viernes, marzo 09, 2018

De Visita en Guanajuato: Entre Callejones y Túneles

Es viernes por la noche y nosotros vamos llegando a Guanajuato, la ciudad que tenía tantas ganas de conocer. Para mi sorpresa, la carretera desembocó justo en un camino que lleva directamente al centro de la ciudad, así que a los pocos minutos miraba asombrado los estrechos callejones y las pintorescas casas pegadas unas con otras, se diría trepadas en el cerro.
A los pocos minutos el tráfico colapsó, y mi paciencia por ahí iba también. Me di cuenta que no es una buena idea recorrer el centro de Guanajuato; primero intenté encontrar un lugar donde estacionar, pero fue imposible, así que opté por buscar la salida, pero el desconocimiento de la ciudad y el amontonamiento de coches me hicieron pasar un mal rato.
Por fin encontramos calles más despejadas; me detuve y me pusé a buscar el alojamiento que habíamos elegido en Aribnb. Pensé que estaría ahí mismo en el centro, pero en realidad se encuentra en el barrio de La Presa, casi enfrente del Palacio de Gobierno; está realmente cerca del centro pero completamente alejado del bullicio de éste.

La luna sobre Nuestra Señora de Guanajuato.
Ascendiendo por el Callejón de San Antonio, a pocos pasos se encuentra el Hostal SinTimón. Mientras me detenía a tomar aliento, observaba maravillado las casas de varios niveles o bien de varios pisos edificadas en pleno cerro, pegadas unas con otras por las mismas condiciones del terreno.
Después de tomar un bien merecido baño, solicitamos un Uber y nos dirigimos nuevamente al centro: había que cenar y caminar por los famosos callejones. Después de degustar unas enchiladas con pollo acompañadas de papas, lechuga, queso y crema, además de unos tres tacos de tripitas (sí, exageré, pero moría de hambre), quedé con el estómago a reventar y me vino de maravilla subir y bajar por los callejones. La noche era fresca y la luna llena iluminaba los edificios.
En un momento dado nos cruzamos con un grupo de turistas que recorrían las famosas callejoneadas encabezadas por los jóvenes de la estudiantina, ataviados con extraña y peculiar vestimenta.
Alhóndiga de Granaditas.
Sin haber pagado, nos unimos por unos breves momentos al recorrido; fue así como pude conocer el famoso Callejón del Beso, donde las parejas hacen filas interminables para besuquearse mientras les toman una fotografía. Había una pareja de recién casados, vestidos muy hipster, acompañados de las damas, los invitados y hasta el perro de la novia.
Nos alejamos de la estudiantina (que detesto desde que la conocí en alguna viejísima película de Rocío Dúrcal) y muy cerca del hermoso Teatro Juárez encontré un atestado bar en el que no cabía una persona más, pero aún así entré abriéndome paso a codazos porque me hacía falta un poco de mezcal.
Normalmente no me gustan estos lugares tan ruidosos y congestionados, pero esa noche me sentía con ánimos de pasar aunque fuera unos minutos y contagiarme con la alegría de los parroquianos. Desafortunadamente no hubo mezcal, pero no le hice el feo a una copita de tequila que me cayó de maravilla.
Qué ganas de seguir recorriendo las calles de Guanajuato, pero yo ya me encontraba realmente agotado;  así es que solicité otro Uber (carísimo por su famosa tarifa dinámica) y en pocos minutos ya dormía el sueño de los justos o de los que manejan muchos kilómetros de carretera.

Muy temprano por la mañana me despertó el canto de los gallos. Saqué a Chucho y a Logan al callejón para que hicieran sus necesidades y se dedicaran a marcar el territorio. Había que aprovechar el día: poco después tomamos un microbús en la entrada del callejón y luego de un pequeño recorrido ya estábamos en el Mercado Hidalgo disfrutando un buen desayuno.
Este es un mercado muy bonito, igual que la mayoría de los mercados de México, pero se distingue porque lo alberga un espléndido edificio que fuera inaugurado por Porfirio Díaz en 1910. La entrada principal tiene un soberbio vestíbulo de arco abierto construido en cantera rosa, y en lo alto luce un hermoso reloj de cuatro carátulas. Se dice que iba a ser una estación de ferrocarriles, y no lo dudo porque esa entrada me recordó algunas de las encantadoras estaciones de trenes en Europa.
Fui a la Alhóndiga de Granaditas, pero por alguna razón no me apeteció entrar a recorrer el interior del edificio; solo aprecié por fuera su noble construcción que tanto ha resistido.
Uno de los túneles.
Varios letreros indicaban el camino al museo donde se encuentran las momias... Pregunté al dueño del negocio donde compré un café dónde mero se encontraba el museo, y me dijo que si iba a pie tendría que hacer un recorrido de media hora, o bien conseguir un taxi.
Pero yo tenía una cita muy importante en Irapuato, así que las momias tendrán que esperar... si regreso.
Bajamos a uno de los túneles, donde abordamos un desvencijado camión que nos llevara de regreso al hostal. Me gustó mucho el recorrido por debajo de la ciudad, pero no pude evitar pensar en la gran cantidad de gases tóxicos que deben acumularse ahí, y que son respirados por las personas que esperan para abordar un camión. Tal vez sea un pesimista pero, ¿no afectarán estos humos la integridad del túnel?





3 comentarios:

  1. Hermosa la iluminación de la iglesia.
    He de confesar que no me llamaba mucho la atención esa ciudad, pero creo que poco a poco aumenta mi curiosidad por visitarla.

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  2. Hace mucho tiempo que no he visitado Guanajuato, pero es una de mis favoritas ciudades coloniales de México.

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  3. Hola Denisse, definitivamente vale la pena, tiene muy buen ambiente de noche y es muy divertido recorrerla de día (y cansado por las subidas y bajadas. Te gustará.

    Bill, estoy seguro de que te gustó mucho el Teatro Juárez... a mí también me gustó mucho la ciudad. No pude tomar una buena foto del Mercado Hidalgo, pero es soberbio y a ti debe haberte gustado mucho. http://www.travelbymexico.com/guanajuato/atractivos/?nom=eguamercadohgo Abrazos.

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