Con esta dieta que estoy haciendo desde hace poco más de un
mes es necesario comer muchas frutas y verduras, así que para conseguirlas un
poco más baratas nos fuimos Popo y yo al mercado de abastos que está en el
centro de la ciudad, y pasamos un buen rato entre puestos de verdura,
escuchando los pregones de los vendedores que siempre me hacen recordar esos
años infantiles cuando mi mamá me llevaba al Mercado Colón.
Una parte del mercado está bajo techo, pero también hicimos
compras en los puestos de la calle, bajo el pleno sol; de cualquier manera el
calor era intenso. Ya para salir compré un poco de agua de coco, bien fría.
Enseguida fuimos a la casa de mi mamá, le entregué unas
fresas y también flores de palma, porque sé que le gustan mucho; también le
llevé nueces. Sin que se lo pidiera, ella misma se puso a limpiar y cortar las
flores, y luego le pidió a Carmen que las guisara; un poco más tarde ya estábamos comiendo un
delicioso platillo de flores de palma en caldo de tomate.
Poco después llegó Mónica con su pequeño Emilio, venía muy
emocionada pues recientemente regresó de un viaje por algunas ciudades de
Europa. Nos platicó maravillas de Estocolmo, Copenhague y otros lugares; yo la escuchaba con atención pero no dejé de
armar el rompecabezas, que simplemente me apasiona.
Una parte de su viaje fue en un crucero. Ya otras personas
me han platicado lo bien que se lo han pasado en un crucero, pero no me
convence. Yo pienso que me desesperaría mucho la idea de estar en medio del
Océano, así que creo que nunca viajaré en un barco.
Un rato más nos despedimos Popo y yo, porque teníamos que ir
al súper a comprar otras cosas para la despensa. Tratamos de hacerlo lo más
rápido posible y enseguida nos fuimos a casa. Al llegar, él descendió del carro
para abrir la reja. Yo me quedé observando hacia el frente y casi pego un
grito, pues en el enrejado que divide la propiedad del vecino y la mía, se
encontraba un animal de un vistoso color verde.
Popo lo tenía a pocos centímetros de su cabeza, pero no se
había dado cuenta… hasta que le llamé la atención y la vi… casi pega un salto
él también. Estacioné el carro y me puse a tomarle fotos, resultó ser una
iguana verde; quién sabe cómo fue a parar ahí, suponemos que se le escapó a algún
vecino. A Rodolfo le gustó mucho, y luego de pensarlo un poco la agarró para
bajarla de la cerca y observarla más de cerca. Yo no me hubiera atrevido, me
causan repulsión estos bichos.
Creo que quiere quedarse con ella, aunque también mencionó
que le gustaría ponerla a la venta. Como no sabemos nada acerca de los cuidados
que requiere una iguana, ya empezamos a investigar un poco en Internet y no parece
cosa fácil. No me pareció justo dejarla simplemente ahí en un árbol o llevarla
al cerro, así que por lo pronto la pusimos en una caja bien ventilada, mientras
decidimos qué hacer con ella.
ah que bonitaa, aqui hay un chingo d iguanas, aveces se roban mis frutas de mesa, las cabronas, ami me caen bien, no las puedo domesticar, siento feo, les gusta estar de vagas. jeje
ResponderBorrarque lindas son