Tengo un compañero de trabajo con el que
comparto una fea oficina en un sótano horrible, aislado del resto del edificio,
desde hace unos dos años. Él dice que es mi amigo, pero yo nunca se lo he
creído. Sin embargo, sí hemos sido compañeros muy cercanos, nos hemos llevado
bien e, inclusive, hemos llevado un compañerismo demasiado confianzudo.
A pesar de tener más de 31 años, una esposa y
ahora dos hijos, este compañero se comporta casi siempre como un chiquillo,
bromeando pesadamente todo el tiempo, metiéndose en las pláticas ajenas,
corriendo, gritando.
Como soy tan observador, hace tiempo me he
dado cuenta de que sus cambios de humor son muy bruscos y su estado de ánimo es
volátil. Por la mañana puede contestar la llamada de otro compañero con muchas
bromas muy pesadas, pero cuando este mismo compañero vuelve a llamar por la
tarde, intentando seguir el ambiente bromista de la mañana, nuestro energúmeno
colega lo para en seco diciendo que no tiene tiempo para sus bromas y
amenazando con colgar la llamada.
El año pasado, un día antes de irme de
vacaciones, me rogó que le trajera algún recuerdo. Cuando regresé, no me
dirigía la palabra y rehusó aceptar el regalo.
A pesar de preguntarle directamente qué había pasado, no me dio una
explicación convincente. Con el paso de los días nuevamente volvió a hablarme,
pero no dijo la razón de su distanciamiento. Yo supuse que lo hizo porque quizá
alguien le dijo que no era buena mi “amistad”. En fin.
Lamento decir que no puse nunca freno a su
manera tan confianzuda y pesada de convivir como “amigos”; en lugar de
conservarme serio muchas veces le seguí la corriente y consentí en alternar
conversaciones de trabajo con insultos, bromas pesadas y hasta juegos que
incluían golpes de box.
También consentí en que diariamente bebiera de
mi café sin contribuir con los gastos del grano, agua purificada, azúcar,
filtros, etc., (preparado por supuesto en la cafetera de mi propiedad). En
alguna ocasión contribuyó con un paquete de café, pero en general no ponía
nada.
Recientemente me encontraba lavando la
cafetera y las tazas. Recogí una parte de los utensilios lavados, pero otra
parte se quedó en el cuarto del lavabo, al cual él entró cuando yo salía.
“Tráeme las cosas”, grité. Y él me respondió: “¿Por?” (pretendiendo que se lo
pidiera “por favor”. En forma descortés, pues así nos llevábamos, me negué a
hacerlo y le reiteré que me los trajera “porque sí, porque yo quiero”.
Insisto, no fui muy amable que digamos, pero
normalmente nos tratábamos de esta manera e inclusive más pesado.
Él ya no respondió y sólo sacó las cosas del
cuarto, las puso en el piso y volvió a meterse a ese cuarto. Yo me molesté
mucho al ver mis tazas de café en el piso, pues me pareció sumamente ofensivo.
Cuando regresó, con voz serena y sin
groserías, en forma asertiva, le comuniqué que me había molestado profundamente
que me pusiera los utensilios en el piso, pues éste se encontraba sucio y lleno
de gérmenes y contaminación.
Esta persona reaccionó con mucho enojo y me dijo que
con voz airada que él también se había molestado porque yo no se lo había
pedido “por favor”. Contesté que en mi opinión eso no era necesario, y le pedí que no fuera
“nena”; pero se enojó más y empezó a decirme que yo era un maleducado de una de
las colonias más nacas, que era un fracasado, que no tenía amigos, que él tenía
una mejor casa que la mía, y que sobre todo él era mejor que yo porque él sí
tenía hijos y yo no.
Esto me molestó mucho y preferí guardar
silencio y no continuar la discusión. Rápidamente me di cuenta de que había hablado
desde lo más profundo de su corazón y expresado con precisión lo que pensaba de
mí y cómo me calificaba. Pensé que alguien que tiene esa opinión de mí no puede
ser mi amigo, como él ha dicho una y otra vez. Me felicité por haber obedecido
siempre a mi voz interior que me decía: “no confíes”.
Ciertamente me dolió que mencionara con
burla que yo no tengo hijos, pues en alguna ocasión le compartí lo mucho que
lamentaba no haberlos tenido, y las dolorosas circunstancias que impidieron que
me convirtiera en padre. Decidí que no deseaba tolerarle eso, pues yo jamás me atrevería a echarle en cara las confidencias que él me ha hecho, y a partir de ese
momento dejé de hablarle. Seguí preparando mi café sólo para mí, mientras él
compraba el suyo en la tienda cada día.
Como bien lo sabía, él no resiste mucho estar
sin hablar. Y a la siguiente semana me tendió la mano y me pidió que nos
volviéramos a hablar y siguiéramos siendo “amigos”, pues nos veíamos todo el
día y era incómodo estar sin hablar. Le contesté que opinaba también que era
incómodo, de modo que no tenía inconveniente en hablarnos, pero no como
“amigos”, sino como compañeros, con distancia y reserva. “Está bien, te
comprendo”. Pero no comprendía.
Apenas pocos minutos más tarde me buscó insistentemente para pedirme
permiso para prepararse un café en mi cafetera. Yo deseaba rehusarme, pero no me atreví a hacerlo. Accedí, y cuando me preguntó si preparaba también
para mí, le dije que no, que yo no quería.
Tan pronto como se desocupó la cafetera, me
dispuse a lavar la jarra, pero estaba ocupado el cuarto donde está el lavabo;
cuando quedó libre, él se levantó de su asiento y estaba a punto de llevarse
las cosas a lavar, pero lo detuve y con voz firme dije “Yo lo lavo”. Ahora sí, ya comprendió. No se ha atrevido a
pedirme nuevamente usar mi cafetera. No le dirijo la palabra ni pienso hacerlo,
al menos por un buen tiempo.
El esposo de mi excuñada es otro caso. Es muy
buena persona, muy servicial y atento, pero en cuanto a sus finanzas
personales, es un desastre, de hecho debido a su historial no es sujeto de
crédito para ningún banco. Se mete en problemas constantemente, y es de los que
abren un pozo para tapar otro, es decir, piden un préstamo para pagar una
deuda, luego tiene que pedir nuevamente otro préstamo para pagar el anterior, y
así se va. Siempre. Desde que lo conozco. Es de ese tipo de personas que
siempre gasta más de lo que gana.
Como dije antes, en lo personal es un hombre
muy amable. El año pasado fue a él a quien llamé por teléfono en plena
madrugada, cuando me moría del dolor de la vesícula. En pocos minutos estaba a
la puerta de mi casa, y rápidamente me llevó al hospital.
Unos meses después, yo ya me encontraba
completamente restablecido, y estaba listo para cambiar de carro. Fue entonces
cuando se acercó a mí y me pidió que le prestara una respetable cantidad de
dinero. Sudé. Tuve escalofríos. Pero no rehusé darle ayuda, después de todo me
sentía agradecido por la ayuda que me brindó. Así que inmediatamente fui al
banco a retirar la cantidad, y se la entregué, pidiéndole que la devolviera en
el plazo que él mismo me había ofrecido: 15 días.
Pues pasaron más de 15 días, y no me pagaba,
empezó una enojosa serie de llamadas de cobranza, de mi parte, porque me hacía
falta ese dinero para completar el pago de mi carro, y además porque se había
vencido el plazo acordado. Y este hombre tiene una labia tremenda, no se enoja,
no se altera, no me dejaba hablar y se entretenía explicándome que tenía mucha
pena, pero que a él no le habían pagado un dinero que le debían, que ya al día
siguiente sin falta… etc.
Y así pasaban los días. Desgraciadamente este
tipo de cuestiones relacionadas con el dinero me causan una gran ansiedad y
tensión nerviosa, imagino lo peor, me desespero, se me va el sueño. Inclusive
hasta me dio una tortícolis y una fuerte contractura en la espalda, que ni con
tres sesiones de masaje me podía quitar.
Sabía que su esposa no estaba al tanto de este
préstamo, y que bastaría que se lo dijera yo para que ella moviera cielo y
tierra para pagarme, pues ella es enemiga de las deudas. Pero no quería llegar
a tal punto; hice una amenaza muy sutil, solicitando al deudor que respetara el
trato que hicimos entre caballeros, y que no me obligara a dejar de ser un
caballero.
Después de mi insistencia diaria, me pagó. Y
yo respiré a gusto, y prometí no volverme a meter en líos de estos.
Hace unas dos semanas volvió a llamarme para
pedir un préstamo, pero ahora sí le dije que no contara conmigo, pues no tenía
dinero que prestar. Él ya estaba preparado para una respuesta como esta, porque
inmediatamente me propuso que realizara un retiro de mi tarjeta de crédito… le
dije que no, que me disculpara, y corté la llamada. Y empezó a acosarme todo el
fin de semana, me hizo como 100 llamadas, pero ninguna la contesté.
Me conozco muy bien, y sé que me hubiera
podido convencer. Me cuesta trabajo ser duro y decidido con una persona que en
lo personal siempre se ha portado bien, me pesa mucho el sentirme
“comprometido” por el favor que me hizo de llevarme al hospital. Pero, después
de todo, ¿esos favores se cobran? ¿Quedé en deuda y a resultas de ello debo de
resolverle sus problemas financieros cuantas veces me lo solicite? Creo que no.
Así que esta es otra persona de la cual no
quiero saber nada, por el momento. Lo siento. No estoy preparado. Hablaremos
después. Por el momento necesito digerir este asunto, analizar cómo debo
conducirme, cómo fortalecer mi asertividad. En general me gusta mantener buenas
relaciones con los demás, pero creo que estoy pasando por una etapa de “cero
tolerancia”. Declaro que yo he permitido abusos en el pasado. Pero ya no quiero
tolerar abusos. He dicho.
Tinís... Pues irá ayer en mi noche ansiosa estuve un poco entretenido leyendote, no sé, hay algo en ti o en tus textos que pacifica mi corazón.
ResponderBorrarCon respecto al amor y la amistad... nada es perfecto, me recordaste a mi peli favorita casi de la vida comer rezar y amar, creo qué te gustará verla, sí no es que ya la viste, en todo caso, yo con vic he aprendido a disfrutar y a decir a tiempo lo quiero, siento y me pasa y mirá ya llevamos casi 2 años y además se a portado conmigo genial, la verdad nunca creí que se quedaría conmigo después de lo que paso, pero creo que es un buen trabajo y compañerismo de ambos, de cualquier manera ya me regalo un gran tiempo y a lo mejor sigue o se acaba pero lo disfruté.
Creo que intelectualizas todo, y ello hace que no veas que el amor y la pasión no son lógicas, solo se dan, creo que eres un estupendo ser humano pero con inmensas autoexigencias mismas que trasladas a los demás y amar es querer, incluso obstinarse en aceptar aquello que consideras que es inaceptable, amar a alguien por sus defectos es mejor que enamorarse de las virtudes.
Sobre la amistad... existe sin duda alguna, pero a veces cariño los mecanismos de recompensa son complicados, es decir, para recibir hay que dar y también saber decir NO.
En todo caso creo que hay que escuchar al corazón.
De acuerdo en buena pelicula Eat Pray Love, si es una busqueda constante, creo que es a base de momentos, la verdad eres muy acertivo, felicidades
ResponderBorrarLe hubieras contestado a ese individuo que no tienes hijos, pero tienes una sobrina que te quiere mucho.
ResponderBorrarEn caso de que te animes creo que serias un excelente padre
Un amigo no espera que le recompenses el favor, tal vez esa es tu percepcion
No prestes dinero