jueves, octubre 01, 2009

Café de Olla


Pasa de la medianoche. Pocas veces me siento frente a la computadora por las noches; es lo último que se antojaría hacer después de pasar casi 9 horas frente a una pantalla todos los días.
Pero hoy es diferente, no puedo dormir, y ya es muy tarde para tomar una pastilla que me lleve mágica y casi instantáneamente al reino de los sueños. No me levantaría a tiempo, y tendría que conseguir otra y mucho café para despertar.
No estoy preocupado, ni triste esta vez. Estoy muy contento, pues a mediodía me hicieron una propuesta de trabajo muy buena. Aún no es un hecho, pero si se realiza muchas cosas cambiarán, esta vez para bien.
Así que salí de mi trabajo, me fui al centro para surtir mercancías, luego pasé a una mueblería, pues ando buscando una buena mesa o consoleta para el altar budista que pienso instalar. Vi unos muebles preciosos, y me dieron muchas ganas de comprar una nueva recámara, una sala verdaderamente cómoda y elegante, un sillón. Ja, esto nunca me había llamado la atención, pero ahora de pronto me sorprendí imaginand una casa muy cómoda y bellamente amueblada.
Después me fui a cenar. Solo. Y me puse a pensar que muchas veces me lamento por estar solo, pero la verdad es que la mayoría de las veces no hago nada por no estarlo. Pude buscar a alguno de mis amigos o amigas, mas no lo hice. Es que soy muy dado a tomar decisiones instantáneas, para los asuntos triviales, y no es posible llamarle a alguien de buenas a primeras para invitarle a cenar y esperar que acuda inmediatamente: todos tienen algo que hacer.
Creo que así vivimos en las ciudades, esclavos de nuestros hábitos, renuentes a renunciar a ellos. Salimos del trabajo y en la casa nos esperan nuestros hijos, nuestra familia, nuestras actividades de todos los días, la televisión, el libro, la cama. Decimos que estamos hartos de la rutina pero no nos salimos de su abrazo; le pedimos permiso para salir, pero para que lo conceda tenemos que hacerlo con anticipación.
Y pensando esto me dispuse a disfrutar un delicioso café de olla, y brindé por una nueva y mejor etapa que mucho había esperado. El caldo tlalpeño estaba estupendo, pero los tacos de top sirloin no tanto. De todas formas me los comí, pero sin la tortilla. Otro cafecito bien caliente y pedí la cuenta. Avancé hacia el estacionamiento, pero me quedé unos instantes afuera del carro, sin saber muy bien qué quería hacer.
Llegué a casa, di de comer a los perros y me bañé. Me sentía pesadísimo, debo admitir que ya no puedo darme los atracones que me daba hace años. Fui a caminar un rato al parque, y regresé sintiéndome casi igual de pesado y sin sueño.
En la TV transmiten el documental Del Olvido al No Me Acuerdo, dirigido por Juan Carlos Rulfo, hijo del célebre escritor. El personaje principal, Clara, recorre las calles de Guadalajara u otra ciudad de Jalisco (no te rajes, Alvarito); rememorando el día en que Juanito (Rulfo) se le presentó y le pidió que le aceptara una carta, con lo cual iniciarían su noviazgo. Pero me cansé con su desconcierto ante lo mucho que había cambiado la ciudad en 40 años. Se veía irremediamente perdida entre la gente, sus recuerdos confusos y sus grandes olvidos.
Me divierten los comentarios maliciosos de los ancianos, sus anécdotas, sus bromas. "¿Ya se te quitó?", le grita un abuelo a otro, que ya no oye muy bien. "¿Se me quitó qué?, le responde con otra pregunta. "¡Lo joto!", dice antes de soltar la carcajada.
Me da risa la vieja que canta canciones muy antiguas, sin prestar la mínima atención a la mosca que se posa sobre sus párpados, su pelo, su nariz y sus labios; su rostro está lleno de arrugas, pero la sonrisa no la pierde nunca.
Otro viejito se queja de que "estas patas jijas de la chingada ya no sirven para nada". Y luego, socarrón, explica: "Es por tanto 'cochar' parado". Otro se acuerda de cuando le dijo a su mamá que tenía novia, y ya no lo dejaron salir.
Tantas historias, tantos recuerdos. Cabelleras canosas, pasos inseguros, oídos que ya no oyen y ojos que ya casi no ven. Lo que no cambia es la forma de ser, lo que hay verdaderamente en nuestro interior. Genio y figura, hasta la sepultura.
Bona nit!

5 comentarios:

  1. Ya se me olvidó lo que te iba a comentar... la verdad, no me acuerdo, je!.

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  2. Ja ja ja yo por eso no cocho parado ja ja ja, despues las patas no me servirian je je je.
    Un abrazo

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  3. Estoy tratando de hacer memoria de ese libro, me encanta es frase Del olvido...

    Saludos

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  4. Hola

    Bibin

    pues si coincido en casí todas tus aseveraciones sobre todo e lo que respecta estar solo, a estar en medio de una rutina en la ciudad y las bellas cosas que viste de nuestros viejitos.

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  5. Sabes,

    Hay coincidencias contigo y muchas.

    Entiendo perfectamente algunas cosas... y otras no: buscaré eso de cocho aunque por la sonrisa de Malhechecito, lo imagino.

    Salu2!

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