domingo, marzo 13, 2016

Tinísimo McFly

Creo que soy de las muy pocas personas a las que las películas Star Wars le importan un bledo: no me emocionan ni me interesan. Es más, creo que nunca he visto completo ninguno de sus episodios. Las películas que sí tuvieron un enorme impacto en mí fueron las de Volver al Futuro, porque a pesar de que tratan un tema de fantasía o ciencia ficción, a mí me gusta creer que un día el salto en el tiempo puede ser una realidad. Siempre me sentí identificado con Marty McFly, y soñaba con mis propios viajes al pasado y al futuro a bordo de un auto hermoso y poderoso.
Me gusta mucho ver escuchar relatos y ver las fotos antiguas de la ciudad de Monterrey: sus avenidas, sus grandes casonas, la forma en la que se vestía la gente, las montañas y las grandes áreas deshabitadas que rodeaban entonces a la ciudad y que ahora están irreconocibles porque se llenaron de calles, casas, fábricas, centros comerciales y coches.
Cuando recorro a pie las calles más antiguas de la ciudad, en la colonia Obispado o en el Barrio Antiguo, alzo la vista a los balcones de aquellas imponentes residencias, muchas de ellas hoy en el más completo abandono, y me gusta imagina cómo sería la vida hace 60 o 70 año. Cierro los ojos y me imagino que al abrirlos me encontraré ahí en una calurosa tarde de, digamos, 1939.
Seguiría caminando, extasiado ante la vista de los autos de la época, saludaría a las personas sentadas en sillas y mecedoras a las puertas de sus casas, como se usaba antes; compraría algún dulce o un pan a los vendedores que recorrían las calles con su pregón. Y como me gusta mucho caminar, llegaría a otras partes de la ciudad, entraría a los comercios, a las fondas, tal vez a alguna cantina, platicaría con los demás parroquianos tratando de que no se enteraran de que vengo de un futuro que ellos no alcanzan siquiera a imaginar.
Tal vez me cansaría de caminar, y entonces abordaría algún camión... quizá al principio no reconocería algunas calles, pero no creo que me sería muy difícil orientarme. ¿Y qué tal si ese día que llegara al pasado ocurriera un suceso macabro que marcaría a la ciudad para siempre? Tal vez, al pasar por la Catedral, me cruzara con un gran grupo de gente, miembros de la crema y nata de la sociedad, saliendo de la flamante boda de un joven que más adelante sería un destacado empresario que crearía una enorme fábrica que diera fama a la industria de Monterrey durante muchas décadas después.
Ojalá no me tocara llegar uno de esos días en que hubo una inundación o un incendio. Ni que me encontrara a bordo de ese camión urbano cuyo tanque de gas butano explotó causando la muerte de varios pasajeros. ¿Y si me tocara llegar ese 9 de enero de 1967, cuando hubo una gran nevada? ¿Y si entrara a cenar al desaparecido y elegante restaurante Luisiana, y me atendiera mi padre, en sus años mozos? Qué emocionante sería hablar con él.

Abro los ojos y vuelvo al presente. Esas casonas maravillosas ahora están en ruinas. El aire ya no huele a limpio, sino a humo de miles de motores de autos y camiones, que están por todas partes. Ya no se puede caminar por las calles con tranquilidad. La gente ya no me saluda con espontaneidad, hacen como que no me ven, su mirada desconfiada trata de determinar si soy una buena o mala persona. Muchos ni me ven por estar ocupados con la pantalla de un teléfono celular. La vida es tan distinta en este 2016.

3 comentarios:

  1. Exelente relato compadre, una gran nostalgia a mi tambien a veces me embarga, sobretodo por los comercios que antes visitaba,los cines etc. Un abrazo compadre

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  2. Exelente relato compadre, una gran nostalgia a mi tambien a veces me embarga, sobretodo por los comercios que antes visitaba,los cines etc. Un abrazo compadre

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    1. Muchas gracias Mike... qué bueno que te haya gustado esto que escribí, estaba guardado en el tintero desde hacía mucho.

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