado nada?
Otra de mis hermanas, primero me cuestionó socarronamente si yo tenía mucha necesidad de ese dinero, y me aconsejó que no anduviera cargando con cosas del pasado, que ya olvidara. Le respondí que si tenía o no necesidad era mi asunto, no el de ella, y que yo no cargo con cosas del pasado, al contrario, estoy aprendiendo a soltarlas.
Luego, sin que viniera a cuento, me hizo saber que, cuando falleciera mi mamá, si mis hermanos proponían que yo me quedara con la casa, ella se opondría y haría todo lo posible por evitarlo, porque “conociéndome”, quizá yo más adelante heredaría la casa a “quién sabe quién” o a “mis perritos”.
Dijo que ella preferiría que la casa se la heredaran a un familiar quien “sufre mucho” porque tiene un hijo con problemas psicomotores de nacimiento. Yo me molesté mucho, y le dije que me pusiera otro ejemplo de alguien que tuviera realmente necesidad. Le dije que lamentaba que nuestro familiar pasara por ese problema, pero que tener un hijo con problemas psicomotores de nacimiento no necesariamente implica que la persona tenga mucha necesidad de ayuda económica, y le recordé que ese familiar y su cónyuge tienen empleos muy bien remunerados y tienen tres vehículos: el del cónyuge, una camioneta de modelo reciente y otra último modelo. También le recordé que yo manejo un auto con varios años de uso, el cual compré con mucho sacrificio. Se quedó furiosa y no supo cómo rebatir mi argumento.
Pocas semanas después, esta hermana convenció a mis otras hermanas para que fueran a hacer una limpieza profunda en la casa de mi mamá, que ya estaba llena de muchos cachivaches. Así que llegaron y llenaron bolsas y bolsas de platos, vasos, cazuelas, ropa, trapos, etc., nuevos y viejos, inservibles y no inservibles, para consternación de mi mamá, y los sacaron a la calle. Ella normalmente hubiera puesto el grito en el cielo, pero creo que le pesan los años y esta vez sólo guardó silencio, no dijo ni una palabra ni se quejó.
Al día siguiente era domingo, fui a visitarla y tan pronto me vio entrar, se soltó llorando y me dijo entre sollozos “me tiraron todo”… Ay, se me partió el corazón al ver las lágrimas de mi madre. La abracé y me quedé largo rato junto a ella, haciendo lo posible por no llorar yo también y buscando las palabras adecuadas para consolarla sin afligirla más.
Uno de mis hermanos mayores llegó más tarde, y al saber esto se molestó mucho, de modo que cuando mi hermana menor llamó por teléfono para saber cómo estaba mamá, le dio una gran reprimenda, le dijo que se pusieran a hacer limpieza en sus casas y no en la de mamá, y que si atrevían a hacerlo de nuevo él vendría para correrlas a la chingada, y que le cuelga el teléfono.
Yo también reprobé esta acción. Les comuniqué a las involucradas cuánto me dolía que hubieran hecho llorar a mi madre; no les dije groserías, sólo las llamé insensatas y desconsideradas, y cuestioné si se habían puesto a pensar cómo afectarían a mi mamá sus labores de limpieza; también les dije que en su conciencia quedarían las lágrimas de mi madre.
Estoy muy molesto con ellas; no descarto que la relación pueda mejorar en el futuro, pero por el momento no quiero ni oír hablar de ellas. Puede ser que su intención haya sido buena, lo puedo llegar a comprender, pero me cuesta trabajo disculparlas porque con ello solamente le causaron un gran dolor a mi madre. Doy gracias a Dios que su memoria ya no es muy buena, y parece que todo ese incidente ya se le olvidó. Ahora deseo que se me olvide a mí también.

1 comentario:

  1. Y bueno, con todo respeto a tu mamá y a tu familia, debo decir que POCA MADRE de tus hermanas y también que POCA MADRE de tu hermano el moroso, chingao, en serio que al leer esto, hasta a mí me dio un chingo de coraje, y no me voy a poner a comentar en que si mi familia no es así o no, simplemente esta mal que tu hermano no se acuerde de que una vez le hiciste un favor, esta mal que tus hermanas se metan y decidan cosas (que si lo hacen por bien o por mal), lastimen a su propia madre..

    Chingao compadre, con todo el corazón te digo una cosa: Lamento mucho por la situación que estas pasando y no me imagino sinceramente la impotencia que has de sentir, porque yo soy más cabron que bonito…

    Ah que la chingada….

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